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Mostrando las entradas etiquetadas como Nick Knight

Disuelta en el aire

Nick Knight siembra sus imágenes de gasa, indefinición colores y sombras. La transparencia indica lo ligero que es todo, lo liviano. Parece representar la vida y el cansancio de vivir. Estar cansado es un indicio de que pocas cosas te importan y las modelos de Knight dan la impresión de estar de vuelta de todo. No quieren ser vistas. Pasar de puntillas, andar de puntillas es su lema y él lo conoce bien. Por eso crea atmósferas irresueltas, giros de guión, rosados incombustibles y algunos negros indecisos. Los artistas guardan en su corazón tantas preguntas como respuestas. Los seres humanos somos esa gran interrogación inconmovible. Nada seduce más que no saber las razones de casi nada. Y el gran espejismo: ¿qué haría yo sin mí? (Fotografías: Nick Knight)

Tiembla la noche

La luna en cuarto creciente y esos versos, esas palabras dichas en inglés, la música, las manos volando sobre las teclas blancas, un espacio breve en el silencio, la noche tiembla, espera, nada. No hables, cállate, mejor así.  Hay flores que se escriben en un beso. Una vez intenté que el carmín se disparara sobre aquella mejilla. Pero huyó, no quiso saber nada. La nada es esa espera, pensé. El rosa de los labios no tiene vocación de posarse en su cara. Pensé, nada es nada.  Así suenan los versos en la música y está todo en inglés y me pregunto si acaso yo no he visto antes de ahora esta misma y volátil sensación de verano en medio del invierno. La luna crece y crecen las palabras, en un compás que las lleva a posarse en el río. Es el río prometido, me digo, fue la nada. Nada. Una barcaza azul y una camisa. Todo azul. Mentiras en azul. Azul falso, azul nada, los azules.  Cómo perder el tiempo en trenzar soledades si aquello fue una basura tierna, pero basura al fin y al

Cualquier cosa te diría

(Foto: Nick Knight)  Construía versos sin palabras. Al cabo de la música. Esta llegaba envuelta en el engañoso ruido de una máquina. Se mostraba desnuda, como si nada pretendiera. Era la música un señuelo peligroso, pero no lo sabían. Ellas no lo sabían. Construía eternidades donde todo era efímero. Los sonidos se quedaban clavados y entraban en la tierra, en el subsuelo, donde los pies pisaban y ya resultaba imposible desatarse. Eran la cuerda, el alambre, la valla, una cruel enredadera. Así, una y otra vez, todas ellas recibían la misma circunspecta llamada al corazón, un aviso de encantamiento mutuo. Ellas estaban convencidas de que no podía ser casual, de que nadie inventaría un argumento con tantos visillos de encaje alrededor, con tanto olor a rosas, con tanto sentimiento. Ellas pretendían ser las únicas, querían serlo, pensaban que lo eran. No admitían el engaño, tanto era su fervor por aquellos sonidos y el ansia que ponía en todas las palabras. Todas vivieron amaneceres

Pensando en ti mientras no fumo

Hoy he cruzado todos los semáforos. A mi llegada, ha desaparecido el rojo y se ha abierto el verde. Yo, de rojo y de verde hoy, he cruzado todos los semáforos y me he adentrado en el gentío que sube y baja la avenida, la calle, la calzada y la acera, el carril bici y la zona reservada a los taxis. Me he adentrado en el gentío, yo, de rojo y verde hoy, al borde de cualquier semáforo, y he recordado unas manos tibias, manos que nunca temblaban y que sabían a lo mismo que el campo, robustos olivos hechos manos, manos de labrador, de campesino, manos tiernas, tus manos.  Así, en esa imagen de la gente que transita cargada de bolsas de plástico que luego han de reciclar con esfuerzo, colmadas de turrones, llenas de cintas de colores, de pasteles, de enormes cruasanes casi franceses pero sin mantequilla; esa gente, la gente que se mueve de uno a otro lado con presteza, sin miedo, sin pensar que están cruzando un tiempo que ya se les escapa, sin saberlo, sin serlo, sin estar; en esa g