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Mostrando entradas de enero, 2024

Crónica de la vida

  Esta es la imagen que vale más que mil palabras. Las portadas de esta revista son una especie de crónica diaria de lo que nos va sucediendo. En este caso, tan reconocible. La mesa llena todavía de los cacharros de la cena. Una familia numerosa, quién sabe si con algún invitado además. Un montón de gente. Cada uno a lo suyo. Cada uno enfrascado en su móvil, las pantallas brillando, las personas de todas las edades absortas en su propio juego, separados, distintos, alejados.  Me ha hecho recordar, por lo exótico, nuestras sobremesas de infancia. Mucha gente en la mesa, los platos todavía sin recoger, el postre a medias, la charla. La charla, la conversación, el intercambio, las miradas. Si todo eso se ha sustituido por una brillante pantalla que parece acercarte al mundo, entonces es que el apocalipsis no es una broma de Billy Wilder. 

Travesía con vestido violeta

Hace ¿mil años?             El mar era una balsa oscura, que apenas se movía. La noche era muy fría, a pesar de que estábamos en mayo o en junio, qué sé yo. El barco se llenó de risas juveniles, de gente que corría, de piernas que saltaban, de brazos desnudos en busca de mantas porque la noche es traicionera en alta mar. El barco había partido de Alicante y allí se despidió de la península al son del carnaval, con las coplas que habíamos aprendido años antes y que se habían escrito para nosotros, para gente como nosotros, los estudiantes de Magisterio que marchábamos, por una vez, a pesar de las reválidas y del poco dinero, a cruzar el mar en busca de aventuras.               El frío del viaje en la cubierta se templó por unas horas con aquellas mantas escondidas que sacamos de no recuerdo dónde. Pero, ay, en un momento desaparecieron y los fieles marineros observantes de las reglas nos dejaron a la intemperie, a pesar de que nuestros corazones, jóvenes y fogosos, habían

Clive Owen, una falda tubo y el tipo de la camisa blanca

  No sé si me gusta Clive Owen porque me recuerda a aquel tipo o al revés. El caso es que también usaba camisas blancas y también tenía ese color indefinido de ojos, que tanto parecen grises, como azules, verdes o, incluso, plateados. Unos ojos con doble intención, que podían ser duros y sin compasión o tiernos y plagados de dulzura. Aquel tipo, lo llamaré así para aclararnos, tenía una personalidad dual, oscura y transparente a la vez, y las muchachas como yo, que sofocan las penas del amor con otras penas mayores, podemos ser presas fáciles de un vaquero bien llevado y una camisa de lino. En una de esas crisis amorosas por no sé quién (lo bueno de todo esto es que el olvido es la premisa) surgió un viaje al extranjero por un par de meses (el remedio eficaz, poner tierra de por medio) y allí estaba este Clive sin filmografía, con su aspecto de eficaz desaliño, su conversación filosófica y su mirada ardiente de unos ojos con color no identificado. Imposible resistirse a su llegada a nu

Dice tanto esa mirada...

  Lo primero que percibes cuando alguien se te muere es que ya no te verá. Lo que eras y veía ha desaparecido. Eres otra persona. La primera vez que te convertiste en otra persona fue cuando murió tu padre. Nadie lo notaba pero eras otra. Después de tres días de llanto ininterrumpido salió la mariposa a decir que todo se había transformado sin mediar procedimiento alguno, por el sencillo trámite de la pérdida. Ese hombre que tenía manos suaves de trabajador constante y que comía con delicadeza y que guardaba siempre todo para los otros, sin reparar nunca en sí mismo, sin pensar en que fue niño solitario, niño abandonado, niño pobre, niño sin ser niño.  Luego pasaste a ser un fantasma callado cuando murió tu madre y la fecha de su muerte no coincidía con la fecha de su adiós, es más, no existió adiós, solo desapego, olvido, el brutal alejamiento de quien no sabe quién es ni quién eres, ni percibe la fecha del día, ni nota el calor o el frío, ni desafía ya a los que mandan con su fervor

Nosotras, que lo buscamos tanto...

