Marzal, la filosofía, Miki Leal y un poco de engaño todavía
Tomarse las cosas con filosofía. Cualquiera de nosotros puede hacerlo. Algo así como dejar de lado esa efervescencia del tomar partido y sentarse a meditar, una meditación con música o con uno de esos vídeos de Youtube que te azotan el interior porque, lo sabes, ni estás tranquila ni se espera que te tranquilices. Puede que comience la primavera y ese día justamente haya una muela que te dé la lata, con ese temido pinchazo que viene algunas veces y que odias porque sabes, y no hay duda, que te dará quehacer durante un tiempo. Eso te nubla la razón y te cansa más de lo habitual y entonces miras ese cuadro de Miki Leal en el que hay azul-verde y también está el fondo negro y ese hombre tan extraño que lleva en la mano un pequeño pincel y que busca la imagen en un invisible caballete. Tomas el nuevo libro de Carlos Marzal y te preguntas por qué la muela ha llegado a fastidiar hoy precisamente, si sus versos son esa clase de emoción que no decae. Marzal regresa y dando una vuelta precipitada por el libro he descubierto algunas cosas buenas, algunas cosas nuevas, algunas cosas. Y luego he pensado que hoy comienza la primavera atmosférica, esa estación tan fastidiosa porque te exige ser feliz y no pensar en las alergias, cosa que, hoy por hoy, no estoy dispuesta a hacer aunque se den las condiciones, aunque Denzel surque el Mississippi en un barco estilo Twain, sin prisas.
Hay algo de engaño en descubrirnos que el cambio de estación volverá hasta nosotros como la vida que regresa y se llena de una emoción antigua pero con otro traje. No todo es primavera. No todo es algo.
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