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Mostrando las entradas etiquetadas como Dorothea Lange

Una cuestión de afectos

  ("Migrant Mother" fotografía en B/N de Dorothea Lange , tomada en Nipomo, California, 1936) Alguien debería explicarnos, desde muy jóvenes, desde que tengamos eso que se llama tan cuerdamente "uso de razón" que hay una asignatura que no se enseña en ningún sitio y sin la cual moverse por la vida es un camino cuesta arriba. Tan cuesta arriba que la mayoría de la gente se queda en un recodo de esa cuesta, sin avanzar, sin moverse, sin lograr atisbar el horizonte último, el que se contempla desde arriba. Puede que se piense, ingenuamente, que la democracia garantiza que todas las personas sean iguales y que, sobre todo, tengan las mismas oportunidades. No es así. Existen unos impedimentos que tienen que ver con dónde naces, por ejemplo, y no me refiero solo a la localización, que también influye, sino a la familia. Tienen que ver con cómo eres y tienen que ver con tu capacidad de crear afectos, de tejer contactos.  Si naces en una familia pudiente, con buenos contact

El tiempo de los abrazos

Miradla, está en el centro de la foto. La niña quiere ser buena pero no consigue que su mirada se centre en el libro que está leyendo. No consigue que se detenga ahí, que se convierta en el motivo principal de su interés. No. Mira más allá, se despliega, se lanza a un universo desconocido, se zambulle en un mar de olas peligrosas y sin fin. Ella, la niña de la foto, se pregunta por algo más que los libros no enseñan. Y esa pregunta es el motivo principal de sus dudas. Y será así siempre, toda la vida, todos los años venideros, toda la gente que va a conocer, representará esa pregunta sin respuesta.  La niña de la foto no sonríe. No tiene el gesto concentrado de la compañera del jersey geométrico, que parece buscar en el libro de al lado algo que en el suyo no existe. Esos ojos fruncidos indican un sentimiento de malestar porque ese otro libro es más interesante que el suyo, más grande, con menos hojas. Tampoco se parece a la niña rubia del vestido bordeado de piquillos. Esta ni

La última vez que pronunció mi nombre

( Dorothea Lange. Mother and Child. San Francisco, 1952)  Yo subía la escalera. Ella estaba allá arriba, en el descansillo, delante de la puerta del piso, un quinto, en el que se iban cerrando habitaciones porque cada vez vivía menos gente. Los hijos que se van, el marido que muere. Ella allí, en lo alto, asomada apenas, y yo subiendo despacio, uno tras otro, los escalones, con miedo, cómo no, el miedo de saber que, quién quiera que fuese, ya no era lo que era.  Entonces me miró solo un instante. Un momento fugaz. Un aire, una huella, el pequeño fulgor de un resplandor sin llama. Me miró y sus ojos parecieron hablar aunque callaron. Me miró y pronunció mi nombre con la total certeza de otros días. Dijo mi nombre en voz muy baja, pero era su voz y mi nombre era. Lo dijo y me miró. Reconoció la figura expectante que subía la escalera y cruzamos miradas hacía tiempo imposibles.  Después de aquello, nada.  (Dorothea Lange. May Day Listener at Rally. 1934)