  ("Tiempo tranquilo", Scott Kennedy) Todas estamos hechas de la misma pasta, mitad salitre, mitad verde del campo. Tenemos las mismas certezas y esperamos las mismas cosas. Entre todo eso, nuestra búsqueda es la manera en que salimos a mostrarnos ante el mundo. No nos conformamos, no dejamos de luchar, no nos sentamos en una piedra del camino a esperar la nada. Somos de esa clase de caminantes que no quiere dejar pasar la oportunidad de hallar otra puerta entornada.  Quizá es porque fuimos niñas pobres, niñas habituadas a las cosas sencillas, a las casas modestas, a las horas humildes. Porque supimos desde siempre lo que es tirar de casi todo, arañar lo imprescindible y comprender que estrenar es un sueño que no siempre se alcanza. Quizá porque nos reconocemos en nuestra pobreza, en ese aire común de la gente que trabaja y respira, en ese no pararse porque los días necesitan treinta horas para ser fértiles.  Hemos acunado niños sin conocer demasiado el secreto de la vida. La

"Anna Karénina" de Lev N. Tolstói

  Lev N. Tolstói , de familia aristócrata, nació en 1828 en la región de Tula, concretamente en Yásnaia Poliana, un lugar que llegaría a ser su paraíso en la tierra. Fue un despreocupado estudiante que nunca tituló y un artillero en el Cáucaso. Después, muy pronto, fue escritor, su mejor y mayor ocupación. Comenzó a publicar a los 24 años, no sabemos si por influencias familiares o porque su calidad fue detectada de inmediato pero no tuvo que hacer meritoriaje alguno, ni guardar cola en las antesalas de los editores. La fama le llegó de inmediato con sus primeras obras y se asentó definitivamente con "Guerra y Paz" y, sobre todo "Anna Karénina", lo que supuso para él no solo el reconocimiento social sino también una profunda crisis personal y espiritual de la que nunca salió. Desde ese momento volvió a su lugar de origen y procuró llevar una vida basada en la sencillez, la meditación y el encuentro entre los seres humanos, pero esto no debió ser suficiente. Sobr

"Aún nos queda el teléfono" de Erica Van Horn

  La historia Aquí hay una madre y hay una hija y está la relación entre ellas cuando la madre ya tiene más de noventa años. Se mezcla la actualidad con los recuerdos de la infancia. La madre tiene una fuerte personalidad, es una mujer especial, como lo son todas aquellas mujeres que han llegado al casi final de la vida manteniendo un criterio propio, una opinión. Y la hija escribe casi un diario acerca de su contacto con la madre y lo hace con justeza, con tranquilidad, con fuego y con pasión de hija, también con la inevitable serie de pequeños dramas domésticos. De la unión de las dos, de sus voces distantes y en ocasiones cercanas, nace una historia que tiene peso, que tiene voluntad de mostrar y que tiene belleza. No es poca cosa. Es mucho. Tanto... La autora Desconocida para mí hasta la fecha, Erica Van Horn, nacida en 1954 en los Estados Unidos, vive desde hace mucho tiempo en la bella Irlanda y allí dirige junto a su marido Simon Cutts, la editorial independiente  Coracle Press.

Aquel amanecer en el cortijo...

  Creo que nunca he escrito de mis días de cortijo. De mis tiempos de campo. El campo me ha producido siempre una enorme fascinación y también sus gentes. En muchos momentos ha estado en primer plano y otras veces se ha escondido, como si esperara el milagro de su reaparición. Es muy curioso esto, siendo de una ciudad marítima en la que el campo era solo el verdín que rodeaba los fuertes que se levantaron para detener a Napoleón. No me cae bien Napoleón , ni me gusta el personaje. Puestos a elegir, me quedo con los valientes que lucharon contra él y con las bombas que tiraban los fanfarrones.  Entre paréntesis: la película sobre Napoleón de Ridley Scott no me ha gustado nada, nada, nada. Batallismos y claroscuros, ahí lo puedo resumir. Ni me gusta el tratamiento de los personajes, ni los actores. Me aburre muchísimo.  Pero el campo, oh, el campo, tiene algo distinto a lo demás, una arquitectura diferente. Los hombres de mi vida han sido gente de campo. Los paseos por los olivos, con un

"El arcoiris" de D. H. Lawrence

Esta novela, que la editorial Alba, en su colección Clásica Maior acaba de publicar, es, en realidad, una precuela de "Mujeres enamoradas" . Porque en ella se narra la historia anterior, la familia de la que proceden las hermanas Ursula y Gudrun, que son las protagonistas de "Mujeres...".  Es un recurso cinematográfico frecuente y una forma literaria que usa Lawrence para bucear en las raíces de esas mujeres que, cada una a su manera, busca el amor sin lograr saciar su necesidad de querer y ser queridas. La peripecia de "Mujeres enamoradas" organizada en torno a cuatro personajes, Gudrun, Ursula, Birkin y Gerald Crich, es más sencilla, aparentemente, que la historia que se teje en "El arcoiris". Aquí están los Brangwen, la familia que se muestra en tres generaciones que abarcan sesenta años.  D. H. Lawrence había nacido en Eastwood, en el condado de Nottingham, en 1885. Su padre era un minero analfabeto y borracho que no le aportó n

