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Un verano con libros

Entre toda la oferta lectora he aquí algunos libros que son bonitos, agradables, entretenidos, impactantes, amigables, llenos de interés. Tienen solamente algo en común: todos han sido escritos por mujeres. Un verano con libros de las mujeres que escriben. 
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Amigas

(Foto de Nina Leen para Life) Uno de los temas recurrentes en las obras de Jane Austen es la relación amistosa entre mujeres, en concreto, entre las jóvenes protagonistas y otras jóvenes de edades parecidas. En el caso de “Emma” estas relaciones pueden analizarse a través de dos casos, bien distintos, pero de los que podemos extraer conclusiones interesantes. Se trata de la amistad con Harriet Smith, por un lado, y con Jane Fairfax, por otro. La primera cuestión que tenemos que destacar es que, en ninguno de los casos, hablamos de amistad entre iguales. La diferencia social que hay entre Emma y las otras dos muchachas es notoria. Se trata, pues, de relaciones asimétricas, pues la única mujer que en la novela puede mantener una relación de igual a igual con ella, por su posición, es su hermana, Isabella, pero el interés que dicha relación tiene en la historia es muy escaso, todo lo contrario que ocurre en otras obras de Austen, como “Sentido y sensibilidad”, donde las herma

"Barbie" o el feminismo rosa

  En Barbieland viven las Barbies y los Ken. Ellas disfrutando de una posición de dominio y ellos en plan blandengue, una especie de complementos a la altura de los zapatos, las cintas del pelo o los sombreros. Una de esas Barbies no está nada contenta con la situación, ella aspira a más, aunque no sabe a qué, quizá siente que ese mundo en el que todo está hecho a su medida no le gusta porque es más interesante tener que luchar para conseguir las cosas. O algo así. De modo que decide ir al mundo real, donde las Barbies son, ya lo sabemos, unas bonitas muñecas con las que las niñas juegan y les cambian la ropita. Como la muñeca Barbie, la chica Barbie tiene a su disposición a un Ken. Y ese Ken también tiene ansias de correr aventuras, por eso salta a la realidad con ella. Ahí está el argumento inicial de la película. Un apunte: el mundo de Barbie es aquel en el que todo está hecho a la medida de ellas y el mundo real es un infierno para las mujeres y un paraíso para los hombres. La preg

Clive Owen, una falda tubo y el tipo de la camisa blanca

  No sé si me gusta Clive Owen porque me recuerda a aquel tipo o al revés. El caso es que también usaba camisas blancas y también tenía ese color indefinido de ojos, que tanto parecen grises, como azules, verdes o, incluso, plateados. Unos ojos con doble intención, que podían ser duros y sin compasión o tiernos y plagados de dulzura. Aquel tipo, lo llamaré así para aclararnos, tenía una personalidad dual, oscura y transparente a la vez, y las muchachas como yo, que sofocan las penas del amor con otras penas mayores, podemos ser presas fáciles de un vaquero bien llevado y una camisa de lino. En una de esas crisis amorosas por no sé quién (lo bueno de todo esto es que el olvido es la premisa) surgió un viaje al extranjero por un par de meses (el remedio eficaz, poner tierra de por medio) y allí estaba este Clive sin filmografía, con su aspecto de eficaz desaliño, su conversación filosófica y su mirada ardiente de unos ojos con color no identificado. Imposible resistirse a su llegada a n

