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Mostrando entradas de julio, 2023

Ellen von Unwerth

Ellen Von Unwerth es una fotógrafa nacida en 1957 que trabajó antes de modelo durante unos diez años. Después cambió su ocupación, tomó la cámara y comenzó a realizar fotografías de moda muy especiales, tanto en color como en blanco y negro. Las que vemos aquí son una pequeña muestra. Ellen nació en Frankfurt (Alemania). Huérfana casi desde su nacimiento, pasó su infancia en una casa de acogida y su adolescencia como okupa en una comuna ubicada en Munich. Quizá por eso le gusta tanto representar el lujo y la sofisticación, la belleza de lo elegante. Dio su primer paso como modelo en París, posando para grandes fotógrafos como Oliviero Toscani y Helmut Newton, donde con cada sesión descubrió que su verdadera pasión era la fotografía. Su novio de ese entonces, que era fotógrafo, le regaló una cámara. Su primera toma de contacto con la fotografía profesional fue en Kenia, donde tomó fotos de la población y de los niños de esta ciudad. Nunca imaginó que las fotografías serían publicadas po

Baile a la luz de las velas

(Pintura de Jack Vettriano) Ocupar el ocio es una de las prerrogativas de las sociedades avanzadas. Cuando uno tiene asegurada la supervivencia, no tiene que ir a cazar animales para obtener pieles ni alimento, cuando la vida sigue su curso organizadamente, entonces nos encontramos con que hay tiempo libre que llenar.  Los personajes de Jane Austen tienen en su mano las diversiones normales de la gente como ellos en el tiempo en que vivieron. Jugar a las cartas; conversar; hacer visitas; jugar a los juegos de palabras; a las adivinanzas, o a las charadas; bailar; salir a cenar fuera; hacer una excursión al campo; asistir a una velada musical; tocar el piano…; coleccionar acertijos... Bailar a la luz de las velas era una de las más atractivas distracciones para cualquier joven. Cuando los señores Weston (en "Emma") quieren agasajar con un baile a Frank Churchill, dado que su casa es demasiado pequeña, deciden comprobar las condiciones de “La Corona”, una es

El vestido

El vestido llevaba muchos días colgado en el armario. Perfectamente planchado y colocado en su sitio. Sin nada que estorbara sus volantes bajos estilo años 20. Sin que su color rosa maquillaje, suave, tierno, se viera afectado por el sol del estío que entraba por la ventana del dormitorio. Era un vestido dispuesto para ser feliz. Un vestido reidor. Un vestido que llevaba escrita la palabra "encuentro". La palabra "cita". La frase "quiero mirar tus ojos junto al río". Ella se enamoró del vestido nada más verlo. Y así lo tuvo presto para ese momento, del final del verano, allá por el mes de septiembre, en el que descubriría con él a un hombre lleno de dulzura, un hombre tierno, un hombre al fin y al cabo.  Los días pasaron y las noches. Las palabras ardieron en pavesas. El final del verano dio paso al otoño. El río desdibujó su perfil y ya no tuvo esa firmeza etérea de los amaneceres ni tampoco la fuerza rotunda de las noches. El vestido se agostó

Me pesa tanto el corazón...

Opción 1: Amor mío. Perdóname por escribir estas palabras. No creí que fuera capaz de hacerlo. Sé que te extrañará leerlas, que no las esperas y que querrás que no hayan sido escritas. Pero me pesa tanto el corazón que tengo que aligerarlo y decirte que, a pesar de que lo he intentado, no he podido dejar de amarte nunca.  Opción 2: Querida....Lo he intentado, créeme. He buscado la forma de quererte a mi manera. Pero no existe o yo no la he hallado. Y por eso, porque no puedo responder a tu sentimiento, hoy te escribo que me marcho, que no volveré y que me pesa tanto el corazón que debo separarme de ti para siempre.  Opción 3: Escríbela tú mismo, tú misma. Es tu vida.  (Imagen de Jack Vettriano)

Nunca contigo

Has llenado la bañera casi hasta el borde. El agua está muy caliente. Lo necesitas. Has colgado el teléfono y le has quitado el sonido. No quieres oír su voz, total va a mentirte. Has encendido un cigarrillo que no vas a fumarte. Por enésima vez has decidido dejar de fumar. Aunque dentro de poco volverás a las andadas. Has llenado una copa de cava y te has sumergido en el agua, con el pelo suelto, sin desmaquillarte, con los labios rojos y las uñas pintadas.  Estás pensando. Tu instinto te dice que te ha utilizado. Que toda esa parafernalia que a ti te ha llegado al corazón es pura dinamita, pensada únicamente para lograr un objetivo. Y el objetivo no eres tú, no es nada tuyo. Eres un instrumento nada más. No quiere poseerte. No quiere tu cuerpo, ni tu alma. No quiere tus ojos, ni tu boca. No quiere tus manos ni tu piel. No quiere nada tuyo. Eres un instrumento, como tantos otros.  Has sentido un dolor indefinido clavado justo en un costado, a un lado de la espalda. Como si

