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Mostrando las entradas que coinciden con la búsqueda de cine

Once upon a time... the cinema

  La cinefilia es una pasión que se hereda. Nosotros la heredamos de nuestra madre. La cinefilia de ella venía de su infancia y su juventud. Como era una niña tímida, una hija intermedia perdida entre otras que la superaban en desparpajo, como no era ni la mayor ni la pequeña ni la mediana, sino que estaba ahí sin más, encontró en el cine una forma de distracción y casi de expresión. Iba al cine casi a diario, conocía al portero de la sala y se colaba sin más. Se sabía de memoria todos los directores, los actores y actrices, los argumentos de las películas y las frases que más le habían impresionado. Le gustaba fijarse en los carteles, coleccionaba revistas donde se hablaba de los astros y, cuando se casó y se fue a vivir a una casa justo detrás de un cine de verano, entonces fue la gloria. Ir al cine era facilísimo y ver la película desde la azotea también. Así que la asignatura se convirtió en ineludible para toda la familia. Creo que le gustaba todo tipo de cine aunque siempre decía

En el cine, años cincuenta

El cine fue el gran milagro del ocio en el siglo XX. La alegría de las noches del sábado, la mejor forma de disfrutar si tenías pareja, si ibas en familia o con amigos. El cine cambió la forma de vivir la realidad y de soñar la vida. Todo se convertía en un vocabulario especial y nuevo. La cinefilia unió a las personas en un lenguaje común, en un encuentro que ningún otro arte ha logrado. Las películas imprimen carácter y sus personajes son parte de la existencia cotidiana. Las modas surgieron del cine y la historia personal de las estrellas fueron el espejo en el que mirarse. Sin el cine, la cotidianeidad hubiera sido más gris, más oscura, menos abierta y libre. Las colas para los grandes estrenos eran el símbolo del deseo de algo mejor. El cine fue la ventana abierta al exterior, la muestra de que la vida se podía escribir con otros renglones.  Los años cincuenta en España tienen un resto de sufrimiento añadido que es difícil olvidar. Las cosas estaban condicionadas por la es

"El cine según Hitchcock" de François Truffaut

El cine por dentro, el cine desde dentro. Descorrer la cortinilla negra que oculta el rodaje, los trucos del montaje, la selección de los actores y las historias, todo aquello que existe en la fábrica de las ilusiones y que no ves a simple vista. Los magos del cine se guardan en la chistera muchas palomas y muchos conejos, no todos ellos blancos, como los que tomaban el té con la reina de Alicia. Un director de cine francés entrevista a un director de cine inglés que hace de americano, que convierte al cine americano de suspense en "el cine".  Este libro forma parte de la edición conmemorativa de los cincuenta años de Alianza Editorial, efemérides que todos los lectores deberíamos celebrar ampliamente. Los libros de Alianza nos han parecido sólidos, bien dispuestos, magníficamente traducidos en su mayoría y diversos, con esa diversidad que va de un extremo a otro del universo literario.  Las cosas de Hitchcock, que aquí aparecen reflejadas a modo de conversación fl

Vive le noir!

(Sterling Hayden en "Atraco perfecto", dirigida por Stanley Kubrick en 1956. El actor, inolvidable en "Johnny Guitar" es aquí el cabecilla de una banda de malvados) ********* Adoro el cine negro, además del cine en blanco y negro. El cine negro de antes y el de ahora aunque las cumbres están en esas décadas pasadas del siglo XX en las que brillaban sus estrellas a golpe de sombrero y gabardina. Si me das a elegir una película, escojo un noir y lo decoro con una buena esquina del sofá, una mantita si es tiempo de ello y una emoción permanente, recién estrenada cada vez. Las historias del noir son apasionantes y tienen un cóctel de buenos sollozos en forma de disparos, asesinatos, huellas, búsquedas, abrazos, mujeres de ojos rasgados y hombres de mirada huidiza. Todos los hombres y todas las mujeres. En mi galería de favoritas están las películas que te mantienen la atención y que te hacen olvidarte del dolor de cabeza y de los deberes. La afición me viene de familia:

Gente de cine. Memorias. Biografías.

Confieso que me gustan las biografías. Incluso la de una persona anónima tiene un interés especial. El interés de la realidad. Alguien puede pensar que eso es cotilleo, pero se equivoca. Mi interés obedece a que considero a las personas como lo más importante. El estudio de la naturaleza humana es, a la par de entretenido, sumamente instructivo. Aprende uno de los demás y, sobre todo, de sí mismo. Porque, como afirmaba mi vieja amiga la señorita Marple, la naturaleza humana es la misma en todas partes. Y así lo creo yo también.  Confieso que me gusta el cine. No es que me guste, sino lo siguiente, usando una frase que ha hecho fortuna en algunos medios televisivos. Me gusta, lo necesito, lo amo, me llena, me entretiene, me hace feliz. Mi vida y el cine son partes que no se pueden separar. Como tampoco me puedo separar de los libros. Pero una madre cinéfila, una educación cinéfila, muchos amigos cinéfilos, un hijo cinéfilo, todo eso da lugar a una rara ecuación pasada por el Séptim

