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Mostrando las entradas etiquetadas como Opinión

Crónica de la vida

  Esta es la imagen que vale más que mil palabras. Las portadas de esta revista son una especie de crónica diaria de lo que nos va sucediendo. En este caso, tan reconocible. La mesa llena todavía de los cacharros de la cena. Una familia numerosa, quién sabe si con algún invitado además. Un montón de gente. Cada uno a lo suyo. Cada uno enfrascado en su móvil, las pantallas brillando, las personas de todas las edades absortas en su propio juego, separados, distintos, alejados.  Me ha hecho recordar, por lo exótico, nuestras sobremesas de infancia. Mucha gente en la mesa, los platos todavía sin recoger, el postre a medias, la charla. La charla, la conversación, el intercambio, las miradas. Si todo eso se ha sustituido por una brillante pantalla que parece acercarte al mundo, entonces es que el apocalipsis no es una broma de Billy Wilder. 

Los nuevos ricos

  Mi madre siempre me gastaba bromas con este tema: se imaginaba que compraba una lotería que nunca compraba y que le tocaba el premio gordo. Entonces nos hacíamos súper millonarios. No cuantificaba la cantidad sino que era "muchísimo dinero". Una pasta gansa, dirían Mortadelo y Filemón, que son dos pero como si fueran uno solo. Tela de dinero, dinerísimo. Ella fantaseaba entonces lo que haría con todos esos billetes y cuánto gastaría en esto y en aquello, de modo que aquella fantasía era alimenticia del espíritu y muy satisfactoria porque te permitía convertirte, incluso, en empresaria, mecenas o en benefactora de casi todos.  Invariablemente la cosa terminaba preguntando qué me parecía todo aquello y mi respuesta siempre era la misma y con la misma sinceridad siempre: no quiero ser una "nueva rica", qué vergüenza. Y lo decía en serio y no por hablar sino porque pensaba que era bochornoso aparecer de pronto convertida en alguien que no eras y todo porque los billet

Para ellos no hay medallas

  En muchos pueblos y ciudades, en barrios, en calles concretas, en barriadas, en pedanías, en aldeas, siempre hay alguien que levanta la voz. Suele ser alguien que ha nacido allí o que tiene un interés especial por conservar, cuidar, proteger, aquello que conoce bien y que no quiere que se pierda. Da igual que sean especies arbóreas, terrenos, edificios antiguos, puentes, acueductos, calzadas, conventos, iglesias, casas, azoteas, remates, patios de vecinos, cualquier cosa que tenga interés histórico o artístico y que merezca cuidarse, que merezca dar la cara por ella. Estas personas son insustituibles. Escriben en periódicos para exponer sus quejas, lanzan cartas a la autoridad, ahora usan las redes sociales. Van con sus cámaras de fotos y nos muestran el pasado, el problema y una posible solución. Sobre todo, denuncian. No parece que a la gente le importe mucho pero ellos son incombustibles, prosiguen con su tarea sin recompensa alguna, no son conocidos ni reconocidos, pero sí impres

Crecepelos

(Foto de William Eggleston)  Primero fue la Historia. El auge de las novelas "históricas" produjo un boom editorial y, a su calor, miles de personas consideraron que eso que se contaba ahí era la historia de verdad. Los historiadores se replegaron y los escritores de "historia" ocuparon los púlpitos, los escaños del Congreso y las librerías. Ahora mismo la gente conoce determinados acontecimientos históricos, o cree conocerlos, a la luz de esas novelas y no de los libros de Historia, relegados al saber académico.  Después fue la Psicología. La vida moderna produce un sinfín de nuevas patologías y nada mejor que alguien que te conduzca, que te diga, sin compromiso y sin prospecto, qué has de hacer para vivir mejor, para superar un desamor, para recuperarte de un duelo, sea este el que sea. Los coach y el coaching desterraron a los psicólogos a sus consultas y ocuparon los programas de televisión y de radio además de, otra vez, las librerías. Si existen psicólogos de

Una cuestión de afectos

  ("Migrant Mother" fotografía en B/N de Dorothea Lange , tomada en Nipomo, California, 1936) Alguien debería explicarnos, desde muy jóvenes, desde que tengamos eso que se llama tan cuerdamente "uso de razón" que hay una asignatura que no se enseña en ningún sitio y sin la cual moverse por la vida es un camino cuesta arriba. Tan cuesta arriba que la mayoría de la gente se queda en un recodo de esa cuesta, sin avanzar, sin moverse, sin lograr atisbar el horizonte último, el que se contempla desde arriba. Puede que se piense, ingenuamente, que la democracia garantiza que todas las personas sean iguales y que, sobre todo, tengan las mismas oportunidades. No es así. Existen unos impedimentos que tienen que ver con dónde naces, por ejemplo, y no me refiero solo a la localización, que también influye, sino a la familia. Tienen que ver con cómo eres y tienen que ver con tu capacidad de crear afectos, de tejer contactos.  Si naces en una familia pudiente, con buenos contact

