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Mostrando entradas de agosto, 2022

"Jarana a la irlandesa" de Edna O´Brien

(Fotografía de Nina Leen. 1909-1995)   J arana a la irlandesa es el primer cuento del volumen Objeto de amor , que acaba de publicar, en este marzo de 2018, la editorial Lumen , con traducción de Regina López Muñoz . La dedicatoria del libro va a uno de sus mejores colegas, y sin embargo amigos, el escritor Philip Roth ( "por nuestra larga amistad" ). Lo sustantivo del cuento son las chicas. Edna O´Brien (1930), es la mejor traductora a palabras literarias de los sentimientos y emociones de las jóvenes. Solo ella es capaz de apresar con nítida claridad esa efervescencia, esa búsqueda, esos remordimientos, ese binomio maldad-bondad que caracteriza a las muchachas en flor. Si fuera japonesa no lo expresaría tan bien.     A quí hay algunas muchachas a las que les pasan cosas. Y señoras mayores que las reprenden. Y madres que no se hacen cargo de lo que significa ese esplendoroso momento de la vida. Y chicos deslavazados que no están a la altura casi nunca. Un ret

"Judith Fürste" de Adda Ravnkilde

La literatura danesa es una desconocida entre la mayoría de los lectores españoles. Como ocurre, por otra parte, con otras literaturas nacionales. El peso de lo anglosajón es importantísimo y también de la literatura sudamericana, como es lógico. Luego hay una cierta penetración de libros franceses o italianos, pero el norte de Europa está casi virgen, si exceptuamos las sagas tan conocidas tanto dirigidas a mayores como a niños.  Por eso, descubrir autores es aquí una odisea y una aventura. En este caso, autora. Una mujer a la que Alba, en su colección Rara Avis, ha puesto sobre la mesa editorial con este libro, casi autobiográfico, que escribió en su juventud, pues se suicidó a los 21 años. Un libro precoz de una autora a la que llamaríamos malograda.  Judith Fürste no tiene recursos económicos. Se los han birlado directamente. Ello la convierte en una joven pobre que debe aceptar lo primero que se le ofrece para salir adelante. Y eso es, justamente, el matrimonio. Al mori

En el andén

El tren se alejó sin hacer apenas ruido. Era un tren de media distancia y se detuvo poco tiempo en el andén. Hacía frío y humedad. Me quedé sentada en una especie de banco de piedra, adosada a una pared absurda y hosca. Me arrebujé en la cazadora y crucé las piernas. Mi mirada seguía el camino del tren, no podía apartar los ojos de él. Y eso que el tren no me había traído a la persona que esperaba. No me había traído a nadie. Nadie se bajó del tren, en esos escasos minutos de parada, para abrazarme y decirme, soy yo, estoy aquí, he venido, al fin. Nadie. Los minutos fueron horas, porque se hicieron inmensamente largos, escudriñando las caras de los viajeros, pocos, que se detuvieron en esa ciudad pequeña y perdida en un extremo del mapa. Una ciudad sin mar, sin río, sin puentes, una ciudad tan sola como yo misma. Nadie se bajó del tren, nadie me miró con cara sonriente. Nadie echó un brazo por encima de mis hombros. Nadie me susurró nada al oído. Nadie, nada, las únicas palabr

Dolor tan hondo

Terminó la llamada y el teléfono siguió en su mano. Notó una sensación de humedad. Era una lágrima. Luego otra. Luego, un caudal de llanto. Sintió frío. El frío de la angustia que le subía por la garganta y le cercaba el habla. No podía pronunciar ninguna palabra. Todas las palabras volaron. Se fueron todas a un paraíso incontestado, en el que no hay renuncias ni abandonos. Un paraíso donde el amor es posible, donde el sufrimiento tiene sentido a veces.  Se levantó pesadamente. Estaba muy cansada. La charla telefónica la había dejado exhausta. Tuvo miedo. Era el final. Podía sobrellevar la duda. Podía sobrellevar la incertidumbre. Pero el adiós...no podía pensar que nunca más oiría su voz al otro lado del teléfono, que nunca más su voz la llamaría con es tono especial del recibimiento primero: Eh...cómo andas??? Siempre esas palabras, esa forma de hablar, esos silencios intermedios.  Hoy había sido distinto. Ella había tenido la culpa. Habló de más, ahora lo sabe. Podí