Ella está sola

Mira sin ver a través de los visillos de blanco tul, con un pequeño frunce que los hace más ligeros y flexibles. Es una amplia ventana. Un ventana blanca, como blanco es el alféizar y como blanca es la pared. Y blanca, limpiamente blanca, la suave tela que cubre el asiento en el que ella descansa. Estática, quieta, la mirada fija en un punto inexistente. No observa lo que ocurre, recuerda lo que siente. Mira hacia dentro. Hacia un punto de su corazón que ahora mismo sangra. Una punzante herida que se ha abierto cuando menos lo esperaba. Una herida que se infringe sin querer, quizá, pero con saña. Su corazón sangra y sus manos sostienen, indiferentes, una taza de café que nadie beberá. Lo espera. Lleva esperando muchas horas, años quizá. Lo espera, pero sabe que nunca llegará. Que una tela de araña, espesa y persistente, nublará su conciencia y lo alejará de este lugar del mundo en el que ella se sienta, paciente, a esperarlo. Cruza las piernas enfundadas en sus medias negras, sus p

Y llegarás a casa

Es igual, qué más da. Tómate todo el tiempo del mundo. Está ahí, lo tienes a tu lado. En torno tuyo. No hay nada que interrumpa esa secuencia de horas y de minutos en la que estarás sola. Nadie te llamará. Nadie dirá que tienes un color tan hermoso de piel que brilla cuando el sol se asoma a tu ventana. Nadie te besará la comisura de los labios y aspirará tu olor. Nadie venderá ante ti su belleza para que tú la sorbas a tragos largos. Nadie te espera. Y llegarás a casa a tiempo de todo. Lo que tienes que hacer no tiene horario. Llegarás y allí te sentarás tan sola como antes. Tan perdida que no sabrás si estás dentro o estás fuera. Porque no hay ningún sitio en el que olvides. Porque no hay ningún hueco en el que puedas esconderte, aunque quisieras. Y llegarás a casa y allí te esperarán los recuerdos de un tiempo que escribiste con letras que no existen. Y llegarás a casa y tocarás tu cuerpo sin reconocer apenas que fuiste una flor que se abrió en otras manos.  (Imagen de Jack V

"Los amores de Sylvia" de Elizabeth Gaskell

Una vez que descubres a Elizabeth Gaskell la adoras para siempre. Reconoces en ella a una escritora de pulso firme, a una mujer de convicciones y a una observadora de la vida, plena de matices y de pequeños detalles. Como otras mujeres de su generación (1810-1865), es una indomable, alguien que depositó en la escritura bastante más que una afición o un entretenimiento.  Resulta muy curioso comprobar como sus libros no se paran, únicamente, en la clase a la que ella pertenecía, la más acomodada e instruida, sino que bucea en las contradicciones que la vida de los obreros y de la gente del campo presentaba en estos años mediados del siglo XIX.  En su famoso libro Cranford , escrito durante su estancia en Manchester, plasma con toda sensatez la difícil vida de los trabajadores y la oscuridad de la misma. Otra obra de singular relevancia es Norte y Sur y, seguramente su obra maestra es Hijas y esposas , en la que la doble vertiente de la vida privada y de la vida social se une

"Cranford" de Elizabeth Gaskell

Elizabeth Gaskell (1810-1865) es la escritora en lengua inglesa de carácter más social de todas las que vivieron en el siglo XIX que son muchas. Nació siete años antes de que muriera Jane Austen (1775-1817) y conoció en primera persona las tensiones provocadas por la Revolución Industrial ya que, al casarse, se fue a vivir a Manchester. El contraste entre la vida en esa ciudad y su infancia en el pueblecito de Knutsford , en el que vivió tras la muerte de su madre, es brutal. Por eso los aspectos sociales tienen en ella una fuerza especial, por eso no deja de lado la situación de clases desfavorecidas que se ven abocadas a dejar las campiñas para ir a trabajar a las grandes fábricas textiles en esos años de cambio económico.  Sus preocupaciones morales, una visión costumbrista que se plasmó en algunas obras, el género fantástico, la vida doméstica y sus avatares, las novelas sentimentales o las biografías (magistral la de Charlotte Brontë), son las temáticas que ocupan sus

