"Aún nos queda el teléfono" de Erica Van Horn

 


La historia

Aquí hay una madre y hay una hija y está la relación entre ellas cuando la madre ya tiene más de noventa años. Se mezcla la actualidad con los recuerdos de la infancia. La madre tiene una fuerte personalidad, es una mujer especial, como lo son todas aquellas mujeres que han llegado al casi final de la vida manteniendo un criterio propio, una opinión. Y la hija escribe casi un diario acerca de su contacto con la madre y lo hace con justeza, con tranquilidad, con fuego y con pasión de hija, también con la inevitable serie de pequeños dramas domésticos. De la unión de las dos, de sus voces distantes y en ocasiones cercanas, nace una historia que tiene peso, que tiene voluntad de mostrar y que tiene belleza. No es poca cosa. Es mucho. Tanto...

La autora

Desconocida para mí hasta la fecha, Erica Van Horn, nacida en 1954 en los Estados Unidos, vive desde hace mucho tiempo en la bella Irlanda y allí dirige junto a su marido Simon Cutts, la editorial independiente  Coracle Press. Ella, además de escribir y de editar, también ese una interesante artista plástica y, sobre todo, una eficaz observadora del exterior y del interior de las personas. Es una mujer original y llena de creatividad, como puede verse analizando la totalidad de su obra hasta la fecha. 

La vida real

Desde hace algún tiempo mi mayor admiración va hacia las personas que, sobrepasando con mucho los ochenta o los noventa, son capaces de mantener algo que a todos nos sirve de impulso y que, cuando lo perdemos, nos perdemos: la ilusión. A veces las personas no son afortunadas. Paquita, mi vecina de arriba, estaba espléndidamente dispuesta para la vejez pero la muerte del marido y la pandemia, con lo que ella implicó de soledad y de aislamiento, la han atravesado como un cuchillo sobre la mantequilla. Ahora es dependiente y vulnerable. Me pregunto cómo las personas inteligentes, fuertemente armadas culturalmente, llenas de ingenio y de ganas de disfrutar el mundo, se ven azotadas por la enfermedad y por el olvido. Los casos que he vivido de cerca me han destrozado. No puedo negar que la suerte de cada uno influye en ese devenir. Y no todo está escrito. El futuro puede mostrarse amable pero también destruirte. Hay una oportunidad que no se desaprovecha si las cosas encajan, como hace la madre de este relato, que puede ser nuestra madre o podemos ser nosotros cuando pasen los años. Esto último se antoja deseable. 

Además

La dedicatoria "a mi madre por supuesto". Cualquier hija se sentirá bien leyendo este libro. Cualquier madre hará suyo el relato. En este sentido, es un libro que atrapa, que abraza, que enlaza. Lo ha traducido y muy bien Ana Flecha Marco. La editorial Alpha Decay ha puesto en la edición un cuidado amoroso y se nota. Es un libro precioso por dentro y por fuera. Es autoficción pero sin resultar recargado, sin hacernos sentir mal por entrar en un santuario de sentimientos. Es sencillo y profundo. Tiene encanto. Es bello. 

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