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Mostrando las entradas etiquetadas como William Eggleston

Sin luz

  Cada vez que falla una de las luces hay que avisar a alguien para que la repare. A veces se tarda mucho tiempo en dar el aviso y estamos casi a oscuras. Desde que él se fue (irse es el eufemismo de morirse) las pequeñas reparaciones se quedan a la intemperie, no hay forma de que la casa funcione con normalidad, todo parece que se va deteriorando sin remedio. Haría falta arreglar una persiana, cambiar el toldo, restaurar las luces que no encienden, solucionar el atasco, colocar las baldas de una de las despensas que se han caído y cuyos topes laterales no sé por dónde pueden andar...todas esas cosas que él hacía y que parecían insignificantes y que, después de todo, marcan el ritmo de la vida. Llega un operario cuando la cosa no puede andar más, hace su faena, cobra y se va. Eso es todo. En realidad, todo es nada en este caso. Nada es como antes. Nada será nunca como antes. Nada marcha. Nada vive. Nada brilla. Nada luce.  (Foto: William Eggleston)

La belleza de lo sencillo

     A veces sueño con jardines. Recorro largas distancias sin cansarme, sin dolores, sin miedos, las recorro y a cada lado hay jardines, flores de todas clases, plantas, macetas y tiestos, setos, arriates. Querías tener un arriate en nuestra casa pero no pudo ser, fue una de tantas cosas como quedaron inconclusas, sin posibilidades de existir. Las plantas han desaparecido todas. Desde que estoy encerrada en este aquí que no entiendo sueño con jardines. Y son los extraños jardines de Eggleston y veo sus coches, sus enormes coches, coches de todos los colores, coches en los que podría viajar al mundo entero, sin que esta inmovilidad de sentimientos sea un impedimento para nada. 

Esa geometría del desprecio

Acuno soledades y, alguna vez, preguntas. Las certezas no existen, salvo para negarme, para negarlo todo. Avanzo entre las piedras, el suelo tiene la dureza de las tardes oscuras, esas en las que nadie más pisa las calles, esas en las que corro sin sonidos. En uno de los rincones que suelo atravesar está su imagen. Le he perdonado todo, casi todo. Desde el vacío, desde el sueño imposible, hasta la mentira piadosa y la mentira cruel. Todo. Le he perdonado todo. Por eso hoy ya no tengo palabras que ofrecerle y por eso las mezclo con las fotos de un espacio perdido en un país tan lejano como él.  Durante mucho tiempo reuní en pequeños fardos de ignorancia todas las dudas de un tiempo ya caduco y las puse delante de sus ojos porque creía en él. Creía en sus respuestas y en sus vacilaciones. Tan grandes era mi miedo que tuve que creerme que era cierto aquello que decía sin convicción. Mentía. Todo era falso. Era falso y mentía. Eran mentiras llenas de espejismos, de personas sin r

Libros para leer este otoño

  Asómate a cualquier cultural y verás que, de nuevo, aparecen listas. Son las recomendaciones de lectura para el otoño. Como si fuera un atelier de moda, los suplementos culturales o las revistas de crítica literaria se empeñan cada estación en conducirnos por el terreno de los libros que sí o sí has de leer. Listas de diez, de cincuenta o de cien, da igual. Luego están las listas contrarias, las que vienen al final del curso escolar o del año, las de los más vendidos o los más leídos que, por otra parte, no tienen nada que ver las unas con las otras. De ese modo hay lectores que se sienten concernidos por este intento de dirigir su itinerario, se aseguran de no equivocarse y se ponen a la misma altura y nivel que otros lectores encantados de leer lo que hay que leer. Eso es un problema de toda la vida. Desde que estamos en el colegio se empeñan en decirnos qué hemos de leer. Si no lees lo establecido es como si no leyeras, como si fueras una especie de bandolero de extrarradio, algui

