Conocí una vez a un niño muy especial. En realidad he conocido a muchos niños especiales en mi vida. En realidad, todos los niños son niños especiales. Comenzaré de nuevo, pues. Una vez conocí a un niño muy especial, como todos los niños, al que le gustaba hacer cosas con las manos. Esto no es una circunstancia llamativa, salvo si se tiene en cuenta que todo el mundo consideraba a este niño un perfecto inútil. Los padres estaban preocupados. Es un trasto, no sirve para nada. Los maestros habían dado la voz de alarma. Es un desastre, no guarda los cuadernos, no cuida las carpetas, no sabe afilar los lápices, no se pone en la fila, canta en medio de la clase, se enfada demasiado si se le riñe, no se calla ante las explicaciones, se mueve mucho todo el tiempo. Los compañeros observaron que el niño era, ciertamente, un poquito problemático. Al menos esa palabra era la que usaban sus propios padres y la que ellos aprendieron. El niño problemático. Es una palabra difícil pero uno
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