Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de abril, 2022

Esta lluvia que ciega los cristales

  (Scarlett Johansson y Jonathan Rhrys-Meyers, "Match Point", 2005, Woody Allen) La lluvia en el sur es una rareza, un artículo de lujo, un motivo de inspiración. Las gotas que caen, y que dejan su marca en los cristales, te sugieren un extraño dibujo, una especie de mapa oculto, una muestra de que la naturaleza está presente. La ciudad se transforma bajo el chaparrón y aún más bajo la lluvia tenue, la más suave, persistente y continua. Si sale el sol, cosa frecuente, el arcoiris dará la imagen más cercana a la infancia y a los libros de texto.  Mi plaza es una hermosura bajo la lluvia. Los árboles rezuman el agua como si fueran gotas de una estalactita mítica. El suelo rojizo brilla y las zonas de albero parecen perseguir las hojas caídas que se esconden. Las pérgolas se elevan sin contención alguna y las flores, buganvillas, rosas, cítricos azahares, no tienen tregua. Cuando la lluvia se detiene, cuando el manto húmedo deja de caer sobre ella, la plaza es un paraíso de colo

A. G. MacDonell: un escocés en la corte del humor inglés

  De modo que hay casualidades en esto de los libros. Magia. Estoy convencida de que existe una clase de magia en la literatura que te acerca a la gente que lee lo mismo que tú, que te pone por delante el libro que estás necesitando ese día o que, como en este caso, te lleva, a través de una novedad editorial, a bucear en la vida y la obra de un tipo excepcional. Comencé con lo nuevo de Siruela y llegué a la editorial Belvedere , que me causa tanta ternura porque son editores que creen en lo que hacen. Magia pura.  Archibald Gordon MacDonell nació en Poona (India) el 3 de noviembre de 1895 en el seno de una familia de origen escocés. Es un escocés colonial, podíamos decir. Y llevó una vida tan interesante que merecería ser escrita, es más, quizá haya sido escrita, quizá en sus obras, por ejemplo en esa "Autobiografía de un sinvergüenza" publicada en español por Belvedere , haya muchos rasgos y muchas aventuras suyas. Porque fue deportista, un golfista excelente, periodista,

"Por alumbrar lo imposible" de José Luis Rodríguez Ojeda

  Por alumbrar lo imposible José Luis Rodríguez Ojeda Prólogo de Francisco Martínez  Cuadrado Anantes Poesía Febrero de 2022 ¿Quién no quiere ser alumbrado, recibir la luz, estar dentro de esa claridad sonora que te colma de voces y de lunas, en total movimiento imprevisto? La luz como salvación, la luz como secreto, la luz como señal.  De modo que este es un nuevo libro de Anantes Gestoría Cultural y una nueva obra poética de José Luis Rodríguez Ojeda. Un largo camino (camino,  esa palabra tan presente aquí, tan significativa, tan machadiana) ha recorrido el autor desde sus versos primeros, desde sus primeros libros. Un camino que se ha llenado de poemas y de coplas, a veces unidas y otras veces en abierta separación, pero siempre coherentes. José Luis escribe como respira porque, quizá, su forma de encontrarse con el mundo es esa, escribir versos que a veces llevan música o que pueden cantarse. Esa escritura desde siempre te convierte en alguien diferente, alguien que ve el mundo d

El club de los libros rechazados

(Foto: Nina Leen)  Comenzaré con una anécdota real: Cuando Anita Loos (1889-1981) le llevó al reputado director de publicaciones H. L. Mencken (te recomiendo la lectura de su "Vete a la mierda"), el original de su libro "Los caballeros las prefieren rubias", este le dio un buen consejo: "Nena, te estás riendo del sexo y eso es algo que nunca se ha hecho en Estados Unidos. Te aconsejo que lo envíes a Harper´s Bazaar, donde se perderá entre los anuncios y no molestará  a nadie".  Y ahora seguiré con el caso de mi autora de cabecera:  Jane Austen tardó más de quince años en empezar a publicar sus novelas. Lo hizo gracias a un editor conocido de su hermano Henry, que publicaba temas militares y que trató sus originales con bastante displicencia. Pagó porque le publicara otro editor, que tuvo que devolverle el dinero, después de mucho rogar. Y el tercer editor tampoco es que se quebrara mucho la cabeza.  Me diréis: pero eran Anita Loos y Jane Austen. Os respond