"Los maestros de Herat" de María Sanz

  La edición Este es un libro bonito, lo que se dice una edición cuidada y hecha con mimo. Se agradece mucho cuando tomas un libro entre tus manos, con un tacto suave y agradable, con una portada atractiva. La belleza del libro como objeto es algo que siempre habría que cuidar y, en este caso, la editorial Balduque , de Cartagena (Murcia) lo ha conseguido. Todo importa en una edición. Los colores, las imágenes, el tipo de letra, los números de las páginas, todo importa. Balduque cumple este año los diez de andadura y eso es una buena noticia. Y lo es más cuando se trata de una editorial independiente y periférica, surgida en una hermosa ciudad mediterránea con la que tengo lazos imborrables y que guarda tantísimo parecido con mi propia ciudad de origen, aunque sea atlántica. Los tiempos de Cartagena fueron de espeso verano, baños de sol, mucho cante, viajes diarios a La Unión y amor, todo el amor del mundo. Y el amor siempre da frutos.  El contexto Para que el contenido de este libro n

Mi propia habitación

(Virginia Stewart fotografiada por Louise Dahl-Wolfe en 1948) Fue leyendo "Una habitación propia" cuando lo pensé. No sentada a la orilla de un río, aunque ella sí lo estaba. Virginia estaba sentada a la orilla de un río y hablaba de peces y de pesca, no sé ahora mismo por qué. Quizá tenía mucho que ver con su disertación o su mente vagaba por esa imagen que había retenido en la cabeza de la última vez que se sentó junto a un río. Intuí entonces que esa visión podía ser inexistente, y que yo, en realidad, jamás había estado sentada a la orilla de un río. Quiero decir, realmente en la orilla, en el suelo, en una especie de arena o de tierra o de margen cubierto de hojas, qué sé yo. El río de la ciudad que conozco no tiene nada que ver con un verdadero río cuando discurre por el campo, por su curso, esos conceptos geográficos que aprendí y que, tengo que reconocer, me gustaban mucho. Caudal, curso, cauce, márgenes, desembocadura, estuarios...Estas son las palabras que

"A Virginia le gustaba Vita" de Pilar Bellver

Vita Sackville-West y Virginia Woolf son dos mujeres interesantes e influyentes que aquí se encuentran porque la autora del libro recrea a su modo y con su estilo una historia de amor que fue real. Lo que comenzó siendo un relato con el mismo título, incluido en la antología Ábreme con cuidado (Dos Bigotes, 2015), se ha convertido en esta novela, publicada por la misma editorial y cuya cuarta edición vio la luz en junio de 2017. El trasfondo de la acción ya lo conocemos. El apasionante periodo de entreguerras, la novedad que supuso para la adormecida élite cultural inglesa la aparición del grupo de Bloomsbury y ese ir y venir de personajes que se escribían cartas, se enamoraban, se odiaban y vivían.  El libro tiene una curiosa estructura. Cuatro cartas de desigual longitud cada una de las cuales forma un capítulo: La tela azul, El cuadro, La virgen, La anunciación. Después, un apéndice titulado La tela azul del cuadro de la Virgen de la Anunciación, que no forma parte de la no

"Kew Gardens y otros cuentos" de Virginia Woolf

Qué libro tan bonito...Tres cuentos de Virginia Woolf, bien traducidos por Magdalena Palmer y delicadamente ilustrados por Elena Ferrándiz. Sólo hay que ver la portada para darse cuenta de que Nórdica Libros ha hecho una edición cuidadosa de estos tres relatos que tienen el aire inconfundible de su autora: esa mezcla de misterio, fantasmagoría, sueño, imaginación y detallismo cotidiano.  El primer cuento es "Kew Gardens", una historia de sensaciones, imágenes y observaciones sensibles tomadas del Jardín Botánico de Londres. El segundo es "Una casa encantada", lleno de fantasmas. El último "La marca en la pared", que le sirve para volver a sus recuerdos personales.  Virginia Woolf (Londres, 1882- Lewes, Sussex, 1941), es una escritora especial, atrayente, singular. Su pertenencia al Grupo de Bloomsbury le ha dado un perfil de diletancia que quizá haya excedido lo que, en realidad, era. Una persona atormentada por dudas y por situaciones que que

