Cuando encuentras al perfecto compañero y lo pierdes ya empiezas a entender de qué va esto de la vida. La conversación se queda hueca, se cae por falta de asiento, tú misma dejas de ser alguien para convertirte en invisible. La invisibilidad de las mujeres solas no es nada comparada con la invisibilidad de quienes han sido visibles y la pérdida te aparta a un lado. No hay diálogo ya, ni hay compañía. No hay abrazos ni hay miradas. Nadie te entenderá. Nadie sabrá de ti como él sabía. El fondo de las cosas se hará opaco. Y libros como este perderán esa oportunidad de convertirse en tema de conversación, lo más sagrado. El libro habla contigo pero tú no hablas con nadie. Diálogo roto, vida rota. Un buen libro siempre te sugiere cosas. Empiezas a leerlo y tienes que pararte. Algo ha surgido en ti, ha llegado hasta ti. Un viento leve, un vendaval, una conmoción, un recuerdo, un reto, algo. Los buenos libros contienen frases que haces tuyas, propósitos que asumirías, ventanas que lograría
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