"Las confesiones del señor Harrison" de Elizabeth Gaskell

El más reciente libro de Elizabeth Gaskell publicado por Alba Editorial es este “Las confesiones del señor Harrison” . Se le considera dentro de las crónicas de Cranford, aunque antecede a estas o es, sencillamente, su precuela. Elizabeth Gaskell es una maestra de la crónica doméstica con aire social. Sus preocupaciones van más allá de matrimonios o chismorreos, cruzando la línea delgada que separa la vida personal de la colectiva. Hija y esposa de ministros de la iglesia unitaria inglesa, se quedó huérfana de madre y por ello se crió con una tía en el pueblo de Knutsford en el Cheshire, al noroeste del Reino Unido. Todavía en ese pueblo se encuentran sus huellas, tanto en el Knutsford Heritage Centre como en la The Gaskell´s Society. Después de casarse se trasladó a Manchester y allí su visión rural y casi idílica de la vida en la campiña se encontró con la realidad de una ciudad industrial, en la que se vivían constantes contradicciones entre la pobreza y la opulenci

"Hijas y esposas" de Elizabeth Gaskell

 La gran Elizabeth Gaskell publica este libro, por entregas como era habitual, entre 1864 y 1866. Es una historia "doméstica" pero de la que se pueden extraer conclusiones, como suele pasar con todos los libros de Gaskell. Nada es tan pequeño como para que no nos sirva en nuestras reflexiones. El espacio físico es el pequeño pueblo de Hollingford. Allí vive el señor Gibson, un médico atento y preocupado por su trabajo, pero que se ha quedado viudo con una hija en edad de casarse. Una jovencita a la que su padre no entiende ni es capaz de controlar. Para la gente de la época era muy importante tener claro quiénes eran los pretendientes, cuál su posición e intenciones y si les convenía o no para sus hijas. Pero esta labor parece exceder de las capacidades del señor Gibson. De modo que, como tantos otros hombres en aquellos años, decide casarse de nuevo y para ello elige a una señora respetable, maestra de escuela y con la edad apropiada, también viuda y madre de una muchacha b

"Lady Ludlow" de Elizabeth Gaskell

  Elizabeth Gaskell es una de tantas escritoras desconocidas hasta hace algunos años y que cuenta con una obra deliciosa. En este blog hay ya constancia de su escritura y de sus obras, así como del mundo que le tocó vivir, esa encrucijada de cambios que tan bien reflejó en sus novelas. Hija y esposa de pastores de la Iglesia Unitaria inglesa, Elizabeth Gaskell (Londres, 1810-Alton, 1865), es uno más de los casos de mujeres de vida retirada y plácida que, no teniendo aparentemente nada que contar forman parte de la historia de la Literatura, con una obra sólida y resistente al paso del tiempo, quizá porque, al margen del contexto, sus historias y personas son intemporales. De ellas se han realizado versiones en forma de películas y de series de televisión de gran éxito. Algunos de estos libros, como era usual en el siglo XIX, se publicaron por entregas en las ediciones y suplementos dominicales de los periódicos.  Resultan maravillosos los ambientes que recrea, el estudio de la psicolog

"Mary Barton" de Elizabeth Gaskell

(Elizabeth Gaskell retratada en 1832 por William John Thomson)  En abril de 2012 la Editorial Alba en su colección Clásica Maior, dirigida por Luis Mangrinyá publicó Mary Barton, la primera novela de Elizabeth Gaskell , que vio la luz originariamente en 1848. Sin embargo, esta edición responde a la que se hizo en 1850. Antes de eso, hubo otras dos ediciones de 1849. Todas ellas fueron anónimas, pues, como en tantas ocasiones, la autora no reflejó su nombre en el libro.  Las circunstancias de la novela son especiales. La autora vivía en Manchester, aunque toda su vida previa había transcurrido en lo que los ingleses llaman "el campo" , que no es otra cosa que un pequeño pueblo con su rectoría, su biblioteca, sus casas señoriales y su extensión de terreno alrededor. Como ella misma relata en un delicioso prólogo al libro, su primer pensamiento cuando decidió escribir una obra de ficción fue inspirarse en aquello que conocía tan bien y hacer "un cuento ambie