"Casi todas mis letras para el cante" de José Luis Rodríguez Ojeda

  Los libros han de ser bonitos además de buenos. El soporte importa. Esta edición de Anantes en su serie Adalid está muy lograda. Portada, papel, diseño, ilustraciones interiores, todo ello acompaña a la perfección el contenido, las coplas flamencas de José Luis Rodríguez Ojeda y el pórtico, el interesante prólogo de José María Velázquez-Gaztelu . Cualquier libro de flamenco que se precie eleva su valor si el prólogo lo escribe alguien como él. Ha ganado su prestigio a fuerza de ecuanimidad y su autoridad a fuerza de conocimiento. No todos pueden decir lo mismo. Por eso el prólogo hay que leerlo con la idea clara de que va a conducirte sin avaricia por el camino que en la copla flamenca tienen las letras de autor y, dentro de ellas, esta colección prácticamente completa de las que ha escrito José Luis Rodríguez Ojeda.  En estas letras (o coplas) flamencas que aquí reseño hay varios ingredientes que las convierten en una de las colecciones más solventes y bien hechas del género. Su co

Camden Place

(Camden Place, Bath. Jane Hartshorne) La balnearia ciudad de Bath es el lugar al que acuden Sir Walter Elliot y su hija mayor, Elizabeth, para tratar de entretenerse un poco una vez que alquilan su casa solariega. Allí, después de probar otros lugares, consiguen arrendar un inmueble en el mismo Camden Place, ese sitio emblemático que hoy los visitantes relacionan siempre con las novelas de Jane Austen. A nuestra protagonista, Anne, le resulta extraño que su padre y su hermana quieran que ella acuda a su lado y comparta vivienda y vida social. Así que deja Uppercross y se dirige allí con reticencias, las mismas que siempre sintió Austen en relación con el modo de vida de esta ciudad, que ella consideraba muy molesto, sin lugares para pasear en solitario, amarrado a convenciones sociales que eran cansinas y, en suma, con poca intimidad o ninguna. Anne es recibida por su padre y su hermana con cortesía, porque, como se sabe, no la quieren y con ella no van a llegar nunca más allá. La much

A la luz de las velas

  Cuando caía la tarde, todo se hacía a la luz de las velas. En las casas más pudientes, las velas eran el ornamento fundamental, con una función práctica decisiva para la vida. Las velas móviles, que se llevaban de un sitio a otro. Las velas que presidían la mesa, las que alumbraban las habitaciones, los pasillos, las escaleras. Las que se colocaban junto a la cama de los enfermos o en los cuartos de los niños. Las velas eran la forma de alumbrado en tiempos de Jane Austen, porque la luz eléctrica aún no había democratizado la visión de las cosas. Y, desde luego, los espacios de ocio, el baile, las visitas y las cenas, todos se llevaban a cabo bajo el resplandor de las velas.  Había una penumbra relativa, un tono dorado que salpicaba los interiores y una dificultad añadida para hacer labores de aguja, leer, dibujar o escribir. Por eso la luz era tan codiciada, por eso las muchachas vestían de claro, blanco, celeste, beige, rosa, para que sus vestidos reflejaran la luz de las velas y e

