Nosotras, que lo buscamos tanto...
("Tiempo tranquilo", Scott Kennedy)
Todas estamos hechas de la misma pasta, mitad salitre, mitad verde del campo. Tenemos las mismas certezas y esperamos las mismas cosas. Entre todo eso, nuestra búsqueda es la manera en que salimos a mostrarnos ante el mundo. No nos conformamos, no dejamos de luchar, no nos sentamos en una piedra del camino a esperar la nada. Somos de esa clase de caminantes que no quiere dejar pasar la oportunidad de hallar otra puerta entornada.
Quizá es porque fuimos niñas pobres, niñas habituadas a las cosas sencillas, a las casas modestas, a las horas humildes. Porque supimos desde siempre lo que es tirar de casi todo, arañar lo imprescindible y comprender que estrenar es un sueño que no siempre se alcanza. Quizá porque nos reconocemos en nuestra pobreza, en ese aire común de la gente que trabaja y respira, en ese no pararse porque los días necesitan treinta horas para ser fértiles.
Hemos acunado niños sin conocer demasiado el secreto de la vida. La vida se ha presentado a su modo, sin avisar, sin ritmo, con la distancia justa para atisbar su rostro a través del cristal de las ventanas. Somos, hemos sido, niñas de ventanas con cristales empañados, con esa clase de humedad sobre las que escribes letras. Niñas de letras adornadas de sueños. Niñas de ortografía y de silencios tenues. Las veces que hemos hallado un diccionario siempre ha sido para encontrar el significado de búsqueda.
Y el amor...Nuestros amores han tenido la virtud de aparecer de pronto, en los momentos más inopinados, cuando los rostros estaban limpios de maquillaje, los ojos tersos y la piel anhelante. No hemos sabido en realidad para qué servían la pasión o el abrazo. No hemos entendido el significado del sordo sudor de los cuerpos hasta que ya ha sido demasiado tarde. Nuestros amores han pasado de puntillas y cuando ya nada nos queda de su recuerdo surge el atroz silencio que los reclama. Amor, amor, no dejes de sentirme. No dejes de creer en que todavía las horas tienen tiempo que te acompaña.
Todas estamos hechas a la misma manera, con la exacta composición química y física de nuestro paisaje, del vagón del tren en que subimos, de las miradas que nos acompañaron hasta que se cruzó por delante otro destino. Ansiamos todas lo mismo. Hemos subido tantas escaleras, hemos pisoteado tanto suelo, hemos recorrido un espacio tan hondo que ahora solo esperamos, buscamos y queremos que se haga la paz en torno nuestro. Que los ojos se posen en los ojos y las manos descubran otras manos. Todas somos iguales. Nosotras, que lo buscamos tanto. Que lo añoramos todo. Que grabamos los nombres del amor en un árbol cuajado de ramas de perennes verdores.
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