La espera

 La ciudad amaneció amenazada por una lluvia cierta. Los boletines que anuncian el tiempo así lo habían avisado. Pero, como siempre, el agua se hizo esperar y estaban todos los niños en el colegio, dibujando a Alicia y al conejo blanco cuando la tormenta estalló. Había rayos y truenos y, sobre todo, agua. Unas nubes destellaban sobre el colegio, sobre la calle entera, sobre la ciudad y sus mares. Los ventanales del aula ya no trajeron luces sino la sombra oscura de las nubes reflejándose en la tersa madera de las bancas. Las niñas, inclinadas sobre el dibujo, apenas prestaron atención al acontecimiento. Porque en esas edades ninguna tormenta puede hacerte variar de rumbo y no hay ningún niño al que asusten la oscuridad ni siquiera el perfil violento de las nubes. En el patio central del edificio, ese que tenía azulejos amarillos y azules festoneando las paredes, no se oían las voces de otros días cuando los niños salían a recitar las tablas o a hacer contorsiones gimnásticas. Durante a

Mientras asoma el alba

     Cuando yo tenía dieciséis años pasé un verano en Ronda . Puede parecer que Ronda no es el mejor sitio para pasar el verano. No hay playa y hace mucho calor. Pero si vives todo el año junto al mar puedes permitirte esas licencias. Y Ronda tenía un aire romántico que me llamaba. No contaré las circunstancias de aquella estancia, sería cosa que no importaría a nadie. Pero sí algunas de las sensaciones que experimenté el tiempo que estuve allí. Luego he vuelto, claro está, en muchas ocasiones, pero el sabor de aquel verano nunca más volvió a aparecerse, seguramente porque nunca más he tenido dieciséis años.     Recuerdo la soledad. Mi casa familiar, tan llena de gente a todas horas, impedía el mínimo sosiego. No había forma de estar ni siquiera un rato aislada, sin voces y sin charlas. Todo el tiempo te encontrabas rodeada de familia. Pero cuando comencé a pasear por Ronda me percaté de lo agradable que era el silencio y de lo bien que se estaba sola. No lo sabía, no lo supe hasta es

Color de agosto

(Foto de William Eggleston) Han pisado mis pies la arena temblorosa un pájaro brillaba con pálidos sonidos qué extraordinario andar el del silencio oculto  así, como si nada, enhebrando colores. Ese verde sabor, la tibia sombra esa falsa verdad, la sombra inquieta la blanca oscuridad, el temible desierto,  hallan mis pies desnudos un vano intento. Volando tras de ti y tú esquivándome  fiera verdad, lluvia desconsolada,  inmenso llanto, nostalgia prevenida,  pisan mis pies el árido camino.  

Las puertas cerradas de William Eggleston

  La fotografía es el arte de nuestro tiempo. No hay otra manera mejor de expresar lo cambiante de la naturaleza, de las estaciones, de las personas. Ha pasado de ser un documento de lo que sucede, un retrato de la belleza o la fealdad, al testimonio de las ideas, porque lo que se plasma en la imagen fotográfica no es ya lo que se observa, sino la mirada del que observa. Esto lo hace William Eggleston de manera que sus exteriores (la mayoría de sus fotografías lo son) encierran historias. Puede escribirse un argumento a partir de cada una de esas fotos, todas tienen traducción en palabras, aunque las palabras puedan parecer innecesarias. Lo contó Eudora Welty en la introducción al libro de Eggleston "The democratic forest ". La naturaleza no es solo lo natural, los árboles, las flores, el paisaje agreste, las nubes o los campos labrados, sino todo aquello que se ha ido agregando por decantación, desde lo más humilde a lo más egregio.  Eggleston parece realizar un ejercicio

Crecepelos

(Foto de William Eggleston)  Primero fue la Historia. El auge de las novelas "históricas" produjo un boom editorial y, a su calor, miles de personas consideraron que eso que se contaba ahí era la historia de verdad. Los historiadores se replegaron y los escritores de "historia" ocuparon los púlpitos, los escaños del Congreso y las librerías. Ahora mismo la gente conoce determinados acontecimientos históricos, o cree conocerlos, a la luz de esas novelas y no de los libros de Historia, relegados al saber académico.  Después fue la Psicología. La vida moderna produce un sinfín de nuevas patologías y nada mejor que alguien que te conduzca, que te diga, sin compromiso y sin prospecto, qué has de hacer para vivir mejor, para superar un desamor, para recuperarte de un duelo, sea este el que sea. Los coach y el coaching desterraron a los psicólogos a sus consultas y ocuparon los programas de televisión y de radio además de, otra vez, las librerías. Si existen psicólogos de