No

Él le dijo: “Te quiero”, con su voz dulce y rotunda al tiempo. Ella lo escuchó con reverencia y tuvo miedo. Supo que, después de esa frase, corta y definitiva, ya nada sería igual. Ya no podría fingir indiferencia, no podría inventar risas, no podría dibujar palabras imposibles, no podría atesorar lágrimas sin que él lo supiera. No. Después de aquello no valdría nada, salvo enfrentarse a todo. Enfrentarse a su propio corazón y al suyo. Aunque él no lo sabía. No sabía la respuesta de ella e imaginaba que las cosas transcurrirían como otras veces. Juego, deseo, quizá un poco de amor pero no mucho, sexo, fuego que se va apagando, desamor, aburrimiento y lucha. Y el adiós. Ese laberinto de sus pasiones que se iba repitiendo una y otra vez. Esa acusación que todas le hacían de que jugaba con la vida. Ese cansancio de verse en una ruleta que ya nunca podría pararse.  Ella le contestó, mirándolo a los ojos: “No”. Y repitió despacio: “No”. “No, porque te quiero demasiado”. “No, porque

Intimidad

Anna, Katia y Ruth estaban disgustadas. Se movían con sigilo mental. Sus cabezas tenían demasiadas cosas dentro, tantas que no se distinguía lo bueno de lo malo. Anna estaba cansada de alguna gente, Katia se sentía fea y Ruth tenía miedo. La tarde era bellísima. Todavía el verano no había dejado su estela a favor del otoño y, aunque los días eran más cortos, se conservaba ese sonido cálido de las tardes abiertas a la vida. El encuentro de las tres siempre traía sorpresas. Novedades. Confesiones. Luchas. Confidencias.  Ninguna de las tres era feliz. Eso podía notarse si entrabas con cuidado en la conversación y atisbabas sus palabras en clave. Sobre todo, si mirabas sus ojos. Los ojos de Anna tenían una aureola gris, una especie de pátina que solo el insomnio provoca. Los de Katia se habían encogido y una pequeña sombra violeta los convertía en traslúcidos, del mismo tono que las lágrimas que derramaba a menudo. Por su parte, Ruth los mantenía casi cerrados, temiendo que los at

La amargura es un pájaro con las alas quebradas

Si comparto contigo lo que siento hallaré sin duda un tiempo de descanso en el estío. Me mirarás con gesto de entenderme y sabré que tú sola has llegado a la misma conclusión: de nada sirve asomarse a una puerta cerrada. Nos sentaremos al abrigo del sol, de frente hacia la brisa que inunda lo que somos y así las dos firmaremos la paz con nuestras vidas. Somos esto y ya nadie tendrá capacidad de hacernos otras. La belleza no es nada, no hace falta ser listas, tan solo conocer el efecto que causa el agua cuando transcurre lenta y cuando es un torrente.  Me contarás historias. Algunas tendrán el tibio sabor de la derrota. No aprobaré nunca esa asignatura, me dirás con gesto distendido. Porque ya no te duele saber que has suspendido aquello que buscaste y que nunca fue tuyo. Por mucho que golpee con ese llamador de estilo antiguo una puerta entornada, no habrá paso, ni hueco, no podré asomarme a contemplar el resto, solo vislumbraré una luz y esa luz será otoño casi siempre,

Llanto

Lo único que recuerdo de aquellos días es el llanto. Fueron muchos meses, todos ellos cargados de una penetrante ausencia que se manifestaba en cada cosa. Pero es el llanto lo único que recuerdo. Una sensación de desamparo y las constantes lágrimas que acudían sin permiso. Recorría despacio el camino que me separaba del trabajo y lloraba. Volvía a casa después de intentar hacer algo, casi sin conseguirlo, y lloraba. Me sentaba delante de la televisión y lloraba. Cogía un libro y lloraba. Tomaba mi bolígrafo y mi cuaderno, para acabar llorando. Así, no recuerdo otra sensación ni otro sentimiento. Solo el llanto firme, fluido, capaz, poderoso, se ha mantenido en mí como una memoria infinita. No puedo saber qué comía ni cuándo, ni qué hablaba ni con quién, ni qué pensaba ni adónde miraba, ni cómo me sentía. Solo el llanto es el reflejo de la presencia ausente. Solo el llanto era un compañero eficaz y diario. Solo podía llorar a cada instante. Es el llanto el recuerdo más nítido, el ú

