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Mostrando entradas de mayo, 2020

Una pequeña historia real

Conocí una vez a un niño muy especial. En realidad he conocido a muchos niños especiales en mi vida. En realidad, todos los niños son niños especiales.  Comenzaré de nuevo, pues. Una vez conocí a un niño muy especial, como todos los niños, al que le gustaba hacer cosas con las manos. Esto no es una circunstancia llamativa, salvo si se tiene en cuenta que todo el mundo consideraba a este niño un perfecto inútil. Los padres estaban preocupados. Es un trasto, no sirve para nada. Los maestros habían dado la voz de alarma. Es un desastre, no guarda los cuadernos, no cuida las carpetas, no sabe afilar los lápices, no se pone en la fila, canta en medio de la clase, se enfada demasiado si se le riñe, no se calla ante las explicaciones, se mueve mucho todo el tiempo. Los compañeros observaron que el niño era, ciertamente, un poquito problemático. Al menos esa palabra era la que usaban sus propios padres y la que ellos aprendieron. El niño problemático. Es una palabra difícil pero uno

Enrique, en su baile

Enrique era el hijo de Manolita, el hermano de Paqui, y paseaba por la calle con la apostura de un artista de cine. Se sabía todas las historias, conocía a todo el mundo, sonreía con una sonrisa llena de esperanzas y hacía algo que nadie más lograba hacer como él: bailar. Era el mejor bailarín de todos aquellos días, de todos aquellos tiempos. Han pasado tantos años desde que Enrique era un adolescente que aprendió muchas otras cosas. A ser un trabajador responsable, un buen hijo, un marido amoroso y un padre lleno de caricias. Pero entonces era un muchacho tan alegre como las circunstancias permitían, tan conquistador que todas las chicas querían conocerlo y tan hermoso por dentro y por fuera que nada podía detener su energía, su fantástica energía.  Enrique acaba de morir de esa enfermedad maldita cuyo nombre no queremos escribir. No lo imagino de otra forma que en un inmenso esfuerzo último porque la vida siguiera teniendo sentido para él y para las cosas que amaba. Enrique

La mecedora

Era una casita baja en una calle trasera a la iglesia mayor. La calle tenía nombre de marino ilustre, algo muy común en aquella ciudad para la que el mar era su mayor riqueza. Las ventanas se cubrían de estores para proteger las habitaciones de la luz y del calor del verano, sobre todo el del mediodía, inclemente y sin misericordia. La habitación de la izquierda, según se entraba a través de una casapuerta cuadrada y bordeada de azulejos, era su reino. Una mesa de camilla con paño oscuro, el mismo en invierno y en verano; un mueble de nogal casi desierto; unas sillas, escasas. Al fondo de la habitación, en semioscuridad siempre, junto a una ventana inútil porque apenas se abría, estaba la mecedora y, en ella, la abuela, la mujer de negro, invariablemente sentada y con los ojos bajos, la voz apagada y las manos descansando sobre las rodillas. La gente de la calle decía que estaba loca, así, en lenguaje coloquial, no trastornada ni triste, loca sin paliativos. La locura de la abuela

Casapuertas

El reloj que presidía una esquina del salón, arriba del aparador con la vajilla buena y los manteles bordados con iniciales; ese reloj que tenía forma ovalada y un marco oscuro, indicaba todas las tardes el comienzo de la hora de las confidencias, el tiempo en el que las niñas de la calle se sentaban en las casapuertas a comentar los asuntos del día.  Eran asuntos tan importantes como las crisis de gobierno o las dificultades económicas de los países en vías de desarrollo. Eran las historias que las unían entre sí con lazos que se desatarían con el paso del tiempo y de la vida. Las cuatro niñas poseían el arte de contar con gracia y sin perderse en espesuras, las esperanzas y los sueños de cada uno de los días.  A veces Lourdes salía por peteneras, tal era su obsesión por echarse novio y casarse. Contaba que un chico de la calle del cine se le había declarado por carta, pero nadie la creía. Eso no lo haría nunca un chico de la calle del cine, decía Elvira. Los chicos que e

"Amor y amistad": la película sobre "Lady Susan"

El aspecto de cartón piedra de los personajes del cartel anunciador no representa, en modo alguno, el sentido de la película, su contenido, su estilo. La adaptación cinematográfica de la pequeña novela epistolar "Lady Susan" de Jane Austen se ha presentado en la sección oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla y ha concitado elogios del público asistente, austeniano o no. Una pequeña maravilla. Su titulo "Amor y amistad" (Love and Friendship) ofrece algunas dudas cuando se dice que es el que ella eligió, en primer lugar, para la novela, ya que fue publicada póstumamente como apéndice a las Memorias que sobre su tía escribió su propio sobrino James Edward Austen-Leigh con el título de "Lady Susan". En mis manos una edición de "Recuerdos de Jane Austen", publicada por Alba Clásica en 2012 y otra de "Lady Susan" de La Compañía de los Libros (2010). Ambos textos van aquí por separado.  Sea como sea, "Lady Susan" es

¿Por qué Emily Brontë dejó de escribir?