Eggleston: el color atraviesa la luz

  Entre los fotógrafos cuyo trabajo admiro está William Eggleston (Memphis, 1939). Su tratamiento del color es tan extraordinario que te gustaría acercarte y tocarlo, ver cómo las manos se deslizan por la realidad que él representa tan certeramente. La fotografía es el gran arte del siglo XX y este fotógrafo es uno de sus más importantes ejemplos. Solo con dos elementos fundamentales, la luz y el color, jugando entre sí de forma recíproca, consigue crear una historia con cada una de sus fotografías. Por eso es inspirador, por eso verlo es una forma de estímulo para convertir en palabras sus imágenes.  Resulta impensable hacer poesía visual con objetos prácticamente de desecho. En la foto superior hay dos contenedores de basura, una especie de caseta hecha de materiales deleznables, unas vallas que separan la naturaleza inhóspita del espacio central, restos de paquetes abandonados, incluso el suelo está manchado, no tiene ningún cuidado. ¿Cómo de todo eso puede resultar una foto tan bel

La importancia de tener un buen jefe

  La foto es de William Eggleston y viene a cuento. Un empleado, un trabajador por cuenta ajena, está descansando un momento tomando una hamburguesa. No se sienta en un restaurante, ni pierde el tiempo, simplemente sacia su hambre de la forma más rápida posible. Ese es el significado de la comida basura, correr, correr, correr. Eggleston siempre tiene alguna foto inspiradora aunque, en este caso, la inspiración era previa. Pienso mucho en lo que expreso en este título: la importancia de tener un buen jefe. Y no me refiero solo al jefe del trabajo, sino al director del colegio, al cargo político que debe mandar, al catedrático que ha de dirigir tu tesis, a todo el que está por encima de alguien y que, en lugar de usar a ese alguien a su conveniencia, debería servirlo en todo el sentido de la palabra: ayuda, respeto, orientación.  Conozco a muchos jóvenes porque han pasado por mis manos durante años. Algunos se quejan abiertamente de cómo los tratan en los despachos de abogados en los qu

Rafael Guillén: poesía tan honda

Los taxis están hechos con materia de soledad, de presurosos besos, de palabras sin terminar, de rápidos adioses, de cabezas que se vuelven como pidiendo auxilio. Cada taxi va tejiendo y tejiendo su capullo de seda por las calles, va encerrando su mariposa entre los hilos tensos de la ciudad que gime y que lo envuelve. (Imagen: fotografía de William Eggleston) (Texto: fragmento de Rafael Guillén)

La historia de Fay Langdon

  Fay es la hija única y querida de un matrimonio sencillo. En su juventud fue muy famosa porque cantaba en la radio las canciones románticas y tristes de la época. Esas canciones le recuerdan su infancia y su vida pasada y por eso, quizá, al crecer nunca ha querido volver a oírlas. Su boda con Owen Langton fue una verdadera suerte porque él era atractivo, atento y trabajador. Demasiado trabajador, según Fay, porque pasaba mucho tiempo fuera de casa y porque no parecía tener la suficiente alma como para entenderla. Las mujeres, piensa ella, son siempre complicadas de entender para los hombres de mente sencilla y crearles problemas no sirve de nada, te considerarían entonces un verdadero estorbo. La casa en la que Owen y Fay viven es horrorosa, porque la decoró Hermione, la primera mujer de Owen, que tenía mal estilo y mal gusto. Esos extremos en los colores y esos detalles horribles en la decoración perdurarán en la casa durante todo el matrimonio, que se romperá cuando él muera en un

