Honor


 Desde que el cine existe nos consuela. Sirve para enseñarnos cosas que ya no existen. Emociones apagadas, huidas, todo lo que el hombre desea y no encuentra. El cine te hace falta, sobre todo, cuando abres el periódico por la mañana. Cierto es que ya no despliegas enormes páginas de un diario sábana, ni las grapadas de otro de pequeño tamaño. La verdad es que lo único que haces es recorrer internet en busca de una y otra cabecera, activar suscripciones, pagar en algún caso, moverte en la maraña de noticias, pararte en algún vídeo. Es todo lo que haces. No bajas a la calle, no compras en el quiosco, no te sientas a tomar chocolate con churros en el bar de la esquina, no llevas tus cuadernos, no escribes impresiones, no garabateas tu nombre en ningún sitio. El ordenador es la puerta al espacio en el que cabe todo y allí están las noticias. Intratables noticias muchas veces. Intratables problemas cada cuánto. Piensas en el honor. En una democracia debería existir un resorte, la medida del honor, que se activara cuando se sobrepasa el barro. Has caído, te marchas. Pero no. Precisamente en una democracia no hay manera, no hay timbre que pulsar, no hay nada que no sea pueblo y al pueblo se le llama, no puede volar solo. Y si aquellos que tienen la obligación de ser tan ejemplares como para que el ciudadano lo contemple y lo avale, se olvidan del honor o nunca lo tuvieron, entonces estamos perdidos. No hay salida. No es una película. No es un título. De verdad no hay salida. Ni la banda sonora de una película mítica puede hacerte olvidar que el barro va a salpicar a todos. Las víctimas de una mala democracia se cuentan por millones. Y nunca van a cobrar indemnización ni nadie va a pedir perdón por haberlas sepultado en el miedo. 

Si te ha gustado esta entrada, ya sabes, comenta, opina y suscríbete al blog. Gracias. 

Comentarios

Entradas populares