La mentira

Me has descubierto. Ha sido un fallo tonto. Una cosa absurda. Cómo he podido ser tan descuidada…Cómo tan ilusa…Me has descubierto y se ha hundido el precario castillo de naipes que habíamos levantado para no desandar todo el camino. Me has descubierto y siento que soy la miserable mujer que te engaña, durante doce años nada menos. La mitad de nuestra vida juntos.  Ahora sé que es inútil explicarme. No me escuchas. No quieres saber de mí nada más que la hora en que, acabado de hacer el equipaje, voy a subir a un tren que me llevará lejos. Ni siquiera me miras. Te doy asco. Piensas en cuántas noches te mentí. En cuántas noches me inventé una excusa y en cuántas tardes estuve con él, con el otro, en cualquier sitio, en su casa, en el coche, perdida por ahí en un despeñadero de emociones. No quieres saber datos, pero tu cabeza no deja de dar vueltas y tu corazón sufre. Lo noto. No me miras. Me odias. Me desprecias.  Podría contarte si pudieras oírme, si me escucharas al menos

A veces el amor no es suficiente

La muchacha recorría la calle de un punto a otro de una ciudad desierta. Era un verano abrasador, en la hora más tórrida del día. Su corazón saltaba. Llevaba un vestido de gasa azul celeste, suave al tacto, con un encaje muy finito en el escote, en forma de pico, pronunciado, hondo. El vestido flotaba sobre el aire caliente del mediodía y ella andaba sobre unas sandalias blancas que le hacían un poco de daño. Eran nuevas, hechas para ocasiones especiales. Llevaba un sombrero del color del vestido.  En ese momento sonreía sola. Miraba al frente, con los ojos cubiertos por las gafas de sol, oscuras, impenetrables, pero la sonrisa se traslucía de inmediato, a pesar de que era una sonrisa interior. La sonrisa de la plenitud, quizá. La sonrisa de la nostalgia anticipada. La de la sorpresa o la duda. Venía de hacer el amor con un hombre que la amaba profundamente y al que  abandonaría sin remedio unos meses después. Los separaban quince años, una esposa, dos hijos y mucha incer

"Lady Macbeth" de William Oldroyd.

(Anna, la criada, trenza las cintas del corsé de Katherine, a modo de símbolo de una vida resguardada) Lady Macbeth , la ópera prima del cortometrajista William Oldroyd en el mundo del gran cine, no es una apología del empoderamiento femenino, ni tampoco un relato de costumbres, ni un romance novecentista, ni tiene nada que ver con las historias de amor desgraciado de Emma Bovary , Ana Ozores o la Karenina . No. Es una película de cine negro, camuflado en un tiempo, 1865, en el que todavía no se había inventado la gabardina. Un argumento que comienza mostrando la indefensión de una muchacha, cuya familia la ha vendido (junto con una parcela que no sirve ni para alimento de vacas, según su marido) en un matrimonio desigual. Su esposo no solo es un hombre mayor, sino un hombre impotente, un presunto incapacitado sexual. La escena que arranca la película lo dice todo: noche de bodas, camisón blanco, mujer desnuda, hombre que se mete en la cama y se da la vuelta.  (La sole

Seis libros para leer junto a las buganvillas

(Fotografía de Nina Leen) Quizá tu verano esté poblado del tacto áspero de la buganvilla, de ese polvillo abrasador que sueltan sus hojas y del aire dorado que resulta, sin embargo, del violeta, del fucsia de su aspecto. Si es así, habrás probado la sensación única de sentarte en cualquier sitio incómodo, el suelo, una escalera, una butaca de pequeño tamaño, el alféizar de una ventana, un rincón de tu cuarto, y abrir un libro cuajado de esperanza.  La lectura es un acto tranquilo y tiene el aire sosegado de un romance que un trovador cantara y lanzara hasta el aire esperando que su eco resuene más allá del silencio. Las páginas se posan y las manos discurren para encontrar la huella exacta que en ti quedará después de haberlo leído. En las noches, cuando el calor comience a disparar su flecha y no se apague. En los amaneceres. Junto al mar. En el sordo paraíso febril de la ciudad. En cualquier parte.  Aquí tienes seis libros para leer este verano que, ahora sí, avanza si

"Patrick ha vuelto" de Josephine Tey

Este es el tercer libro que leo de Josephine Tey . Los otros dos, publicados también por la editorial Hoja de Lata , son "La señorita Pym dispone" , de 2015 y "El caso de Betty Kane" , de 2017. He de decir que este último es el que me ha gustado más de los tres, el que tiene un aire más pícaro y, a la vez, detallista y delicado.  Patrick, el que vuelve, es el mellizo de Simon, uno de los hijos de la familia Ashby, huérfanos de padre y madre, a cargo de la tía Bee. Todos lo creían desaparecido en circunstancias trágicas, todos pensaban que era caso cerrado, pero un tal Brat Farrar llega al pueblo de Clare y asegura ser el mellizo desaparecido.  Los lectores sabemos desde el principio que es un impostor. Hay alguien que mueve los hilos y que quiere aprovechar la circunstancia de la enorme fortuna que heredará a su mayoría de edad el mayor de los mellizos, en este caso Patrick. En este sentido, la autora muestra su complicidad con los lectores y les hace par