En septiembre

  Desde que tengo uso de razón (qué hermosa expresión es esta) todos los septiembres han sido esperanzadores. Sin esperanza puede haber vida, pero es una vida peor, una vida plomiza y demasiado cansada. Mi palabra favorita es "esperanza" lo mismo que Esperanza era el nombre favorito de mi padre. Ninguna de sus seis hijas se llama así lo que quizá nos demuestre cómo fue un hombre cargado del peso de las sombras, aunque merecía la luz.  Septiembre. El comienzo del curso escolar es lo mismo que tirar a la basura el pasado, los amores vencidos del verano, los dolores viejos, el aburrimiento de los paseos en soledad, el llanto en las azoteas, las llamadas de teléfono insulsas, las vacaciones que nunca salen en las revistas del corazón, la relación familiar (a veces, tan difícil),  Eternamente alumna o profesora, septiembre trae cambios de casa, cambios de trabajo, cambio de compañeros, cambio de curso, cambio de ciudad, cambio de vida. Ese es el cambio necesario, el que aligera el

Siempre me da envidia leer a Joyce Carol Oates

 Me llama la atención ese aspecto de pajarito elegante. Y la franqueza de la mirada. No aparente tener dentro ese paisaje convulso de su propia personalidad, la que crea argumentos y personajes atormentados, difíciles; la que narra con pulcritud, atrevimiento y certeza, unas historias que no puedes dejar de leer.  Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938) está a punto de cumplir ochenta y cuatro años. Hasta hace poco enseñaba en Princeton. La vida escolar, el contacto con los jóvenes estudiantes, la ponía a cien. Hacía que su universo se contagiara de esa prisa cotidiana de un centro educativo. Al tiempo, escribía y escribe. Con una regularidad espartana. Con un trabajo de investigación previo que resulta envidiable. Planificación, búsqueda de fuentes, pistas, ciudades, personas, ideas. Todo ello se congela en sus ficheros hasta que lo utiliza en sus relatos y en sus novelas. Una tarea que ya está acostumbrada a realizar y que requiere concentración y discernimiento.  A sus alumno

Cameos

  (Fotografía de William Eggleston, 1939) En el cine, un cameo es la aparición en una película de un personaje famoso que tiene una intervención esporádica y, en cierto modo, curiosa. Hace algo que no es corriente o algo que lo identifica, eso depende.  En este blog nos gustan los cameos en el cine porque plantan un interrogante al que no se suele dar una respuesta. El cine es un paraíso de preguntas, por eso tiene la llave de las ilusiones.  Escribir es dibujar imágenes con palabras. Y un cameo es la forma en la que alguien se cuela con permiso en un espacio que no es el suyo pero que lo acoge con la alegría del encuentro. Así aparecerán, en este blog, las palabras de quienes poseen la gracia, el ardor y el espíritu suficientes como para mostrarnos su mundo en pocos renglones.  Como en el cine, aquí están los cameos de "Una isla de papel". Próximamente en este blog. 

Querido fantasma...

  Lo sé. Eres muy importante. Tan sesudo... Escribes esos libros llenos de datos, investigaciones, soluciones y ¿perversiones? No. Todo es mucho más intelectual, más serio, riguroso, selecto, ¿convencional? He intentado leer algunos y me he quedado dormida. A mí me sacas de las novelas de terror y me hundes. Eres muy importante y yo debería haberlo tenido en cuenta. Pero, claro, ¿qué se le puede pedir a una cabeza loca que prefiere beberse una coca-cola y no un champán de la región de Champagne, allá en la France, Macron mediante...? Cuando te conocí entendí que la perfección masculina existía. Un tipo tan elegante, diverso, diletante, entendido, un gentilhombre del siglo XXI, con esas corbatas tan llamativas y caras, con ese savoir faire, y esa postal de señor de mundo. No me extraña que haya tantas mujeres que te sigan a todas horas, que suspiren por ti y que te vean en sueños como la salvación de sus soledades. Si es que eres perfecto...O casi.  Solo algunos pequeños detalles que en