Nadie sabe dónde está Valborg

 


/Muñeca hecha de trapos y lana por mi madre. Tiene su vestido en dos tejidos diferentes, sus zapatos a juego con el corpiño, su melena de lana amarilla y un gorro también de lana en blanco. Y tiene sus ojos y su boca cosidos. Creo que fue la última muñeca que hizo/

Cuando yo estaba en primaria, tendría ocho o nueve años, me apuntaron a una academia de mecanografía. No sé a quién se le ocurrió la idea pero estuve unos cuatro años, hasta que me saqué el título. También estudiaba allí Ortografía. Esto último era a base de dictados de palabras difíciles y de textos que emitía un magnetófono. Nunca he tenido faltas de ortografía pero después de esto, todavía menos. Solo hay una palabra que me hacía dudar y todavía sucede: herbívoro. Lo de escribir a máquina era un proceso largo de muchos días porque aquí no se hacían las cosas en plan express. Aprendías tan bien que sigo teniendo una velocidad increíble y, desde luego, jamás miro al teclado, sea el que sea. Vinieron a examinarme unos señores de no sé dónde y resolvieron darme un premio de honor además del sobresaliente. Una hazaña. 
Lo que más me gustaba de las clases en la academia era que podía leer lo que quisiera. Aprovechaba la primera parte de la hora para escribir a tope lo que se suponía debía hacer en la hora entera y ya podía dedicarme a leer, aunque eludiendo la vigilancia del profesor, claro está. Leí muchísimos libros allí, Shakespeare incluido y algunos de ellos se me han quedado grabados. Como la historia de Valborg, una niña muy rara, larguirucha, fea, sucia, que vivía en una casa desastrosa y hacía barbaridades. No sé a qué libro corresponde, ni quién es su autor, pero no lo he olvidado. Recuerdo a Valborg con frecuencia. 

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