Jardines de Hampshire

  Aunque suele situársela como una de las ciudades austenianas es bien cierto que a Jane Austen no le gustaba Bath. Ella había nacido en Steventon, en el condado de Hamsphire, cerca de Basingstoke. Su padre fue un sacerdote anglicano y rigió la parroquia de Steventon por espacio de cuarenta años. Cuando cumplió los setenta se retiró y decidió irse a vivir a Bath. No es este el lugar adecuado para comentar los motivos de esa decisión pero sí la influencia que tuvo en el ánimo de Jane. Literalmente se desmayó al enterarse de la noticia. Su padre solamente logró vivir cuatro años más. Los años de Bath (1801-1806) trajeron consigo una cierta sequía literaria y, probablemente, más amargura que alegría. Como dice Juani Guerra en el estudio introductorio de la edición de Cátedra “existen las fuentes suficientes hoy como para saber que en los años que pasó allí, algo importante se rompió dentro de ella”. Y, continúa, “en Emma, Bath aparece sutilmente despreciado con un gusto narrativo exquisit

Magníficos mamarrachos

  A mi querida poeta y amiga María Sanz, todo lo contrario de un magnífico mamarracho, pero buena entendedora de todo y sin despeinarse.  ****** El señor Elton es un ridículo, un cursi, un presumido, un mamarracho. Lo dibujó en su novela "Emma" esa Jane Austen con tanta ironía como talento. Tuvo que conocer a lo largo de su vida bastantes Elton porque el tipo ya tuvo un antecedente en "Orgullo y prejuicio": el señor Collins, afectado, zalamero, prepotente y jartible. Los dos, Elton y Collins, simbolizan un tipo de persona que te la encuentras por la calle y por cualquier red sin que haya que buscar mucho. Pero he usado para ilustrar esta entrada la imagen de un fotograma de la última "Emma" porque ahí Elton es Joss O'Connor, o al revés, y Joss es un actor que me encanta, un buenísimo actor, cuyo papel en la película es lo único que se salva del desastre. Esa versión de "Emma" es, como Elton, risible, inaguantable y presuntuosa. Pero Joss O

¿Cómo sería ahora el señor Darcy?

  Esta imagen de Colin Firth que pertenece a la película de 2020 "Supernova", nos sirve para ilustrar esta entrada sobre ese hombre icónico que sobrevuela por los libros de Jane Austen con su presencia, siempre entrevista y anhelada, el señor Darcy . Resulta tan curioso que una autora de mujeres, que no para mujeres, haya creado quizá el prototipo del hombre que a todas las mujeres les parece el culmen del atractivo y no solo físico...Pero Austen es así, ella puede con todo y tiene estas pequeñas contradicciones que, en realidad, ni siquiera lo son.  En "Supernova" Firth forma pareja, una pareja de veinte años, con Stanley Tucci y la película va de la tristeza de envejecer cuando la enfermedad aparece sin dejarte opciones. El Alzheimer de Tucci es el muro de contención de las lágrimas de todos. Y la interpretación de ambos actores tiene la pátina de la verosimilitud. Pero es el físico de Colin Firth el que resulta apropiado para ubicar a nuestro Darcy de algún

"La señora Jenny Treibel" de Theodor Fontane

Leí hace algún tiempo la que se considera obra maestra de Theodor Fontane (1819-1898): Effi Briest . De ella hizo una versión cinematográfica muy notable R. W Fassbinder en 1974. Theodor Fontane , maestro del realismo literario alemán, plasmó en ese libro las contradicciones de la sociedad moderna con respecto a las mujeres. Las tensiones que la sociedad industrial generaron en las clases medias y la manera en que las mujeres se incrustan en ellas como si fueran apéndices y no tuvieran otra cosa que hacer que agradar es una temática recurrente en este escritor. En Effi Briest un matrimonio de conveniencia dará al traste con las posibilidades de felicidad de la protagonista. Las rígidas costumbres de la sociedad prusiana traerán, además, la desgracia a la protagonista y a su engañado marido. En este libro de ahora, La señora Jenny Treibel , vuelve a tratarse el tema de la elección entre lo que debe hacerse y lo que se desea hacer. (Afiche de la versión para el cine de E

