Hay personas irrepetibles. Tienen cualidades difíciles de encontrar y actitudes que mueven al ejemplo. He conocido a algunas de ellas. Por ejemplo, mi vecina Manolita, de la calle Carraca, del barrio de la Pastora, de La Isla. Era capaz de llevar para adelante todo lo que hiciera falta y aún tenía tiempo para ayudar a los demás, tomarse su café, reírse con algún comentario, viajar a Barcelona sola cuando las mujeres no viajaban solas, criar a sus hijos, cuidar su casa, inventarse la vida, trepar por las rendijas del silencio y sobrevivir hasta un final muy largo. Lo que más destacaba de ella era su perseverancia en ser feliz.
Lo de Ángel Vela es otro estilo. Veréis. Es otro irrepetible. Nacido en Triana, ha convertido su filiación geográfica en una suerte de perenne biografía. Ha llenado su trayectoria de una doble contienda, siempre alerta y al día. La lucha por la existencia y el ansia de saber. Para él deben ser inseparables. No tuvo la instrucción que hubiera merecido pero tuvo instrucción y él la conserva con respeto y agradecimiento. Jamás se queja de no haber estudiado más pero entiende que el saber es un hallazgo irrepetible y por eso siempre está rodeado de libros, periódicos, recortes de textos, imágenes que dicen cosas, música de la que se pueden decir otras cosas, inventos, emociones, proyectos. Por eso ha escrito un montón de libros y ha convertido a Triana en objeto de estudio. Triana le debe mucho y él le debe a Triana ser un refugio para la inspiración y para la lucha.
Sus paseos por Triana se han convertido en la mejor forma de denuncia pública de lo que le sucede al barrio. La especulación urbanística y el mal gobierno están rompiendo su identidad, su equilibrio entre lo popular y lo formal, esa estampa finísima y propia que Triana ha ido gestando a través del tiempo. Ángel Vela observa las fachadas, mira lo que se ha destruido, recuerda lo que había, de modo que sus palabras son un diccionario de lo perdido y lo hallado. No solo con los espacios, los árboles, los edificios, también con las personas.
Aunque defiende su formación, en muchos sentidos autodidacta, Ángel Vela es un humanista. Un hombre del renacimiento para quien la curiosidad y el asombro son santo y seña, para quien la imagen y la palabra se funden en un crisol que lanza su luz doquier pasa. Como tanta gente a la que la vida no regaló nada, él sin embargo regala sus conocimientos, primero a través de sus libros y después en las redes, convirtiendo libros y redes en una forma de entregar algo de lo que el conocimiento le ha entregado a él. Leyéndolo puedes conocer la historia de Triana, sus cosas más artísticas, sus costumbres, sus gentes, sus vivencias. Es un conocimiento tan profundo como emocionante, porque no tiene frialdad, sino la poesía de los datos.
Conozco a Ángel Vela hace mucho tiempo y siempre me ha parecido un auténtico caballero. Un caballero renacentista, de letras y de ciencias a la vez, de acción y de reflexión, dotado de talentos que ha sabido aprovechar al máximo, como es la obligación de todo aquel que posee de parte de la naturaleza algo que hay que convertir en ofrenda para los demás. Su obra no solo es enjundiosa, sino llena de rigor y su persona conserva el estilo impecable de los viejos profesores que siempre tenían alrededor algún discípulo al que enseñar. Mucha gente aprende de él sin que lo sepa, porque la suya es una silenciosa cátedra. Cátedra de Triana y académico de la vida.
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