Lo subversivo de mirar el mar
(El centro de Lyme Regis en la actualidad. Al fondo, la torre del castillo, es el único resto de tradición que se observa en este paisaje de casas uniformes, pintadas de colores, como si fuera un cuadro hiperrealista)
(Lyme Regis de noche. Las casas y locales que están cerca de la playa contemplan la arena plagada de conchas y restos fósiles, algo familiar para los habitantes de la zona)
(Lyme Regis visto desde The Cobb. Se ha construido un puerto artificial aprovechando la curva que hace el espigón. Las embarcaciones deportivas le dan una imagen actual a una zona que es el lugar romántico por excelencia de aquella zona)
Un personaje de la película "La mujer del teniente francés" le dice a Sarah Woodrof: "Las jóvenes no deben mirar al mar de esa manera. Es una provocación". Sarah (que en la película es Meryl Streep antes de casi todo, antes, por supuesto de "Los puentes de Madison" y del fotógrafo de National Geographic) recorre todas las tardes la distancia que separa el núcleo urbano de Lyme Regis del espigón del puerto y allí se queda, contemplando el mar, desafiando el viento y las olas que cruzan el delgado istmo, salpicado de humedad y de restos marinos. La mujer mira al mar y ve a su amante, alguien que estuvo allí en otro tiempo y recuerda sus encuentros y asume su dolor, el rechazo de todos y las habladurías. Quizá por eso va cubierta de un velo negro, vestida de negro, como si fuera una viuda antigua, una persona que tiene asumido que su vida ya ha terminado. La fotografía nos muestra en la pantalla la blancura del rostro de Sarah/Meryl y el contraste con el negro de su velo y su vestuario.
Toda la zona de Lyme Regis tiene restos fósiles del Jurásico y hay conchas pegadas, trozos de hachas, piedras prehistóricas. Es un lugar que atrae el romanticismo de las jóvenes mal vistas y también la curiosidad de los visitantes. Y eso desde entonces, principios del siglo XIX. Es un sitio de película, podríamos decir, un escenario en el que pueden suceder tantas cosas que su historia real se completa con la historia que se cuenta en los libros. Todos los amantes de Jane Austen conocen The Cobb y su peripecia.
En la misma fecha en que Sarah Woodrof, la protagonista de "La mujer del teniente francés", libro y película, frecuentaba The Cobb, que es el nombre del espigón, paseaba por allí un grupo de personajes de "Persuasión", la novela de Jane Austen que tiene en Lyme Regis uno de sus escenarios. Es el caso de mayor protagonismo del mar en sus obras. El mar no es aquí solo el lugar de descanso, sino un estímulo para los sentimientos. También es el medio de vida de algunos personajes, militares que están ya descansando después de la guerra, comenzando con temor en ese tiempo de paz que les era tan ansiado. Paseando junto al mar, por el espigón resbaladizo, Louisa Musgrove casi se cae y tiene que ser sostenida por Frederick Wentworth, poniendo en marcha un círculo de celos, dudas, prevenciones y preguntas por parte de Anne Elliot, la heroína que había despreciado a Wentworth unos años antes siguiendo el consejo, el mal consejo hecho de buenas intenciones, de su amiga Lady Russell.
Por una curiosa coincidencia, Jane Austen había visitado en al menos dos ocasiones este pueblo costero, en la zona del Canal de la Mancha, un lugar con historia y con muchos atractivos naturales. Y el autor de la novela "La mujer del teniente francés", John Fowles, nacido en Essex, había vivido allí durante los últimos treinta y cinco años de su vida. Ambos colocan a The Cobb en el centro de su visión dramática y esto lo ha convertido en un lugar ineludible de los lectores de sus libros, un lugar poético y lleno de sugerencias. Quizá en este momento algunos amantes confusos recorren su perímetro, miran hacia el mar y renuevan sus votos o deciden que el final ha llegado. Tan cambiante y terrible es el amor, mucho más en abril.
Lyme Regis es ahora mismo un pueblo de cinco mil habitantes, la mitad de ellos jubilados, que bien podría servir como escenario para una buena historia de Agatha Christie. Una de las casas antiguas, bien arreglada y con todas las comodidades (incluida la calefacción central), vería llegar al señor Poirot en busca de pistas para desentrañar una muerte inexplicable que ha tenido lugar en la zona. O, quizá, en una pensión limpia y honorable, regentada por una antigua cocinera, Miss Marple haría sus labores de punto (mañanitas de lana para las madres recién paridas) mientras escucha con atención el relato de los hechos que le hace un simpático pariente, inspector del Yard, para más señas.
Hay lugares que tienen escrito su nombre en letras de magia. Nadie nos asegura que, un día no muy lejano, tú y yo, demos un silencioso paseo por estas orillas y quizá también, en un momento íntimo e indescifrable, nos besemos con un beso antiguo y de película.
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