Conversaciones a la caída de la tarde

(Pintura. Angelica Kauffman) Era muy frecuente, en esa hora previa del atardecer, que las mujeres se sentaran a la sombra, en una esquina del patio en verano o, en invierno, cerca de la mesa de la cocina, para hablar de sus cosas. Eran cuatro. La dueña de la casa, la más joven, ejercía de maestra de ceremonias, invitaba a café, sacaba de la despensa unas pastas recién hechas (tenía mucha mano para la repostería) y canturreaba sin darse cuenta mientras hacía los preparativos. En el patio, los niños jugaban y se reían. Las risas cruzaban el aire y entraban por la ventana. Mientras que rieran ella estaría tranquila.  La segunda mujer era la mayor de todas, una especie de jefe espiritual de la calle, una persona con sentido común, muy trabajadora y dispuesta siempre a ayudar. Tenía un aire hosco que no se correspondía con su bondad y reñía sin compasión a todos los niños. Se creía con derecho a ello porque sabía siempre cuál era el bien y cuál el mal.  Otra de las mujere

Los caballeros las prefieren rubias: Joyce también

Cuando  Anita Loos  (1889-1981) le llevó al reputado director de publicaciones  H. L. Mencken  (te recomiendo la lectura de su  "Vete a la mierda" ), el original de su libro  "Los caballeros las prefieren rubias",  este le dio un buen consejo:  Nena, te estás riendo del sexo y eso es algo que nunca se ha hecho en Estados Unidos. Te aconsejo que lo envíes a Harper´s Bazaar, donde se perderá entre los anuncios y no molestará  a nadie".  La disciplinada  Anita  así lo hizo. Y he aquí que, una vez publicado por entregas en la citada revista, ocurrió un hecho insólito: los hombres empezaron a leerlo. Entre esos hombres estaba, según se cuenta en todas las crónicas, un señor llamado  James Joyce .  ¿Les suena, verdad? De modo que no hubo más remedio que reconocerle el éxito y publicarlo en forma de libro. Tres años después vio la luz la segunda parte  "Pero se casan con las morenas"  y el asunto llegó a las cuarenta y cinco ediciones. Hablamos de

Lo subversivo de mirar el mar

  (El centro de Lyme Regis en la actualidad. Al fondo, la torre del castillo, es el único resto de tradición que se observa en este paisaje de casas uniformes, pintadas de colores, como si fuera un cuadro hiperrealista) (Lyme Regis de noche. Las casas y locales que están cerca de la playa contemplan la arena plagada de conchas y restos fósiles, algo familiar para los habitantes de la zona) (Lyme Regis visto desde The Cobb. Se ha construido un puerto artificial aprovechando la curva que hace el espigón. Las embarcaciones deportivas le dan una imagen actual a una zona que es el lugar romántico por excelencia de aquella zona) Un personaje de la película "La mujer del teniente francés" le dice a Sarah Woodrof: "Las jóvenes no deben mirar al mar de esa manera. Es una provocación". Sarah (que en la película es Meryl Streep antes de casi todo, antes, por supuesto de "Los puentes de Madison" y del fotógrafo de National Geographic) recorre todas las tardes la dis

"El misterioso caso de Styles" de Agatha Christie

¿Quién mató a la señora Inglethorp? Esta es la circunstancia que precisa ser aclarada y que constituye el argumento principal del libro. Para contar la historia, la primera de una larguísima serie de ellas, Christie recurre al capitán Hastings, licenciado de la guerra y amigo de un peculiar detective belga (no francés, cuidado con confundirse), llamado Hercule Poirot . El señor Poirot es delgado, de mediana estatura y luce un poblado y cuidado mostacho, que bien le hubiera merecido la pena cultivar si fuera soldado. Hastings es un hombre enamoradizo, ingenuo y que se deja llevar por sus impresiones inmediatas, lo que se contrapone a la forma de pensar de Poirot, que elabora concienzudamente sus predicciones acerca de lo que ha sucedido en realidad con cada uno de los crímenes que resuelve.  Hastings y Poirot son, pues, los introductores de la historia, aunque será el primero el narrador y el segundo el investigador. Ambas visiones resultan contrapuestas y, a veces, diver