(Casa Museo de la familia Brontë en la antigua casa parroquial de Haworth en Church Street, Yorkshire, Inglaterra. Fotografía de David Ross y Gran Bretaña Express)  El editor de Emily y Anne Brontë era un mal profesional. Desfavorables condiciones económicas, escaso cuidado de la edición, poco respeto al deseo de privacidad de sus autoras...Todas estas criticas negativas pueden hacerse a su gestión. Contrastaba mal su nefasta praxis si se le compara con los editores de Charlotte. Estos eran Smith and Elder, una editorial respetable que contrastaba con las fullerías del otro, Thomas Cautley Newby, de Cavendish Square. Con Newby publicaron las hermanas "Cumbres Borrascosas", la única novela de Emily, así como "Agnes Grey" y "La inquilina de Wildfell Hall" las dos de Anne. Por su parte, Smith and Elder publicaron las tres novelas de Charlotte, "Jane Eyre", "Shirley" y "Villette". Su relación comercial siempre fue muy b

Una terraza frente al mar

(Pintura: Fabrice de Villeneuve) Teníamos una terraza frente al mar. Un espacio rectangular y luminoso en el que la cortina se balanceaba y movía sus blancos hilos cada vez que el viento la convertía en una sala de baile. La cortina era una franja de pasmosa claridad, que cosí en una de esas tardes de tranquilas horas doradas, y que formaba parte del paisaje, igual que los geranios, las macetas, los toldos y los cristales brillantes y asomados al océano. El tiempo de cada día tenía siempre el movimiento de las olas. El amanecer, con esa pasmosa naturalidad del agua mansa; el mediodía, con las nubes de calor sobre nosotros; la siesta, que guardaba un silencio impenetrable; el crepúsculo, extraño y huidizo; la noche, el momento de los sueños más íntimos, de las charlas más cubiertas de musgo.  Teníamos una terraza frente al mar. Nos pertenecía su estructura, su suelo brillante y sus laterales plagados de pequeños detalles que venían y formaban parte de un ambiente único. Ér

Yo tenía un jardín...

Yo tenía un jardín. No era uno de esos jardines franceses cuadriculados y en perfecta formación. No. Podía decirse que era una mezcla del anárquico jardín inglés que se inventó en la era georgiana y del jardín andaluz que imaginamos cada uno de nosotros dependiendo del trozo de terreno que esté a mano. El rey de nuestros jardines es el geranio. Un sencillo, acogedor, tierno, limpio geranio de color vivo. Una muestra impecable de que la naturaleza tiene lecciones que enseñar. Nada más simple que un geranio en su maceta vidriada, cuando la flor emerge de las hojas con una prestancia inigualable. Rojo sobre el verde impresionista, Monet y las amapolas, paseos junto al Sena y en los terrenos abiertos al mar de la Provenza y la Costa Azul. Nuestra Costa Azul no era tal, sino un paraíso verde en toda su crudeza. Vientos de levante y de poniente, arrullo de salinas, hombres curtidos, manos oscuras y piel morena. Una curiosa mezcla de mar y río imposible de separar.  Yo tenía un jard

El arte de mantener la compostura

Si Jane Austen hubiera terminado de escribir "Sanditon" , quizá hoy la veríamos de otra forma.   No a la historia, a ella.  Después de "Persuasión" y de "Emma" , las últimas novelas que escribió, esto sería una vuelta de tuerca, una forma de encarar otros temas y otros ambientes. Pero, definitivamente, en los primeros capítulos que dejó acabados, hay ya un germen que tiene la intención de mantener su estilo y de abrir otros caminos todavía no transitados. Es un misterio absoluto qué haría con los personajes, qué diría y, si al final, habría varias bodas. Ahora Andrew Davies , un especialista en Austen porque fue el director de la mejor versión de "Orgullo y Prejuicio" que se ha hecho, la de 1995 en la BBC, se ha encargado no solamente de coger el original y llevarlo a la pantalla, sino de inventarse toda una historia, una serie, que, por lo que intuyo, va a tener más temporadas. Diré, para empezar, y de forma clara que, aunque esa historia

