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Mostrando las entradas etiquetadas como Roperitos

La mujer que duda

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(Fotografía de Saul Leiter) Esta preciosa fotografía de  Saul Leiter  publicada en 1963 en la revista  Harper´s Bazaar  me sirve para ilustrar una idea tan difícil como capital en mi manera de entender la vida. La duda, la permanente duda, no sobre el mundo o no solo. La duda sobre mí misma, sobre la manera de abordar las situaciones, de resolver los problemas, de tratar las relaciones humanas. Da igual que sea amor, amistad, trabajo, familia...la duda permanece cuando las horas chirrían, cuando hay palabras que salen de ti aunque no querrías que eso ocurriera, cuando no entiendes a los otros o no te entiendes.  Siempre que surge un desencuentro con alguien yo dudo. Esa duda es un sentimiento doloroso, poco ejemplar. Nadie querría dudar tanto si pudiera. Mejor la seguridad, la evidencia de que has hecho lo que debías y que la culpa es de los otros. Mejor sentir que eres una persona cabal, que no actúas por egoísmo o interés. Mejor notar lejos de ti el apasionamiento que te

Cartas a Katherine Whitmore

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  Me alegro de ser poeta, de haber escrito versos, de todo lo que me ha llevado a este libro. Pero no me engaño: yo solo no lo hubiese escrito. Sin un alma tan hermosa como la tuya no habría sido. ¿Gratitud? Más que gratitud. Conciencia clara, radiante, de que toda la hermosura que puede haber en mi libro me une a ti, me enlaza a ti. Y no podré jamás sentir que el libro es mío.  (24 de enero de 1934. Cartas a Katherine Whitmore. Pedro Salinas) Si has escrito alguna vez una carta de amor, si la has recibido, ya sabes cómo es eso. La distancia aumenta el deseo. Y el deseo es el síntoma de la pasión. Escribes las cartas porque no puedes acariciar el rostro amado y en cada palabra que dibujas, estás tú, está todo lo que eres y que quieres transmitir, siquiera sea volando, a la persona que amas.  Las cartas de este libro (publicado por Lumen), las que Pedro Salinas (1891-1951) dirigió durante años a Katherine Whitmore (1897-1982), llevaban papel, sobre y sello. Estaba escritas con pluma y e

En un telón de rosas

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  (Ilustración: Sophie Griotto) En las tardes largas del invierno ella me contaba historias que inventaba sobre la marcha. Casi todas hablaban de mujeres tristes. Ella misma era una mujer triste, que ocultaba la tristeza con una capa poderosa de risa y de ingenio. Todas las personas tristes intentan convertirse en lo que no son porque la tristeza cansa. Agota. En esas tardes, conversábamos sobre la vida de las mujeres que conocíamos y de otras cuya existencia solo había llegado hasta mí a través de sus relatos. Eran cuentos que nada tenían que ver con finales felices. Eran realidades que se tamizaban con su baño de ironía, su sonrisa complaciente y esa forma generosa de mover las manos. Parecía una representación teatral con su telón y todo. El telón tenía dibujadas unas rosas. Eran rosas de Francia, esas pequeñitas, de intenso olor, como las que cruzaban nuestros arriates, cuando todavía la casa conservaba su jardín. El día en que ese jardín se perdió, cuando amanecimos sin la fresca

Al Parker y la nada

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  Aunque podría, no voy a dedicar esta entrada a hablar de algunas celebrities que se dedican a gastarse el dinero en modelos imposibles de supuestos genios de la moda. Esto de la moda es como la cocina. Según se mire, tienen muchos puntos en común. Se trata de hacer lo más difícil posible algo que es muy sencillo. Un vestido, por ejemplo. Con sus botones o sus cremalleras, su largo y su dobladillo. Puede uno hacer piruetas, hacer el intento de dejar su sello personal y entonces convertirlo en un magnífico adefesio. Un mamarracho. Lo mismo pasa con la cocina. La alta cocina corre el peligro de convertirse en una cocina hecha para snobs a los que no les gusta comer.  Podría hablar de cocina o de moda, incluso de política, porque todo eso aparece mezclado en un guiso imperturbable. Podría hablar de cualquier cosa pero quiero hablar de sentimientos, de elecciones y de amor. Qué es el amor si no el motivo principal por el cual los seres humanos nos dedicamos a sufrir en lugar de gozar de l