Bradley, Schopenhauer y tú misma

La canción podía llamarse "Hacia dentro" o "Desde dentro". Hacia, desde, casi lo mismo. No exactamente. Más o menos igual. Todo lo que soy está en mí. Nada de lo ajeno soy yo, salvo si lo interpreto, lo respondo, lo cuento, lo adquiero, lo amo. De esa manera, con otras palabras, lo contaba el filósofo y era consciente de que estaba enhebrando una aguja para la costura de ideas que antes no se habían expresado. Al fin, a eso se reduce todo. A contar las cosas de otra forma. A verlas de un modo diferente. A ser originales, no como una moda pasajera, sino como una actitud. Criterio. Pensar. Demasiadas veces el cartón de la copia se superpone a la originalidad de las mentes libres. Ser libres pero estar juntos. Ser libres, en todo caso.  La canción tiene muchos nombres pero la imagen de ese hombre con pelo largo y barba descuidada está sobre el escenario sugiriendo que no han pasado para ti los días gloriosos del abrazo más cierto. A pesar de todo. A pesar de lo

La mejor Agatha del cine

  Resulta curioso que la mejor adaptación que se ha hecho nunca de una obra de Agatha Christie sea esta, "Testigo de cargo" y las circunstancias sean tan curiosas. Para empezar es un relato corto que, sin nada de florituras y yendo al grano, narra los hechos relacionados con un asesinato y un encubrimiento. En la novela no hay ese juego de abogado famoso y enfermera, ni tampoco ascensores interiores que suben y bajan, ni pastillas para controlar la ansiedad durante el juicio. Todo es mucho más directo, claro y sencillo. Sin embargo, la adaptación no solo conserva intacto el espíritu del libro sino que es una obra maestra del cine. ¿Por qué? El relato se publicó dentro de un conjunto de ellos en 1948 y la película se rodó en 1957, casi diez años después. Tres artistas rutilantes forman un triángulo increíble, algo fuera de lo normal en una obra aparentemente destinada a ser menor. Marlene Dietrich es la amante del acusado, la mala mujer, la que lo acusa primero y luego lo s

Tu palabra, tu vida

Dedicatoria: A mi madre Creo que no tendría aún quince años cuando mi madre me regaló ese disco de Serrat dedicado a Miguel Hernández. Una cubierta negra y unas canciones que aprendí, como hacía con todas las canciones que escuché tantas veces en mi infancia, mi adolescencia, mi juventud. Porque, además de escribir, la otra cosa que siempre me gustó hacer, que siempre quise hacer, fue ésa, cantar. Las canciones de Serrat venían a superponerse a los poemas de Miguel Hernández que yo ya conocía, que había leído y que tenía en unos librillos finos y de pastas muy blandas, algunos editados en México y que me mandaba de Madrid un amigo que estudiaba Económicas y que sabía más que todos nosotros, chavales de pueblo y de barrio, sin apenas mundo recorrido. Más allá de nuestras salinas y de la mar de Cádiz, los amigos que estudiaban en Madrid eran las voces de otros mundos y los ecos de otras formas de vivir. Por eso, José Luis me mandaba libros que no se podían encontrar en todas partes. Y as

Del rosa al amarillo

Me preguntas por qué me demoro en los bosques, enredado en las huellas de las horas perdidas. No sabría decirte qué me retiene en ellos, si fuera la paciencia de los líquenes, el rubor contenido de las bayas o la revelación de aquellos días en los que fuimos hijos de la niebla, seguidores del fuego que sólo por nosotros encendían los dioses. O esa forma que tienen las hojas amarillas de recordar tus manos. O esa ocasión de verme sin ti, contigo a solas, decantando las sombras lentamente hasta obtener el néctar de la luz... Los labios de la tarde sonriendo entre un rumor de otoño estremecido. ( Poema de Carlos Aganzo)

Poesía con balas al fondo

Andrés Trapiello es un estimable escritor y, además, un agudo observador de la realidad literaria pasada y presente. En este año de 2010 ha vuelto a salir a la luz una reedición de su obra dedicada a la vida literaria y cultural en los años de la guerra civil española. "Las armas y las letras. Literatura y guerra civil 1936-1939" es un libro complejo e imprescindible, que ha publicado la editorial Destino. Trapiello es leonés, de Manzaneda de Torío, nacido en 1953. Ha publicado diversas novelas, algunas de las cuales han conseguido prestigiosos premios literarios: "La tinta simpática", 1988; "El buque fantasma", 1992; "La malandanza", 1996; "Días y noches", 2000; "Los amigos del crimen perfecto", 2003, que obtuvo el Premio Nadal; "Al morir Don Quijote", 2004 y "Los confines", 2009. Es, asimismo, ensayista y poeta. Este libro que ahora comentamos en nuestro blog fue publicado en su primera edición en el año

