("Tiempo tranquilo", Scott Kennedy) Todas estamos hechas de la misma pasta, mitad salitre, mitad verde del campo. Tenemos las mismas certezas y esperamos las mismas cosas. Entre todo eso, nuestra búsqueda es la manera en que salimos a mostrarnos ante el mundo. No nos conformamos, no dejamos de luchar, no nos sentamos en una piedra del camino a esperar la nada. Somos de esa clase de caminantes que no quiere dejar pasar la oportunidad de hallar otra puerta entornada. Quizá es porque fuimos niñas pobres, niñas habituadas a las cosas sencillas, a las casas modestas, a las horas humildes. Porque supimos desde siempre lo que es tirar de casi todo, arañar lo imprescindible y comprender que estrenar es un sueño que no siempre se alcanza. Quizá porque nos reconocemos en nuestra pobreza, en ese aire común de la gente que trabaja y respira, en ese no pararse porque los días necesitan treinta horas para ser fértiles. Hemos acunado niños sin conocer demasiado el secreto de la vida. La
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