Supervivientes

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No están en una isla vigiladas por mil cámaras que se mueven de un sitio a otro, intentando captar cualquier movimiento, cualquier pelea, la pesca del primer pez, la charla confiada, el sueño...No van a cobrar un sueldo vertiginoso al final de las semanas o los meses de permanencia en un escaparate donde ellos son los objetos y nosotros los observadores...No tienen una reseña en el periódico ni se les va a conceder ningún premio ni siquiera son héroes anónimos de los que, alguna vez, habla la gente... Simplemente están solas.  Da igual la edad, la ocupación, el tiempo que dedican a ellas mismas, las ilusiones que tuvieron o las cosas que tienen que decir. Están solas. Han llegado a la soledad por distintos caminos. Han encontrado el mismo espacio sin quererlo. Han llegado a las mismas conclusiones. Son islas en medio de un océano de diversión y risa. Están solas. Cuando las vacaciones amanecen y todos hacen planes, ellas seguirán recorriendo la ciudad en silencio o se sentarán junto a

Postres de papel

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  E n los días más oscuros del invierno, cuando la luz se marcha pronto y la oscuridad anuncia que el día expira silencioso.  E n las tardes largas del verano, cuando el calor teje una túnica de seda sobre la ciudad y las nubes desaparecen hasta nuevo aviso.  E n los amaneceres suaves junto al mar, a punto de que los pies se incrusten en la arena y que las manos se desperecen con el compás de las olas.  E n la antesala del amor, cuando el corazón te señala que todo está a punto, que él cruzará la ciudad para verte y pronto todo estallará de gozo.  E n los postres de las despedidas, en ese momento indeciso en el que no sabes qué pensar, ni qué ocurrirá más tarde, ni por qué te has marchado. A llí donde un dolor aprieta el estómago y se queda, dejándote convulsa.  A llí cuando la tristeza te persigue y el aburrimiento te acosa.  A llí si las cosas se han torcido y necesitas aire fresco para respirar. E n los andenes de las estaciones de tren o de autobús. En la playa. En el parque del in

Mujeres, hombres y trending topic

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Nadie mejor que Tamara de Lempicka con esta mujer de rojo que resulta ser Mrs. Bush y que se pintó en 1929, el año del Crack, para ilustrar este post en el que quiero hablar de mi estado de estupor ante algunas cositas que, dicho en roman paladino, claman al cielo.  De manera que se extiende sobre la faz de la Tierra una cruzada feminista según la cual hay que andarse con cuatro ojos para no convertirse una misma en objeto. Al revés que los perros (no sé si también otros animales) que han dejado de ser cosas (y bien está, porque, pobrecitos, merecen que se les trate con todo el cariño), ahora las mujeres podemos ser cosas en cuanto nos descuidemos. Y tiene sentido porque hay barbaridades que siguen ocurriendo avanzando ya el siglo XXI y mucho por hacer y por cambiar, aunque nos creamos que lo hemos conseguido.  En dirección contraria está la cruzada antifeminista que dice que los hombres pueden molestarnos e insistirnos, que eso está bonito, que todo lo del feminismo es una cuchufleta,

La disciplina de las pequeñas cosas

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(William Mcgregor Paxton-1869-1941) En la oscuridad surge un rayo de luz. No es el rayo de luz de Marisol, esa niña rubia, perfecta, que iluminó los sueños de los muchachos del pasado. No es el rayo que no cesa que escribió Miguel, nuestro Miguel, el poeta del chico que te quiso y te regaló sus libros. No es el rayo que derribó al caballito que portaba al jinete del hombre de tu infancia. No. Es un atisbo, apenas una esperanza límite, un solo instante, algo etéreo, una llamada suficiente, un reclamo, un aviso.  Qué haríamos sin esa gente que lanza un haz sobre ti y te construye, con una frase, un camino, un ideario, una meta. Que te levanta en día nublado y despeja las nubes de un manotazo. Que vuelca sobre la mesa el cofre de las desdichas y las aparta hasta convertirlas en zumo de sueños realizables. Qué haríamos sin los que se llaman amigos y de verdad lo son. Traza en tu cabeza un sencillo itinerario. Coloca pequeñas cruces rojas junto a las frases de lo que has logrado. Camina sin