Si hay prisa, no hay literatura

*Lucia Berlin, escritora, 1936-2004 *********** Lo contaba en una entrevista grabada en el escritor recién fallecido Paul Auster. Tras ocho horas de trabajo diario, como si fuera un obrero de la literatura, se daba por satisfecho si alguna vez de forma extraordinaria conseguía tener tres páginas terminadas. Lo normal es acabar una sola página y en circunstancias buenas quizás dos. Y nos cuenta su método. Un párrafo que se escribe y se reforma una y otra vez, continuamente, se escribe, se reescribe, se corrige, se vuelve a escribir. Hasta que, nos dice, quede suave, limpio, armónico, como si de ese fragmento surgiera música, rítmico, a compás diríamos nosotros. Ese cuidado en la escritura, esa placidez a la hora de escoger las palabras, es una de las grandes cimas de la creación y cuando se logra, cuando una es capaz de olvidarse la prisa, la inmediatez, la necesidad urgente de decir algo, cuando puedes sentir el sosiego de escribir despacio, de buscar despacio en tu mente las palabras

Invisibles

  Si te preguntas ¿para qué? es que estás a punto de tirar la toalla, sea esta cual sea. La gente se hace esta pregunta en relación con su trabajo, con sus aficiones, con su pareja, con su vida. Para qué hago esto, se dicen. Para qué hacer deporte. Para qué esperar al amor verdadero. Para qué sufrir. Para qué esforzarme tanto. Para qué escribir un blog.  Mientras resolvemos el para qué podemos mirar estas asombrosas fotografías del canadiense, de 1968, David Burdeny, algunas de ellas realizadas en la Atlántida. Siempre que las miro observo en ellas un enorme parecido a las extensiones de sal que hay en mi tierra y eso me reconcilia con la lejanía de un canadiense de quien no conozco nada más que su obra. Mirad.  Una cosa es ser anónimo y otra ser invisible. El anonimato puede llegar a ser incluso un aliciente, pero siempre hay anónimos que tienen momentos de necesidad y quieren que alguien los reconozca o los aplauda. Pasar la vida siendo anónimo, en un entorno de total anonimato no es

Marylebone Village, la Triana de Londres

  Existe un barrio en Londres que condensa lo mejor de Inglaterra pero que parece un pueblo en sí mismo, algo diferente al resto, un reducto único y original. Es Marylebone. Marylebone Village es, para mí, la Triana de Londres. En él se condensa lo mejor de lo londinense y lo más especial de este enclave lleno de historia, de arquitectura y de tiendas de todas clases, por supuesto, de una gastronomía muy especial. Algo así le sucede a Triana, cada cual en lo suyo.  El caserío de la época georgiana se mantiene intacto, con sus características casas de tres plantas con bajos llenos de comercios y mucho verde. El rojo del ladrillo se une a remates fantasiosos a modo de cornisas, torreones, cresterías, todo un mundo fantástico que recuerda la alegría de aquella época. Si paseas por allí vas a encontrarte toda clase de establecimientos y una cierta tranquilidad diferente al barullo de otras grandes avenidas. Como si hubieras recalado en un universo diferente. No es silencio, es el remanso d

