A través de las gafas



Ya lo sabéis: la tía Polly de Tom nunca gasta sus gafas en mirar a través de ellas a un niño o a una niña. Son poca cosa para usar ese magnífico artilugio, tan supermoderno, que la Tía (así a secas la llaman sus sobrinos) tiene en tan alta estima. Es preferible mirar por encima de ellas, observar las travesuras y los olvidos de los tres, Tom, Sid y Mary, tan distintos desde luego, pero tan parecidos en algo: son huérfanos que tienen a la tía Polly como único familiar que se ocupa de ellos. No son muy diferentes de Huck, desde luego, esos tres niños, aunque el vínculo con la Tía suponga que tienen un hogar, con unas normas (a veces, odiosas para ellos), un plato de comida, una cama, la obligación de ir al oficio religioso los domingos y alguien que les riña de vez en cuando. Mafalda odiaba la sopa que le ponía su madre, pero Huck quizá hubiera querido tener una de esas tías gruñonas que se enfadan cuando te dejas algo en el plato y que se enteran, de modo misterioso, de que no has ido al colegio y te has dedicado a tirar piedras en el río, cazar pájaros o trepar por los árboles, aunque esto último sea mucho más difícil de ocultar, porque siempre hay algún delator agujero que lo anuncia.
Estamos hablando de infancia. La historia de Tom nace de la propia vivencia autobiográfica del escritor Mark Twain. Quién sabe de qué niño o de quiénes tomó los rasgos de todos aquellos que aparecen en sus obras y que, siendo niños solos, niños abandonados, no tienen la dramática existencia de, por ejemplo, los niños de Charles Dickens, tan abrumados por la soledad y el abandono.
El humor es lo que hace que estos niños del río Mississippi no nos llenen de tristeza, aunque, si lo pensamos, se trate de huérfanos que sobrevivan con mil y una argucias, niños sin infancia, niños como tantos otros de aquellos años y de todavía.
No sé si habéis leído "Las aventuras de Tom Sawyer", pero, si no lo habéis hecho, leed el libro. Es uno de los mejores libros que uno puede leer y sus personajes y sus hechos (como el que recoge la ilustración de esta entrada del blog: el glorioso momento de pintar la valla, del que no desvelo más para que vayáis al libro a enteraros) no se alejarán de vuestra memoria, incluso cuándo ésta flaquee con la edad. Podéis leerlo en una de las miles de ediciones que se han hecho de esta obra, en todos los idiomas posibles. Si entendéis el inglés, entonces no necesitaréis intermediarios: tendréis la enorme suerte de leerlo en su idioma original, lo que le añade muchísimas cosas al libro. Confieso que no sé inglés (aunque tengo una buenísima pronunciación, desde luego, como puede acreditar nuestra coordinadora bilingüe), y que lo leí en su versión completa y bien traducida, nada de adaptaciones que lo desvirtúan todo.
Si vuestros alumnos no lo han leído pueden hacerlo también a través de la biblioteca virtual. Es estupendo. Se puede uno meter en el ordenador y ponerse a leer el libro completo, sin descargas ni nada de nada y dentro de la ley. Para eso están las bibliotecas virtuales y hay unas cuántas.
En todo caso, aquí os pongo una reseña biográfica del autor, un tipo que siempre me cayó extraordinariamente bien:
Samuel Langhorne Clemens (1835-1910) fue un escritor y humorista estadounidense que escribió bajo el pseudónimo de Mark Twain.
Nació en Florida (Missouri) el 30 de noviembre de 1835. A los cuatro años, su familia se trasladó a Hannibal (Missouri), puerto fluvial en el Mississippi, y allí realizó sus primeros estudios. Al morir su padre, en 1847, comenzó a trabajar como aprendiz en imprentas, y a manejar el oficio de tipógrafo; ya en 1851 publicaba notas en el periódico de su hermano. Posteriormente trabajó en imprentas de Keokuk, Iowa, Nueva York, Filadelfia y otras ciudades. Más adelante fue piloto de un barco de vapor, soldado de la Confederación, y minero en las minas de plata de Nevada. En 1862 comenzó a trabajar como periodista en el Territorial Enterprise de Virginia City (Nevada) y, al año siguiente, comenzó a firmar con el seudónimo Mark Twain, que en el Mississippi significa dos brazas de profundidad (el calado mínimo necesario para la buena navegación). A partir de 1864 empezó a frecuentar a otros escritores. En 1867 viajó a Europa y Tierra Santa. En 1870 se casó con Olivia Langdon. Fue reconocido mundialmente durante los últimos años de su vida, y recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford (Inglaterra), en 1907. Murió el 21 de abril de 1910 en Nueva York.

Entre sus obras, muy leídas por jóvenes y adultos, se pueden citar:
Los inocentes en el extranjero (1869)
Una vida dura (1872)
Las aventuras de Tom Sawyer (1876)
Un vagabundo en el extranjero (1880)
Príncipe y mendigo (1882)
Vida en el Mississippi (1883)
Las aventuras de Huckelberry Finn (1884)
Un yanqui en la corte del Rey Arturo (1889)
Viajes alrededor del mundo siguiendo el ecuador (1897)
Wilson (1894)
Recuerdos personales de Juana de Arco (1896)
Cuentos: "El corruptor de Hadleyburg" (1899) y "Oración de guerra" (1905)

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