Un mal gusto exquisito

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  Aunque podría, no voy a dedicar esta entrada a hablar de algunas celebrities que se dedican a gastarse el dinero en modelos imposibles de supuestos genios de la moda. Esto de la moda es como la cocina. Según se mire, tienen muchos puntos en común. Se trata de hacer lo más difícil posible algo que es muy sencillo. Un vestido, por ejemplo. Con sus botones o sus cremalleras, su largo y su dobladillo. Puede uno hacer piruetas, hacer el intento de dejar su sello personal y entonces convertirlo en un magnífico adefesio. Un mamarracho. Lo mismo pasa con la cocina. La alta cocina corre el peligro de convertirse en una cocina hecha para snobs a los que no les gusta comer.  Podría hablar de cocina o de moda, incluso de política, porque todo eso aparece mezclado en un guiso imperturbable. Podría hablar de cualquier cosa pero quiero hablar de sentimientos, de elecciones y de amor. Qué es el amor si no el motivo principal por el cual los seres humanos nos dedicamos a sufrir en lugar de gozar de l

Parole, parole, parole

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  Me gusta la gente que sabe conversar. Esa que no necesita que le des tirones para que hable o cuente o explique. La que, de forma natural, convierte cualquier comentario en un universo de palabras. La que, ante un acontecimiento, es capaz de tener la soltura de desmenuzarlo sin caer en la repetición; de diseccionarlo sin maldad. Me gusta la gente que sabe conversar porque suele ser gente observadora. No metidos hacia dentro, escondidos en su cueva, guardándose la vida para que nada salga al exterior. Todo lo contrario. Gente libre de prejuicios y que escucha, de ese modo especial en que la escucha revierte en el otro, con ese aire que garantiza que las palabras no caen en saco roto. La conversación es el gran acto que hace de los humanos más humanos. Es un enorme espejo que se pone delante de nosotros y nos enseña nuestra imagen y la de los demás. Es un refugio cuando hay tormenta y el cielo se oscurece. Es un bálsamo para el dolor y una alegría para la esperanza.  En mi casa de la i

Una vez tuve un sueño y hablabas en francés

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  En el boulevard Víctor Hugo, el más esplendoroso de Nimes, está la iglesia romano-bizantina de Saint-Paul y, muy cerca, en el mismo lateral, el Lycée Alphonse Daudet, con su enorme torre y sus edificios en torno a un patio porticado en el que los estudiantes suelen sentarse al sol. El sol del midi es fascinante. Sobre todo en otoño y en primavera, cuando no cae a fuego, sino compasivamente, llenando de calidez las calles y los cafés, todos ellos entoldados al mediodía. En el Daudet se estudia en varios idiomas. Inglés, español, alemán, portugués y ruso, siguiendo una tradición que data de mucho tiempo atrás.  Si paseas por la ciudad tienes que llegar a ver el anfiteatro de Les Arénes y la Maison Carrée, el templo levantado por Augusto, el mejor conservado de todos los romanos. En Les Jardins de la Fontaine, del siglo XVIII, está integrada la Tour Magne y toda la ciudad destella restos clásicos a través de la muralla romana que aún puede observarse en algunos tramos. En las afueras, e

Vestir la tristeza

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(Ilustración: Sophie Griotto) En las tardes largas del invierno ella me contaba historias que inventaba sobre la marcha. Casi todas hablaban de mujeres tristes. Ella misma era una mujer triste, que ocultaba la tristeza con una capa poderosa de risa y de ingenio. Todas las personas tristes intentan convertirse en lo que no son porque la tristeza cansa. Agota. En esas tardes, conversábamos sobre la vida de las mujeres que conocíamos y de otras cuya existencia solo había llegado hasta mí a través de sus relatos. Eran cuentos que nada tenían que ver con finales felices. Eran realidades que se tamizaban con su baño de ironía, su sonrisa complaciente y esa forma generosa de mover las manos. Parecía una representación teatral con su telón y todo. El telón tenía dibujadas unas rosas. Eran rosas de Francia, esas pequeñitas, de intenso olor, como las que cruzaban nuestros arriates, cuando todavía la casa conservaba su jardín. El día en que ese jardín se perdió, cuando amanecimos sin la fresca cl