Ni en rosas las huidas

Deberíamos empezar a escribir las historias por los momentos felices. Esos días dorados en los que el corazón se arrebata y solo existe una palabra: tú. Él es ese tú que te convierte en la persona que soñaste ser. Él está ahí para hacer que todo encaje. Los antiguos dolores se matizan, como si un niño pasara sus dedos por la mancha roja que deja la cera en un papel.  Eso sería lo lógico. Escribir los instantes únicos que no deberíamos olvidar. Ese latir del cuerpo al compás de la dicha. O las miradas. Un repertorio de miradas que nadie más que él sabrá interpretar. Y luego, las señales. En el nivel más alto de la complicidad te encierras en un mundo que los dos habéis diseñado a medida. Cuando te despides, por enésima vez y sin querer dejarlo, le susurras: Amor mío. Y ese es el comienzo de todo.  Pero no es así. No es la algarabía del amor correspondido, del bienestar, lo que te hace sentarte en tarde festiva, cuando todos disfrutan de una emoción que a ti te está veda

Aventura en Saint Tropez

  Verano. Los cuatro tenemos la misma sensación de libertad desde que hemos llegado. Al mediodía y después de comer las calles del centro están vacías. La gente huye del calor y se va a las playas, pero somos insobornables en eso y las recorremos como si tuviéramos la firme voluntad de grabarlas en nuestra retina para siempre. Y lo logramos. Las ventanas aparecen cerradas, el suelo es irregular y los negocios tienen las puertas demasiado pequeñas. En algunos rincones aparece la visión del mar en la lejanía y entonces entra en nuestras vidas el azul, esa sinfonía de colores cambiantes que convierten el pueblo y su costa en un cuento de hadas.  Pero hay verde. Donde menos te lo esperas aparece un cafetín con las mesas enmanteladas y un aire perdido como si nadie quisiera recibir visitas, a pesar de que el negocio es ese. Cerca de la playa, los establecimientos están saturados de turistas, pero en el interior, todo es silencio, holgura y platos verdaderamente curiosos. Hay brandada de Nim

Ibáñez, el maestro

  Es la hora de la siesta y debería sentarme a leer un rato pero ha saltado la noticia en Twitter y ya no puedo dejar de pensar en estas estanterías que están por aquí cerca en las que se encuentran sus tebeos, encuadernados en rojo algunos, otros en blanco, otros en forma de pequeño libro de pasta dura o de pasta blanda. Todos los mortadelos nos rodean. Son un ejército de risas. Los libros de Ibáñez, sus personajes, sus historias, me evocan la infancia. La mía, la de mis hermanos, la de mi hijo. Los libros de Ibáñez traen a la mano todas las infancias. Así que si las unimos, si todas esas infancias nuestras y ajenas se unen, entonces Ibáñez fue el mago que consiguió el gran milagro de la unanimidad. Somos unánimemente ibañistas y eso no tiene remedio. La edad no lo mitiga, ni mejora, ni acaba. Por siempre, Ibáñez. 

"Mi propio asesino" de Richard Hull

  En 2018 leí "El asesinato de mi tía", novela del mismo autor y que publicó también la editorial Alba en la colección rara avis. Ahí conocí las aventuras de la tía Mildred y de Edward Powell, ambos tan extraños como entrañables. Puedes leer aquí la reseña del libro.  Este es, por lo tanto, el segundo libro que leo de Richard Hull y, mira por dónde, la palabra asesino, en la anterior era asesinato, se cuela en el título. Se ve que le va la marcha. Como el libro anterior, está escrito en primera persona y desde el principio ya el narrador va poniendo las cosas en su sitio con bastante mala uva. Para entenderlo un poco basta ver su biografía y entonces podemos apreciar que el mundo del crimen y de la novela policíaca era su elemento. Aunque tenía una socarronería muy especial, bastante cínica, mucho más que la que se puede observar en las damas del crimen sobre todo.  El protagonista del libro, que es también un narrador, es un abogado londinense, joven y tranquilo. Cuando lo v

"La edad de la luz" de Whitney Scharer

Apasionante la historia de Lee Miller, la hermosísima mujer que fue modelo, fotógrafa y fotoperiodista. Su vida personal estuvo llena de situaciones límite. Su vida familiar tampoco fue fácil. Demasiadas personas se sintieron con derecho sobre ella y demasiadas veces Lee Miller distrajo su talento con peripecias que no hacían sino traerle dolor. En este libro, la primera novela de su autora Whitney Scharer, la persona es personaje y al revés. Su lectura debe correr paralela a la necesaria indagación que todo lector experto hace para poder entender, contextualizar y profundizar en aquello que lee. No se puede explicar su figura sin el arte y sin lo que la naturaleza había depositado en ella en forma de dones: belleza y talento. La primera hizo que fuera objeto de fotografías, algunas de las cuales invaden su intimidad de una forma decisiva. El segundo afloró cuando fue posible y cuando las circunstancias de la vida hacen que ella asuma la determinación de ser lo que quería ser y