Goya no iba al cine

  (Muerte de un ciclista. 1955. Juan Antonio Bardem. Con Alberto Closas y Lucía Bosé) (El pisito. 1958. Marco Ferreri. José Luis López Vázquez y Mary Carrillo) (La tía Tula. 1964. Miguel Picazo. Aurora Bautista y Carlos Estrada) (Bienvenido Mrs. Marshall. 1953. Luis García Berlanga. Pepe Isbert, Manolo Morán, Lolita Sevilla) (El verdugo. 1963. Luis García Berlanga. Pepe Isbert, Emma Penella, José Luis López Vázquez) El chat familiar claquetea esta mañana a cuenta del cine español y esa ceremonia de los Goya que ninguno seguimos. Cosa extraña. Una familia de cinéfilos que ni siquiera se fija en qué películas están nominadas a los Goya en cualquier categoría. Entrando en materia, todos decimos lo mismo: hubo en tiempos un cine español y fue, precisamente, en la época de mayor censura, durante la dictadura, especialmente en las décadas de los cincuenta y sesenta. Cine clásico español, buen cine español. Con tres o cuatro directores de primera, un plantel de fantásticos actores y, además,

Hanna y la rosa del Cairo

  Se puede vivir sin amor pero no se puede vivir sin ilusión. Pensaba esto mientras volvía a ver por enésima ver una de mis películas favoritas "La rosa púrpura del Cairo". Recordé, asimismo, que una vez escribí un cuento llamado "Hanna y la rosa del Cairo", que fundía en su título esta película con otra que también adoro "Hanna y sus hermanas". No sé si falta una hache por ahí en algunas de estas palabras de cine. El caso es que  pensé que no se puede vivir sin ilusión viendo a Cecilia yendo al cine sola porque su marido tiene que jugar a las cartas o a los dados con un montón de zafios amigos. Y luego lo pensé cuando el explorador se escapa de la película porque necesita hacer algo más que repetir una y otra vez las mismas frases escritas por el guionista, quien, dicho sea de paso, no hace acto de presencia. Sí aparece el actor, que quiere recuperar al personaje porque no entiende ese desdoblamiento, o sí, pero le da igual, necesita que su carrera avance

Hamlet, Heathcliff, Darcy, Max...Larry

Lo mismo que decía Spencer Tracy (y con él, toda la profesión), Laurence Olivier es el más grande actor de la historia del teatro, o lo que es lo mismo, de la historia de la interpretación. Y está entre los cuatro o cinco mejores del cine, ese arte que él despreciaba al principio (como ocurre con todos los actores de teatro) y que luego fue un trabajo que le dio fama y dinero y que le trajo también decepciones y dudas. No era un hombre perfecto, pero era el mejor actor del mundo. Siempre me produjo melancolía su vida personal (lo que sabemos de ella, que es la punta del iceberg, como ocurre siempre) y admiración profunda su trabajo. Y su imagen es el del hombre plagado de aristas. A la vez elegante, tierno, implacable, asustado, difícil, enamorado, exquisito, templado y azaroso. Una mirada indescifrable en una presencia imposible de clasificar.  Como él, otros actores ingleses sintieron la llamada del cine, que, en los años treinta y cuarenta significaba mudarse a Estados Unid

Mis artículos de Cine: Una mirada personal

Acabo de recopilar, en la columna lateral de este blog, los artículos de cine que he escrito, hasta ahora, para la revista digital The Cult. El primero que escribí fue "Su juego favorito" esa comedia deliciosa y efervescente, llena de coches amarillos en los que nadie podría caber, pescadores que no saben pescar y amores, cómo no. Desde entonces, en 27 ocasiones, me he asomado a una película, he metido la nariz en aquello que me llamaba la atención y he escrito una especie de reseña que no es tal, sino una mirada propia, la forma en la que yo vivo y siento la película en cuestión. Cada una de estas películas tiene un significado para mí. No son compromisos ni elecciones vacuas. Al contrario, expresan un momento, un deseo, una vivencia, un disfrute. Expresan todas algo. Desde las más superficiales a las grandes obras maestras. Mi acercamiento a ellas es totalmente personal, no tiene nada que ver con lo que hacen los críticos de cine que se fijan en aspectos más profesiona

Cecilia, al otro lado

He soñado con ello muchas veces. Viendo a Brando, por ejemplo, en el memorable tennessee “Un tranvía llamado deseo”. No resultaba extraño, desde luego, que Vivian Leigh lo mirara como se mira a un hombre, aunque este ignore la mirada de alguien a quien no siente sino como un remedo de mujer. O contemplando a Andy García en “Los intocables de Elliot Ness” de Brian de Palma, ropa de diseño, mirada natural, acento cubano perfecto.  Incluso ese sueño ha surgido con el duro Delon en “Rocco y sus hermanos”, tierno al final, ya sabes, y con Russell Crowe en “Prueba de vida”, pétreo buscador de hombres perdidos y consuelo de mujeres que esperan.  Soñar que traspasas la pantalla, que cruzas el espacio sideral del cine y que llegas allí, a ese lugar innominado en el que ocurren “cosas”. Esas cosas que cuentan los directores y en las que te sumerges, porque la vida tiene poca poesía y muchos sinsabores.  Como Cecilia. La pobreza de la Gran Depresión, el desamparo, la soledad de q

Cine, flamenco y tópicos

Parece que la única mirada que interesa al cine es la que abre la puerta al tópico andaluz, a las juergas de los señoritos, a la miseria que se alivia con el cante, a la relación entre toros y flamenco, omnipresente. El flamenco actúa así como una suerte de ambientación, de telón de fondo, delante del cual transcurren las historias, sin apenas contaminarse, sin desvelar nada de lo que se oculta tras la fiesta, el bullicio o las celebraciones. Las películas contribuyen a asentar el estereotipo del andaluz, ya reflejado en las narraciones de los viajeros románticos, tan alejadas de la realidad. Su pervivencia en la composición de personajes llega hasta nuestros días, pues proliferan en las series televisivas los andaluces graciosos, las chachas con deje andaluz, los cuentachistes… En algunas películas esa fiesta va asociada a los ritos familiares, bautizos, bodas, entierros o a las costumbres populares de más arraigo, romerías y ferias, y aparece como un elemento más del paisaje