Sin que nada ni nadie

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  (Ilustración: Sophie Griotto) He vivido en el centro del miedo. He lanzado preguntas y ninguna ha tenido respuesta. He sentido un volcán de lava derretida bajo mis pasos. He soñado que mi vida era otra. He querido ser alguien diferente. He llorado hasta que las lágrimas han volado. Me ha dolido el corazón sin que nada ni nadie pudiera darse cuenta de que las notas de mi melodía estaban apagadas. He sido cobarde para amar. He sido valiente para decir adiós. Pero he aquí que, a miles de kilómetros del mundo, quizá en otra galaxia, la luna se ha adueñado de un firmamento oscuro, yermo de estrellas, escrito en tinta china. El centro de la bóveda rodea el cuarto creciente y debajo, la arena que hace horas abrasaba, se ha tornado en azúcar, cálida y sin terrones. Los pies desnudos, los pies descalzos, todo, desnuda entera yo, mi corazón desnudo.  Sigiloso, un violín irrumpe en el silencio. Su doliente susurro me secuestra, me llama. Acallo su sonido con el mío. Como si me escucharas, enton

Ahora no es el momento

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  (Peregrine Heathcote. The nigth call) La vida está hecha de momentos. A veces esos momentos duran una eternidad. Y otras veces, un soplo. Pero en la memoria suelen convertirse en ráfagas, en pequeñas alucinaciones que simplemente sabemos que ocurrieron por algún detalle que se quedó fijado en la retina. O por una anotación en un cuaderno, una libreta de pastas de colores y hojas lisas. Una libreta sin espirales, con cinta roja y cosida a mano.  La impaciencia convierte los momentos en una suerte de tiempo expectante, vivido a medias. Esperar es un desafío a nuestras emociones. Ninguna de ellas está hecha para ser convertida en el paso previo de algo. No. es mejor tener claro que todo forma parte de una vida y que toda la vida ha de ser vivida como se merece. Queremos que el tiempo pase deprisa, pero cuando pasa advertimos que hemos gozado a medias, que hemos sufrido a medias.  Una vez leí un libro. Era un libro ínfimo, con muy pocas páginas, mal impreso y con hojas ásperas y de color

Diálogo con Lucía

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  Estoy fascinada con ella. Esa belleza única, esos enormes ojos verdes, señalados con el rabillo azul oscuro, ese gesto elegante de coger el cigarrillo, es mirada oblicua, esa forma de mover el cuello, esa piel casi translúcida, ese gesto displicente, ese cabello armoniosamente despeinado, esa curva de unas cejas perfectas, ese rictus risueño de la boca, esa nariz anclada en la forma adecuada, esos pendientes de cristal transparente, esa rebeca azul celeste casi gris....estoy fascinada con ella.  Nadie diría al verla que fue una niña sufriente, martirizada por un corsé que se le clavaba en la espalda y que tenía la intención de corregir una espalda deformada. Nadie diría que su alcoholismo la llevaba por penumbras inapropiadas. Nadie diría que los hombres no la quisieron realmente como era sino solo en su apariencia. Nadie diría que se vio en la calle, criando sola a cuatro hijos. Nadie diría que su vida corría siempre al límite, sin dique de contención, sin sosiego.  Mejor nos parece

Gema va de boda

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  Aunque veáis en la foto a Julia Roberts contestando la llamada de su amigo gay, el maravilloso Rupert Everett, con ese vestido de dama de honor color lavanda que le queda muy, muy bien...no voy a hablaros de cine, ni de Julia, ni siquiera de Cameron Díaz o Dermot Mulroney....No. La protagonista de este post es Gema.  Gema no se casa. Todavía. Gema va de boda. No la boda de su mejor amigo. Ni la de su mejor amiga sino la de su mejor hermano. Su único hermano. Su hermano. Pero como Gema es protagonista de casi todo en la vida, pues también tiene mil y una razones para que esta boda le traiga entretenimiento, emoción y éxito.  Gema es que es así. Se lanza a su objetivo y dedica a ello tiempo, esfuerzo y talento. Un talento muy especial compuesto de risas, ingenio, generosidad y un poquito de mal genio. O un mucho, según se mire. Si ella se levanta con el pie izquierdo...malo. Quítate de su órbita de influencia. Pero los días que está de buen humor....ay, miel sobre hojuelas.  La boda es

