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Elogio de la quietud

  Cuando los impresionistas representaban en sus obras odaliscas, prostitutas o modelos, Mary Cassatt decidió que iba a darles presencia a las mujeres cotidianas, a las que llevaban una vida normal, a las madres de familia, que no ofrecían una biografía espectacular sino que cuidaban a sus hijos, sus casas o sus jardines. Puede parecernos un tema anodino pero era verdaderamente revolucionario, precisamente porque lo que se llevaba entonces era todo lo contrario. Salvar de la vulgaridad a las madres y a las mujeres sencillas fue un acto de valentía que tuvo muchos detractores, pues consideraban que no merecía la pena gastar pintura para esto. Pero ella, hasta el final de su vida en la que cedió al gusto de los marchantes y se dedicó a pintar con pastel escenas edulcoradas y poco realistas, tuvo siempre la intuición de que en esa cotidianidad había una fuente de inspiración perfecta.  La maternidad de Mary Cassatt (ella que no se casó ni tuvo hijos) se expresa en forma de abrazos conteni