Esa cosa tan antigua llamada ligue

Pongamos que hablo de una cosa perdida en el tiempo, desconocida para los jóvenes de ahora y que se llamaba "ligue". Aunque pueda parecer que se ubicaba en el tiempo del romanticismo, ese en que los hombres vestían con levita negra y se enamoraban de mujeres imposibles, la cosa es más reciente, casi hasta anteayer. Era una actividad muy común y estaba al alcance de cualquiera. No siempre era posible ligar con el objeto de tus sueños, pero sí ligar en general. Creo que la palabra ya ni se usa siquiera. Estaría mal vista. Indicaría posesión, dependencia, falta de criterio, qué sé yo. Ligar no es cool. Ya no se liga. En todo caso, se encuentran dos personas y deciden construir una relación igualitaria en base a los indicadores personales que se puedan referencias entre unos y otros. ¿Queda claro? Lo de ligar está pasado de moda.  Dejando establecido que hablo del pleistoceno, es más fácil convenir en que había varios tipos de ligues. Uno de los más extendidos era el lig

Viajes

Cuando el tiempo pase y, por alguna razón ahora desconocida, no puedas hacer viajes, entonces entrarás en esa fase de la nostalgia presentida y todo lo que viste, oliste, comiste o tocaste se convertirá en un recuerdo deseado. Lo único que quizá perdure con fuerza de todo aquello será lo que percibiste a través del oído, las músicas de entonces podrás recobrarlas en algún artilugio viejo y eso te devolverá el tiempo y te devolverá la gente y sus caminos.  Había en Zamora un pequeño local que tenía un aire demasiado antiguo. No ofrecía comodidades ni siquiera una buena comida, salvo algunas cosas tradicionales del campo que entonces eran para ti anacronismos. Solo lo frecuentabas por la música. Un piano escondido al fondo de la sala se dejaba tocar por las manos de uno de los camareros. El camarero era húngaro y tenía la cara que alguien como tú asociaría a un húngaro en una película europea de las que nunca veías. Tocaba el piano sin mirar las teclas, con la vista perdida, y

Es muy difícil ser diferente

Cuando era joven, muy joven, no sabía que era guapa, atractiva, graciosa e inteligente. Antes de eso tampoco entendía que era bueno haber comenzado a leer antes de ir al colegio, hablar sin errores desde muy pequeña y tener un vocabulario fuera de lo usual. Por supuesto, me resultaba raro descubrir la solución a los problemas antes que los demás, ser más rápida en los trabajos de equipo y redactar una composición, un trabajo o un escrito, con facilidad y sin faltas de ortografía ni de expresión. Todas estas habilidades se convirtieron para mí en una carga. Porque, lejos de despertar admiración, despertaban envidia. Porque me obligaron a disimular, una y otra vez, lo que sabía, lo que era, lo que pensaba. Así, durante años y años y años, en todos los contextos y en todos los lugares. En la vida cotidiana, en los estudios, en el trabajo.  Una vez llegó un hombre diferente a todos. Ante él no cabían disimulos. Entendía mi lenguaje, conocía mis defectos, admiraba mis virtude

"Una dama extraviada" de Willa Cather

Si no fuera por su condición de escritora, quizá la propia Willa Cather podría haber sido considerada "una dama extraviada". Equivocada, fuera del paradigma de mujer de su época, una outsider social, una rareza.  Fue el arte, el talento literario, el que la convirtió en una persona de vocación definida y de oficio exacto. Alguien que, a través de sus nouvelles, sus cuentos, su poesía y su obra en general, llegaría a entenderse a sí misma y a trasladarnos su propia explicación del mundo. Podemos conocer su época y los pensamientos de los hombres y mujeres que entonces la habitaban a través de sus libros. Eso es un gran hallazgo y una enorme suerte.  Willa Carter nació en 1875 en Back Creek Valley (Winchester-Virginia). Desde muy pequeña vivió con sus padres en un rancho de Nebraska y esto la puso en contacto con la naturaleza, con el paisaje de los hombres y mujeres del campo de una forma definitiva. Esas vivencias las trasladó a sus libros en los que habitan person