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Dejé pasar el autobús

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 /Richard Estes/ Anoche soñé contigo. Era un sueño extraño, quizá como todos los sueños. Éramos muy jóvenes o tal vez no. Tal vez tenía el aire indeciso de lo onírico. Una cosa rara sin duda. Estabas allí y me esperabas. Exactamente igual que entonces, que aquellos días. No sé si fueron breves, si fueron muchos días, pero existieron, eso sí lo sé. Y me cuesta recordar los detalles, me cuesta sentirme como entonces, pero hay un ramalazo, una especie de espiral risueña que me hace recordarte como eras entonces. Leyendo lo que no debías y anotando cosas en mi libro de francés. Qué curioso todo. En ese sueño estaba nuestro Manderley, que tenía formas diversas: la biblioteca, el patio, el aula, el pasillo, el parque Genovés, la calle, una cabina de teléfono, tu casa, la casa de mi tía, el autobús que conducía a Alicante, el carnaval, el barco para ir a Mallorca, el castillo, la gran discoteca, el hotel, la piscina, los ojos azules, el vestido malva, el jersey amarillo, la minifalda, la mele

"La señora Harris en Nueva York" de Paul Gallico

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(Pintura hiperrealista de Robert Neffson, Nueva York, 1949) (Pintura hiperrealista de Richard Estes, Kewanee, Illinois, 1932) Este es un libro amable, un relato sencillo. Parte de una historia muy dura, un niño maltratado. Pero Paul Gallico pone el énfasis en lo bueno, en la gente que se ofrece generosamente para ayudar a los demás y así salva con elegancia lo sórdido. Es un punto de vista que rodea todo el libro. Lo mismo ocurría en "Flores para la señora Harris" la anterior novela de este autor que publicó también la editorial Alba en su colección Rara Avis. La idea de que todo es posible si uno pone el suficiente empeño y sobre todo, el suficiente corazón, sobrevuela ambos libros. A esto se añade la personalidad casi mágica de la señora Ada Harris , menuda, ingeniosa y atrevida, una mujer de la limpieza que vive en el East End y está dotada de una intuición única. El mayor cometido de esa cualidad es distinguir dónde está la buena gente y cómo poner

Semáforos en rojo

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Oyes a la gente comentar con ilusión a qué sitios acudirá en el puente. Los puentes, cuando no son físicos, sino de tiempo, llevan consigo el movimiento. Todos los que sienten que forman parte de algo, se moverán, cambiarán de lugar de residencia, viajarán, comprarán cosas insólitas, compartirán su tiempo con aquellos que aman y que les aman.  Tu semáforo se puso en rojo un día y no hay forma de que cambie el color. A veces parece estar naranja, pero es una ilusión tan solo. Es un semáforo inamovible. No hay mecanismo, ni artilugio, ni milagro, que lo modifique. Es un semáforo que ha perdido el botón de cambio. Por eso sientes ahora que el aire te ahoga, por eso sientes que no puedes respirar casi, por eso quieres llorar y las lágrimas se esconden, por eso notas claramente que no hay nada que puedas poner al lado de esa euforia de la gente feliz.  (Imagen: Richard Estes)