Mi madre siempre me gastaba bromas con este tema: se imaginaba que compraba una lotería que nunca compraba y que le tocaba el premio gordo. Entonces nos hacíamos súper millonarios. No cuantificaba la cantidad sino que era "muchísimo dinero". Una pasta gansa, dirían Mortadelo y Filemón, que son dos pero como si fueran uno solo. Tela de dinero, dinerísimo. Ella fantaseaba entonces lo que haría con todos esos billetes y cuánto gastaría en esto y en aquello, de modo que aquella fantasía era alimenticia del espíritu y muy satisfactoria porque te permitía convertirte, incluso, en empresaria, mecenas o en benefactora de casi todos. Invariablemente la cosa terminaba preguntando qué me parecía todo aquello y mi respuesta siempre era la misma y con la misma sinceridad siempre: no quiero ser una "nueva rica", qué vergüenza. Y lo decía en serio y no por hablar sino porque pensaba que era bochornoso aparecer de pronto convertida en alguien que no eras y todo porque los billet
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