"El caso de Betty Kane" de Josephine Tey

(Portada de El caso de Betty Kane, publicado en castellano por Hoja de Lata) Estoy entusiasmada con este libro . Me ha cogido por sorpresa. Es una de esas compras que haces sin saber muy bien por qué. O sí, el diseño de la portada, el título, el hecho de que sea de una editorial desconocida hasta ahora para mí. El caso es que he acertado y mi olfato lector no se ha equivocado tampoco esta vez. Estoy entusiasmada.  Podríamos resumir la cosa diciendo: he aquí una educada excentricidad convertida en argumento y plasmada en personajes tan improbables como auténticos.  El protagonista es Robert Blair , un abogado formal, ceremonioso, cuarentón, buena persona, anclado en una vida rutinaria, tanto a nivel profesional, en una firma "de toda la vida", como en su vida personal. Vive con su tía Lin y todo está perfectamente organizado, tanto las compras domésticas, como la tarta de manzana, como las cenas y la vida social. Juega al golf, charla con sus amigos, atiende

Siempre me da envidia leer a Joyce Carol Oates

 Me llama la atención ese aspecto de pajarito elegante. Y la franqueza de la mirada. No aparente tener dentro ese paisaje convulso de su propia personalidad, la que crea argumentos y personajes atormentados, difíciles; la que narra con pulcritud, atrevimiento y certeza, unas historias que no puedes dejar de leer.  Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938) está a punto de cumplir ochenta y cuatro años. Hasta hace poco enseñaba en Princeton. La vida escolar, el contacto con los jóvenes estudiantes, la ponía a cien. Hacía que su universo se contagiara de esa prisa cotidiana de un centro educativo. Al tiempo, escribía y escribe. Con una regularidad espartana. Con un trabajo de investigación previo que resulta envidiable. Planificación, búsqueda de fuentes, pistas, ciudades, personas, ideas. Todo ello se congela en sus ficheros hasta que lo utiliza en sus relatos y en sus novelas. Una tarea que ya está acostumbrada a realizar y que requiere concentración y discernimiento.  A sus alumno

"Un domingo en Ville - d' Avray" de Dominique Barbéris

  Dominique Barbéris (1958) escribe una historia sencilla narrada por una mujer que no tiene nombre. Todos los demás personajes de la novela están nombrados, algunos también con sus apellidos. Ella es la simple conductora de la historia y sabemos detalles suyos porque se entremezclan al hablar de su infancia con la hermana, Claire Marie, o la vida de casada de su hermana (con su marido Christian, médico, o su hija Amélie). También oímos hablar de Luc, el marido de ella, y de la posible amante de Luc, Fabienne. Incluso las vecinas tienen nombre y, por supuesto, el hombre extraño que aparece en la vida de Claire Marie para trastocarlo casi todo, Hermann.  Además de ser una historia sencilla es una historia corta. Demuestra así que no es necesario escribir un libro de seiscientas páginas y cientos de personajes. Ni de alejarse de la vida cotidiana para producir literatura. Basta ver, saber ver y saber escribir. Parece que la autora ha tomado un momento de la vida de todos ellos y los ha c

"Papá se ha ido de caza" de Penelope Mortimer

Este es el segundo libro que la editorial Impedimenta publica de los escritos por Penelope Mortimer (1918-1999). La vida de esta autora es tan interesante como sus propios libros. Es más, podríamos decir que en esa vida encontró el principal vivero de temas de su literatura. Esos temas se resumen en las relaciones entre parejas y todo lo que circula alrededor. Hay una visión pesimista que es un reflejo de lo que Mortimer había vivido. Ese desánimo bien podía venir, incluso, de su infancia, con un padre escasamente protector, más bien todo lo contrario.  Penelope Mortimer publicó su primera novela con el nombre de Penelope Dimont porque ese era el apellido de su primer marido, Charles Dimont, corresponsal de la agencia Reuters. Ella había nacido en un pueblecito de Gales en 1918 y durante los años que van desde 1937 hasta 1949 estuvo casada con Dimont con el que tuvo dos hijas. Luego conoció a John Mortimer, del que tomó su apellido y con el que tuvo un hijo y una hija. Entre