La Provenza y unas violetas

Si algún día fuera posible que tú y yo recorriéramos el mundo, la primera parada sería Uzés, el pueblo de la Provenza en el que viví algunas de esas horas que se guardan en un arca secreta de la memoria. El olor a violetas cruzaba sus calles y los campos de lavanda las rodeaban imprecisos. En las horas tórridas de la primavera, todo se convertía en una sinfonía de lilas imposibles de apartar de la imaginación. Y en septiembre, la uva y sus tonos dorados eran un reclamo seguro para la vista. Todos los aromas se concitan en la Provenza para acuciar nuestros sentidos. El pueblo se estiraba como si fuera un viejo animal ronroneante que buscara el amparo de alguien que le pusiera suavemente la mano sobre el lomo. Las gigantescas puertas que cercaban algunos de los arcos de sus murallas eran como enormes manos que quisieran proteger el interior. En los soportales de la plaza cuadrada estaban los artesanos con sus madejas de hilo de colores, sus lanas teñidas manualmente y un sinfín de c

Vincent, una mirada y el olor a lavanda

  Las cinéfilas tenemos una forma especial de ver las películas o las series. Si hay algún actor que nos atrapa entonces es para siempre, para casi siempre si quiero ser exacta. Vincent Lindon no me ha interesado de joven, ni me ha interesado en sus aventuras ni en sus películas, salvo ahora, que ha protagonizado "Dinero y sangre" una serie que estoy viendo en Filmin y en la que exhibe una hipnótica mirada azul grisácea y una ausencia total de sonrisas. Si hay un actor que consigue que veas la película o la serie en versión original por escuchar su voz, entonces es que te has convertido a su fe. Y, en este caso, las flores secas y la visión del amanecer, y el recuerdo de los pequeños lugares de la Provenza de mi biografía, completan sin dudarlo esa especie de lazo que te deja una imagen bien construida. No solo es un tipo atractivo. Parece que también tiene alma.  Mis días en la Provenza forman parte de un fondo de armario sentimental que nunca decae. Siempre hay un motivo p

Mientras asoma el alba

     Cuando yo tenía dieciséis años pasé un verano en Ronda . Puede parecer que Ronda no es el mejor sitio para pasar el verano. No hay playa y hace mucho calor. Pero si vives todo el año junto al mar puedes permitirte esas licencias. Y Ronda tenía un aire romántico que me llamaba. No contaré las circunstancias de aquella estancia, sería cosa que no importaría a nadie. Pero sí algunas de las sensaciones que experimenté el tiempo que estuve allí. Luego he vuelto, claro está, en muchas ocasiones, pero el sabor de aquel verano nunca más volvió a aparecerse, seguramente porque nunca más he tenido dieciséis años.     Recuerdo la soledad. Mi casa familiar, tan llena de gente a todas horas, impedía el mínimo sosiego. No había forma de estar ni siquiera un rato aislada, sin voces y sin charlas. Todo el tiempo te encontrabas rodeada de familia. Pero cuando comencé a pasear por Ronda me percaté de lo agradable que era el silencio y de lo bien que se estaba sola. No lo sabía, no lo supe hasta es

Hubo veranos felices

  Cuando llega el verano, repaso las fotos de hace unos pocos años y vuelvo a revivir las sensaciones de entonces. Me doy cuenta de que hubo veranos felices. Un tiempo en el que la llegada de las vacaciones producía un cosquilleo de placer y en que había disfrutes que ahora se han perdido. Estaba la mar, la playa, los eclipses de luna en sus orillas. Estaba el cine de verano. Estaban las terrazas de los bares hasta las horas tantas. Y la familia. Los días con la familia. Las visitas a los primos. La llegada de amigos. Estaban los hoteles con sus enormes piscinas y el cuerpo todo el tiempo metido en el agua. Estaban los recorridos en coche, los festivales flamencos, las horas destempladas de la madrugada recibiendo el día con una mezcla de euforia y serenidad. Muchos veranos felices, muchísimos, casi todos hasta hace poco, hasta que el viento negro te llevó y luego, tras un pequeño paréntesis, todo se hizo confuso. Hubo veranos felices. Las fotos no pueden mentir.