Opina, que algo queda

  (Foto: William Eggleston) Una nueva profesión se abre paso en los tiempos modernos. Gracias, Chaplin, por esta expresión. Una nueva profesión para la que no se necesita cualificación, ni exámenes, ni accesos, ni estudios, ni enchufes. No se necesita nada, salvo un artilugio donde haya internet. Te buscas un móvil con internet, una tablet, un ordenador, un lo que sea que tenga internet, y ya estás preparado para este oficio que está arrasando. Se trata del oficio de "opinador". Su propio nombre lo dice, no es difícil adivinar de qué se trata. Pero pondré algunos ejemplos: Se arma un conflicto bélico de envergadura en el mundo. Tú opinas como si fueras un experto en geopolítica. De hecho, eres para ti mismo un experto en geopolítica.  Hay una crisis de gobierno y se cambian ministros. Tú analizas los cambios, los perfiles y opinas. Aquí ya te has convertido en un politólogo de altura.  Cualquier acontecimiento que suceda en alguna parte del mundo, lejana o cercana; cualquier

La importancia de tener un buen jefe

  La foto es de William Eggleston y viene a cuento. Un empleado, un trabajador por cuenta ajena, está descansando un momento tomando una hamburguesa. No se sienta en un restaurante, ni pierde el tiempo, simplemente sacia su hambre de la forma más rápida posible. Ese es el significado de la comida basura, correr, correr, correr. Eggleston siempre tiene alguna foto inspiradora aunque, en este caso, la inspiración era previa. Pienso mucho en lo que expreso en este título: la importancia de tener un buen jefe. Y no me refiero solo al jefe del trabajo, sino al director del colegio, al cargo político que debe mandar, al catedrático que ha de dirigir tu tesis, a todo el que está por encima de alguien y que, en lugar de usar a ese alguien a su conveniencia, debería servirlo en todo el sentido de la palabra: ayuda, respeto, orientación.  Conozco a muchos jóvenes porque han pasado por mis manos durante años. Algunos se quejan abiertamente de cómo los tratan en los despachos de abogados en los qu

Giverny florece contra todo pronóstico

  El jardín de Giverny, su luz de pleno día, sus colores, sus plantas en desorden, su pincelada suelta, Monet, impresionistas, mirarse en un espejo, Nadar y su estudio, el salón de los rechazados, la vanguardia, arte, vida...De igual manera que los nazis despreciaron el arte contemporáneo, esa degeneración que ellos decían y acabaron con la Bauhaus, haciendo que Kandinsky dejara atrás lo que era suyo para empezar de nuevo, de igual modo, esos supuestos y falsos activistas de hoy se dedican a echar porquería a las obras de arte. Dicen que luchan contra el cambio climático. No han aprendido o no quieren saber que el arte es tan necesario para la bondad de la vida humana como el aire que se respira. 

Giacometti y los pétalos rosas

  (Foto de la autora) El camino que recorres cada día es mitad rutina, mitad emoción. Cuando dejas de frecuentarlo por algún motivo la naturaleza se encarga de recordarte, al volver, los capítulos que no leíste del libro de la vida. Por eso se asoma con cualquier excusa y te regala imágenes como estas, la imagen del suelo terrizo, de los pétalos desgajados de las pérgolas de buganvillas rosas y la sombra alargada, como si fuera una figura de Giacometti, de las ramas de los árboles.  Conocí a Alberto Giacometti y a sus figuras que caminan convertidas casi en nada cuando estudiaba arte en la universidad. Hay quien dice que aprende poco pero yo recuerdo cada día las enseñanzas de aquellos días, e incluso anteriores, las del bachillerato y las del colegio. Debo ser una perpetua alumna porque sigo indagando en lo que son las cosas y en el secreto que contienen. La sombra de los árboles me ha traído a Giacometti y me he sumergido en él de nuevo, de igual forma que lo hacía para preparar un e

La otra muerte de Zola

  (Fotograma de la película "J'Acusse", de Roman Polanski, 2019) Nada más desconsolador, para los que han crecido leyendo periódicos, que la evidencia de que el periodismo ha muerto. Después de saludar con escepticismo, cuando no con verdadera aversión y auténtico miedo, el nacimiento de las redes sociales, el periodismo decidió que no valía la pena luchar contra un gigante, sino plantear la estrategia del disimulo y de la imitación. Decidió que lo primero era la ganancia y lo último, la ética. Al tomar ese camino colocó a los lectores, en realidad a los ciudadanos, en la disyuntiva de dejarse engañar o de huir sin volver la cabeza. No existen estadísticas que nos aclaren, si es que una estadística sirve para aclarar algo, qué es lo que ha sucedido, pero cada uno de nosotros puede narrar su particular historia. Y muchas historias suman una historia global. O quizá no, pero tampoco importa. En realidad, a estas alturas de este texto la mayoría debe haberlo dejado atrás, po