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Mostrando las entradas etiquetadas como Hiperrealismo

Pizzarelli y una casa

  Si estás escuchando a John Pizzarelli en cualquiera de sus conciertos y has tenido la suerte de verlo en directo, como yo en el Lope de Vega de Sevilla, entonces alumbrará tu escritura como casi nada puede hacerlo. Y para acompañar su sonido nada mejor que las imágenes de John Baeder , el fotorrealista más mágico de los que todavía cuelgan sus cuadros en las galerías y los museos. Es así, en esa conjunción de sonido e imagen, como se puede escribir sobre las casas, sobre la casa, sobre tu casa.  El otro día visité en Google la vieja casa de mi abuela, aquella en la que nacimos algunos de los primos, una casa mágica para los recuerdos, una casa encantada. Tenía, tiene, dos plantas y una enorme azotea, de esas llenas de pequeños muros fáciles de saltar que te llevan de un lado a otro. En la planta baja estaba el pozo que nos surtía de agua, un patio gigantesco y dos viviendas ocupadas por dos vecinas de esas de toda la vida, Juana y Dolores, los nombres míticos, dos mujeres que retrat

Pasiones sin reservas

Una vez paseaba por las Ramblas de Barcelona y un chico negro tiró de mí para llevarme no sé dónde. Reaccionó rápido uno de los primos con los que iba y todo quedó en una aventura. No tuve miedo. Quién tiene miedo a los diecisiete años...Mis primos tampoco lo tenían y la historia se convirtió en el guión de una película que rodamos, sin cámaras ni atrezzos, en esos días claros de vacaciones en los que la ciudad era toda nuestra. Lo he recordado porque hubo una canción que fue nuestra banda sonora. En algunos locales que frecuentamos sonaba una y otra vez. Y luego la oíamos en el coche y buscamos incluso su letra en inglés. La tarareábamos sin parar. Los tres logramos que la canción fuera el hit del verano.  De esa forma mágica y sorprendente en que suceden las cosas, la canción volvió a mí hace poco tiempo cuando la vi en la última película estrenada de Woody Allen. La película es "Un día de lluvia en Nueva York" y la canción es Everything Happens to Me. Oír la

Planetas detenidos

(Hiperrealismo americano, Don Eddy, 1944)  Salta la noticia del nuevo premio Planeta, esos libros que tienen en sus casas los que no leen. En mi calle de la infancia estaban en el salón-comedor de una familia que nunca los abría. Todos encuadernados en piel, derechos, sin que nadie los tocara año a año, engrosando su número, pero sin calor. Así deben seguir en muchas casas: hay gente que es lo único que compra al año. En esta ocasión llevaba trampa: una mujer se ha convertido en tres hombres y los tres andaban tan contentos en el escenario como si hubieran querido hacer un truco de magia. Y los que les dan el premio, que no se han sorprendido para nada con el resultado de su pesquisa, como siempre ocurre, tan felices de que todo el mundo, en lugar de hablar del libro, que trata de lo de siempre, cuenta y no acaba del tres en uno. Algún autor de esos por encargo debería hacer alguna vez una trampa y presentar un libro en blanco, sin palabras, solo con el título. O un libro con un solo p

Viajes

Cuando el tiempo pase y, por alguna razón ahora desconocida, no puedas hacer viajes, entonces entrarás en esa fase de la nostalgia presentida y todo lo que viste, oliste, comiste o tocaste se convertirá en un recuerdo deseado. Lo único que quizá perdure con fuerza de todo aquello será lo que percibiste a través del oído, las músicas de entonces podrás recobrarlas en algún artilugio viejo y eso te devolverá el tiempo y te devolverá la gente y sus caminos.  Había en Zamora un pequeño local que tenía un aire demasiado antiguo. No ofrecía comodidades ni siquiera una buena comida, salvo algunas cosas tradicionales del campo que entonces eran para ti anacronismos. Solo lo frecuentabas por la música. Un piano escondido al fondo de la sala se dejaba tocar por las manos de uno de los camareros. El camarero era húngaro y tenía la cara que alguien como tú asociaría a un húngaro en una película europea de las que nunca veías. Tocaba el piano sin mirar las teclas, con la vista perdida, y

"La señora Harris en Nueva York" de Paul Gallico

(Pintura hiperrealista de Robert Neffson, Nueva York, 1949) (Pintura hiperrealista de Richard Estes, Kewanee, Illinois, 1932) Este es un libro amable, un relato sencillo. Parte de una historia muy dura, un niño maltratado. Pero Paul Gallico pone el énfasis en lo bueno, en la gente que se ofrece generosamente para ayudar a los demás y así salva con elegancia lo sórdido. Es un punto de vista que rodea todo el libro. Lo mismo ocurría en "Flores para la señora Harris" la anterior novela de este autor que publicó también la editorial Alba en su colección Rara Avis. La idea de que todo es posible si uno pone el suficiente empeño y sobre todo, el suficiente corazón, sobrevuela ambos libros. A esto se añade la personalidad casi mágica de la señora Ada Harris , menuda, ingeniosa y atrevida, una mujer de la limpieza que vive en el East End y está dotada de una intuición única. El mayor cometido de esa cualidad es distinguir dónde está la buena gente y cómo poner