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Mostrando las entradas etiquetadas como Mark Twain

Tom Sawyer, pintando la valla

  La niña aprendió a leer sola. Aún no había cumplido cuatro años. La madre se dio cuenta un día que paseaban por la calle del cine. Llevaba a la niña de la mano y la observaba mover silenciosamente los labios. La calle rodeaba al cine de verano y en su pared blanca y alargada se veían, colgados, enormes cartelones que anunciaban las películas. La niña se paró delante de uno en el que se veía a una pareja joven abrazada: “Romeo”, dijo. Y, al instante: “Julieta”. ¿Romeo y Julieta? dice la madre. Sí, contesta la niña. Esa noche en el cine se vería la película de Zeffirelli y allí estaba el anuncio, con Olivia Hussey y Leonard Whiting mirando a cámara. Cuando llegaron a la casa, la madre preguntó a la niña: ¿Qué película era esa?. La niña contestó: “Romeo y Julieta”. Y se fue saltando a la pata coja y repitiendo una y otra vez, romeo, romeo, romeo, romeo… La niña había aprendido a leer sola en los carteles del cine y también en el periódico que su padre dejaba en una esquina de la mesa de

Twain cruza el Mississippi

  Cuando empecé a leer a Mark Twain no sabía que su faceta de crítico literario iba a estar tan relacionada con la obra de Jane Austen . Claro que, entonces, yo no había leído a Austen. Las aventuras de Tom Sawyer es, sin lugar a dudas, mi libro favorito de la infancia. Leído, releído, una y otra vez, siempre me río cuando lo hago, conozco de memoria a sus personajes, sus vicisitudes y no hay ocasión en la que no recuerde que la tía Polly miraba a los niños por encima de las gafas porque no consideraba que eran tan importantes como para verlos a través de ellas. Todo un personaje. Aprendí con Twain que existía una cosa llamada "escuela dominical". Aprendí que había niños que se criaban en la calle, que no querían saber nada de colegios y libros y que los huérfanos tenían la cosa muy difícil. Sobre todo, aprendí que el ingenio y el lenguaje coloquial eran su santo y seña. Imposible no dejarse llevar por sus absurdas situaciones cómicas y su descripción de los personajes a bas

"Los diarios de Adán y Eva" de Mark Twain

Mark Twain (1835-1910) forma parte de mi memoria sentimental desde el momento que sus libros llenaban las paredes de mi casa de la infancia. Mientras las niñas de mi calle leían cuentos "de chicas", historias de mujercitas que esperaban casarse o de beatíficas alumnas de internado; mientras que en mi casa, las otras niñas, leían historias ilustradas o tebeos, he aquí que yo, encaramada a mi azotea azul atlántico, melena al viento siempre, calcetines cortos y piernas al aire, leía a Mark Twain, primero "Las aventuras de Tom Sawyer" y luego "Las aventuras de Huckleberry Finn". Confieso que soy más de Tom. La tía Polly me tiene encandilada desde entonces y su manera de mirar por encima de las gafas a los niños (porque mirarlos a través de ellas era un gasto inútil para seres tan poco importantes) se convirtió en un emblema de mis años de adolescente. Los primos Sid y Mary me trasladaron al universo de mis propios primos, unos en La Carolina, veranos llen

Mirar por encima de las gafas

Lo confieso. Cuando era chica leí y releí muchas veces Las aventuras de Tom Sawyer, en una edición barata pero completa que compramos en mi casa. Me gustó muchísimo. Sus personajes, la historia, el sentido del humor...Probablemente sea el mejor libro que he leído de esos que llaman juveniles, aunque el término es bastante engañoso. En los días de mi infancia aparecen entrelazados los recuerdos de personas y personajes, como si también existieran y fueran de carne y hueso. Personajes de libros o de tebeos, maravillosas colecciones encuadernadas en rojo que llevaba mi padre o que mi madre encargaba en la librería Cervantes. Seguramente sin esos libros, sin el periódico diario, sin las películas, nuestra vida hubiera sido otra y nosotros mismos no seríamos los que somos. En Tom Sawyer estaba Tom, pero también la tía Polly, los primos Sid y Mary, la viuda y el río Mississipi, como un personaje más. La tía Polly era, a la vez, estricta y tierna, llena de manías curiosas como la de mira

A través de las gafas

Ya lo sabéis: la tía Polly de Tom nunca gasta sus gafas en mirar a través de ellas a un niño o a una niña. Son poca cosa para usar ese magnífico artilugio, tan supermoderno, que la Tía (así a secas la llaman sus sobrinos) tiene en tan alta estima. Es preferible mirar por encima de ellas, observar las travesuras y los olvidos de los tres, Tom, Sid y Mary, tan distintos desde luego, pero tan parecidos en algo: son huérfanos que tienen a la tía Polly como único familiar que se ocupa de ellos. No son muy diferentes de Huck, desde luego, esos tres niños, aunque el vínculo con la Tía suponga que tienen un hogar, con unas normas (a veces, odiosas para ellos), un plato de comida, una cama, la obligación de ir al oficio religioso los domingos y alguien que les riña de vez en cuando. Mafalda odiaba la sopa que le ponía su madre, pero Huck quizá hubiera querido tener una de esas tías gruñonas que se enfadan cuando te dejas algo en el plato y que se enteran, de modo misterioso, de que no has ido a

El primer día de clases

El muchacho entró en el Instituto algo perplejo. Era un edificio muy grande, rojo y alargado. Más grande que aquel otro, en el que había pasado los dos cursos anteriores. Este edificio parecía más nuevo y tenía muchos tablones de cristal, patios con plantas, gente que iba de un lado a otro. El muchacho se sintió un poco solo. Su nombre estaba en una lista y todos los demás nombres correspondían a otros muchachos, así que, todos juntos, entraron en un aula y allí estaba un profesor, con gafas y aspecto amigable. No lo habían visto nunca, pero parecía un buen tipo. Sin embargo, el desasosiego invadía al muchacho y, aunque él no lo supiera, a la mayoría de los otros chicos que formaban el grupo (salvo a dos o tres, que eran bastante inmunes a las preocupaciones). El profesor pasó lista y estaban todos. Les dijo dos o tres cosas que debían ser importantes, aunque él no lograba concentrarse, ocupado como estaba en dilucidar si ese curso escolar que comenzaba iba a ser bueno o malo para su v

Cien años de la marcha del hombre del río

Hace cien años que murió Mark Twain. Hoy, exactamente, 21 de abril. He estado repasando en un especial del periódico El Mundo los detalles de su biografía, de su obra, curiosidades, problemas, sufrimientos e ironías de su vida. Pero, entre todos esos datos, algunos de los cuales no conocía, a los que se añaden las visiones de algunos dibujantes, una de las cuales he reproducido en este blog, la de Ricardo, ha sobresalido en mi memoria el recuerdo de las tardes pasadas leyendo sus libros. O su libro. Porque, aunque los críticos dicen que la mejor obra de Mark Twain es "Las aventuras de Huckleberry Finn" y que "Las aventuras de Tom Sawyer" es solamente un boceto de la primera, no puedo dejar de recordar mi lectura de este último, más aún, mis vivencias. De igual manera que la infancia de Twain fue la que se recoge en el libro de Tom Sawyer (porque Tom podría haber sido él) en mi infancia hay muchos momentos que tienen presentes el libro y también sus person