Goya no iba al cine

 

(Muerte de un ciclista. 1955. Juan Antonio Bardem. Con Alberto Closas y Lucía Bosé)


(El pisito. 1958. Marco Ferreri. José Luis López Vázquez y Mary Carrillo)


(La tía Tula. 1964. Miguel Picazo. Aurora Bautista y Carlos Estrada)


(Bienvenido Mrs. Marshall. 1953. Luis García Berlanga. Pepe Isbert, Manolo Morán, Lolita Sevilla)


(El verdugo. 1963. Luis García Berlanga. Pepe Isbert, Emma Penella, José Luis López Vázquez)


El chat familiar claquetea esta mañana a cuenta del cine español y esa ceremonia de los Goya que ninguno seguimos. Cosa extraña. Una familia de cinéfilos que ni siquiera se fija en qué películas están nominadas a los Goya en cualquier categoría. Entrando en materia, todos decimos lo mismo: hubo en tiempos un cine español y fue, precisamente, en la época de mayor censura, durante la dictadura, especialmente en las décadas de los cincuenta y sesenta. Cine clásico español, buen cine español. Con tres o cuatro directores de primera, un plantel de fantásticos actores y, además, buenas historias. De eso va el cine. No sé qué ayudas oficiales tendría el cine de esos años pero no creo que fueran superiores a las actuales. Pero ahí estaban Bardem y Berlanga, Miguel Picazo, el mismo Buñuel, por citar solo algunos de los directores. Y si entramos en los actores y actrices sería interminables citarlos a todos. Y una legión de buenos técnicos, directores de fotografía míticos, o músicos, o montadores. Una incipiente industria que nunca se consolidó porque llegados a los setenta y ochenta, se malversó prácticamente esta riqueza, y luego llegó la movida y la broma de considerar al cine un mensajero de novedades y lo que vemos ahora: catecismo. Lo peor que tiene el cine español ahora es que no existe. Y no existe porque es aburrido, aburrido, aburrido. Mira tú qué fácil. 

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