"La señora Dalloway" de Virginia Woolf

Clarissa Dalloway ofrece esta noche del mes de junio una fiesta. Por eso, su primera decisión, tiene que ver con el exorno del salón. "La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores" . "Era mediados de junio...la guerra había acabado". Se refiere a la primera guerra mundial.  Desde que comienza el día hasta la noche, Clarissa Dalloway , hará algunas cosas que le permitirán, mientras tanto, pensar y utilizar lo que ella posee en mayor medida, la intuición. Desengañada de Richard , su marido, con el que se unió precisamente porque no lo quería demasiado. Decepcionada de Peter Walsh, su gran amor, que se está con otra mujer, mucho más fría, indiferente y extraña que ella. Cansada de ser "invisible". Así camina por el parque de St. James. "Porque aunque ella y Peter pudieran pasar separados cientos de años y ella nunca le hubiera escrito una carta  las suyas fueran tan secas, de pronto, en cualquier momento, se le ocurría pensar

"La historia del doctor Gully" de Elizabeth Jenkins

La editorial Alba ha rescatado otro de los libros de la escritora Elizabeth Jenkins (1905-2010). Curioso el gran número de escritoras que en estos últimos años están saliendo de la oscuridad merced a la traducción de sus libros en España. Stella Gibbons, Penélope Fitzgerald, Elizabeth Gaskell, Eudora Welty, Edna O´Brien...Todas ellas tienen una mirada propia, un altísimo nivel literario y cosas nuevas que decir. Todas ellas escriben en inglés y tienen en común el ser pioneras a la hora de vivir una vida no circunscrita a lo que se suponía era lo lógico para mujeres de su tiempo. Curiosamente han sido muy longevas y eso ha permitido entender y comparar su evolución estilística. Elizabeth Jenkins frecuentó el Círculo de Blomsbury y, según cuentan, no era demasiado partidaria de Virginia Wolf, la estrella rutilante del grupo. Decididamente opuesta en su forma de pensar y de escribir, sí fue una austeniana confesa que fundó la "Jane Austen Society". Antes que este libro

"Diarios" de Iñaki Uriarte

Una de esas extrañas perlas que se encuentran a veces en las redes sociales, en forma de amigo, me puso en el camino de Iñaki Uriarte y sus Diarios. La forma en la que una descubre los libros es harto compleja. Tienen tantas maneras de aparecerse que podría escribirse un opúsculo sobre eso, un texto breve y entrañable en la que se contara de qué manera llega a tu vida un libro o un autor. Es casi tan emocionante que relatar el encuentro con esa persona especial a la que quieres sin remedio. A la causa entera de tu perdición.  Pero, sigamos. Mi amigo me contó sus impresiones y yo compré los libros, los leí y los coloqué en esa zona cercana en la que están los textos a los que de vez en cuando acudes. Son libros nunca terminados, referencias, motivos.  Ahora, repasando Internet, he visto que ha salido el tercer volumen y yo me he quedado atrás a la hora de comprarlo, seguramente porque mi amigo, el recomendador, se ha enamorado y no frecuenta nuestra salita de estar del Twitte

Los nuevos ricos

  Mi madre siempre me gastaba bromas con este tema: se imaginaba que compraba una lotería que nunca compraba y que le tocaba el premio gordo. Entonces nos hacíamos súper millonarios. No cuantificaba la cantidad sino que era "muchísimo dinero". Una pasta gansa, dirían Mortadelo y Filemón, que son dos pero como si fueran uno solo. Tela de dinero, dinerísimo. Ella fantaseaba entonces lo que haría con todos esos billetes y cuánto gastaría en esto y en aquello, de modo que aquella fantasía era alimenticia del espíritu y muy satisfactoria porque te permitía convertirte, incluso, en empresaria, mecenas o en benefactora de casi todos.  Invariablemente la cosa terminaba preguntando qué me parecía todo aquello y mi respuesta siempre era la misma y con la misma sinceridad siempre: no quiero ser una "nueva rica", qué vergüenza. Y lo decía en serio y no por hablar sino porque pensaba que era bochornoso aparecer de pronto convertida en alguien que no eras y todo porque los billet

Los Brontë, las Brontë

  La vida familiar de los Brontë me resulta mucho más atractiva que sus propias novelas. Quitando el extraño embrujo de "Cumbres borrascosas" o la asombrosa modernidad de "La inquilina de Wildfell Hall", todo ese otro universo de institutrices desgraciadas me resulta cansado. Cuando hablo de ellos siempre uso el artículo Los y no Las por una razón muy sencilla: incluye en ese ámbito familiar y literario también al hermano Branwell y diría que hay que añadir al padre, cuya biografía es tan curiosa que merece la pena contextualizar al grupo a partir de ella.  Creo que su historia, la de todos ellos, daría para un buen libro, un novelón de casi mil páginas, con idas y venidas, discusiones, enfermedades, muertes, amores tardíos, amores contrariados, amores prohibidos, sufrimiento, extraños edificios, personajes inenarrables, muchachas transidas por los versos, y, sobre todo, un artefacto literario de difícil explicación, el mundo de Gondal. Se escriben libros sobre ello