Almudena, que juega al golf

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Una vez me compré unos pantalones en un mercadillo. El señor que los vendía me hizo probármelos en su furgoneta. Era muy divertido aunque la cosa no era demasiado cómoda. Creo que alguien, una amiga de entonces quizá, se quedó al pie de la puerta por si a alguien le daba por entrar a probarse algo o a sabe Dios qué. Pero todo transcurrió sin incidentes y todavía anda por ahí el pantalón.  Comprar low cost es algo que nos llena de satisfacción. Tener una prenda que nos guste por unos pocos euros hace que las amantes de la moda y de las tiendas nos sintamos libres, por una vez, del complejo de culpa que supone gastarse un pastón en algo que no era preciso tener. Así, Almudena, ya sabéis, que juega al golf, ha encontrado esta favorecedora chaqueta estilo chanel, en uno de esos mercadillos que tienen furgonetas como probadores.  La furgoneta es la versión más cool de las compras proletarias y probarse en una de ellas debería ser experiencia obligada de todas las compradoras avezadas. Como

Esas botas son para caminar

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  En 1966 el sello discográfico Represe Records lanzó el que sería un éxito inesperado. Era "These Boots Are Made for Walkin" y lo cantaba Nancy Sinatra.  Nancy Sinatra (Nueva Jersey, 1940) era hija de Frank Sinatra y de Nancy Barbato. Daba la impresión de ser una niña normalita dentro del ambiente escasamente normal en el que vivían Sinatra y su clan, hasta que se mudaron todos a Toluca Lake en California. Nadie que viva en Toluca Lake puede dejar de estudiar baile, cante y canto, todo a la vez.  Esto hizo la pequeña Nancy, rubia y con escaso parecido físico con su famoso papá, y de ahí, tras varios intentos, el súper éxito del que hablamos. No sé si antes de eso las botas estaban de moda entre las mujeres, pero desde que sonó la cancioncita no se han bajado del top del calzado más utilizado. Sean las botas como sean, camperas, elegantes, botines, altas, bajas, con plataforma, de media caña, las botas son un elemento imprescindible en la parte del guardarropa femenino donde

Se llama bondad

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Existe la neurociencia afectiva. Hay investigadores que estudian el papel de los buenos sentimientos en el desarrollo neurológico, en la vida de las personas y en las relaciones humanas. El cerebro puede conseguir enormes retos si se entrena. Y también en el campo de las emociones es posible que se produzcan cambios para mejor. La maldad es terrible para el que la recibe y devasta al que la sufre. En cambio, hay emociones, como la bondad, la ternura, la amabilidad, la compasión, que enaltecen a los hombres y que provocan reacciones positivas y llenas de energía en sus cerebros.  Si quieres sentirte mejor, sé bondadoso. Eso no significa, ya lo sabes, ser un cobarde, pacato, absurdo, buenista, o simple. No. La bondad implica conocimiento e implica acción. Es un sentimiento activo y positivo, no es pasivo ni inconsciente. Y luego está la compasión. Ahora se habla mucho de empatía, pero la compasión es un grado superior porque la empatía consiste en ponerse en lugar del otro, y la compasió

Restos de cósmica ternura

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Enamorarse es un gesto de cósmica ternura que a veces nos arrasa, nos abraza y abre el cerco de mudas mariposas amarillas que así revolotean buscando el centro del amor, el ansia, la nube que lo envuelve, el imposible, la causa del latido, la impronta, el sonido del viento, la palabra, el beso, todo el beso, el aura, la voz casi perdida, tú, las cosas... No tengo que inventarme las razones porque están colocadas desde siempre en las estelas del viejo Partenón o en los hospicios de la emoción prohibida o en el tiempo que gastas en viajar o en la búsqueda muda de los lazos. Esto es un semanario de noticias que se abre con un dulce buenos días y se cierra con el grito como somos y se termina nunca, nunca es tarde... Eso tienen las tardes que resuelven vivir en el estómago instaladas como si fueran aves que retozan, como si fueran láminas de acero, como si fueran olas que vulneran el feroz equipaje de los ojos, la trama incandescente de la noche, el fuego abrasador de los sentidos, tu boca