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Un hombre extraño

  Una vez conocí a un hombre extraño. No diría que me enamoré de él pero sí que ejerció sobre mí durante un tiempo una fascinación curiosa. Una especie de maleficio que podía haber sido resuelto en alegría y terminó rompiendo en astillas. Era un compañero de trabajo y tenía una magnífica apostura. Era muy alto, con el cabello gris peinado hacia atrás, a pesar de su juventud. Vestía con una rara elegancia porque ni siquiera era ropa cara. Era elegante en sí mismo. He descubierto que hay personas así: lleven lo que lleven lo hacen con tal soltura y seguridad que se convierten en una especie de iconos para aquellos que los rodean. Sabía darse la importancia justa y esto es algo fundamental también. Se hacía de rogar, no estaba siempre en todos lados y su asistencia a un acto siempre resultaba brillante. Tenía una conversación rica, rigurosa, exacta y llena de sentido. Era muy inteligente, quizás demasiado para el mundo en que vivía y necesitaba, por ello, aventuras, que levantaran un poco