¡Qué extraña sensación producen las novelas inacabadas! Puede una hacerse todas las conjeturas posibles y seguramente no dará con el clavo, con la razón exacta para que ese manuscrito se quedara en un cajón, a la espera de la nada, a medio escribir, con unos personajes sin evolucionar, con una trama inconclusa y, lo que es peor de todo, sin final. Una historia que no tiene final te deja el mismo vacío que eso que llaman en el cine "final abierto". No queremos imaginarnos que el chico fue a buscar a la chica a otro país, sino que aparezca el The End sobre un fondo de besos.
No sabemos la causa por la que esta novela, Los Watson, quedó sin terminar. Como era costumbre en Jane Austen, al principio se muestran prácticamente todos los personajes y se esboza el sentido de la trama. Podemos adivinar más de lo que dice si tenemos cierta costumbre de leerla. En una conversación pueden extraerse muchos datos interesantes. Da la impresión de que somos unas vecinas cotillas que estamos oyendo hablar a las dos hermanas Watson sin que ellas perciben que son oídas y observadas. Elizabeth Watson, de 28 años, la mayor, por tanto la señorita Watson, habla con su hermana pequeña, Emma, de 19. Acaba de llegar a su casa después de pasar mucho tiempo con una tía y allí ha de reencontrarse con su familia, sus tres hermanas, Elizabeth, Penélope y Margaret, además de sus dos hermanos, Sam y Robert. Eso de criarse con un familiar era algo muy frecuente en la época. Proporcionaba compañía a los parientes solitarios y libraban de algo de carga a las familias numerosas.
Es el martes 13 de octubre de un año indeterminado y Emma Watson se prepara para asistir a su primer baile en el pueblo de Surrey en el que vive su familia. Su hermana Elizabeth ha tenido la delicadeza de cederle su sitio y se ha ofrecido a quedarse a cuidar a su padre. Emma no conoce a los invitados y su hermana le da detalles, no solo de ellos, sino de sus líos amorosos y también de los de sus hermanos. Así sabemos que el soltero más cotizado de la zona es Tom Musgrave y la familia más poderosa, la de los Osborne. Varias muchachas han ido cayendo en las redes de Musgrave y todas han quedado desairadas al final. Las desilusiones y desengaños amorosos ocupan gran parte de la conversación y de ella se extraen algunas conclusiones sobre el carácter de los personajes, algo a lo que Jane Austen era muy aficionada.
Penélope sale mal parada. Tiene un carácter egoísta que solo busca su conveniencia e intervino para fastidiar a su hermana el compromiso. Margaret es otra de las damnificadas de Musgrave, al igual que Penélope. Entre las hermanas no parece haber buen ambiente, ni siquiera confían las unas en las otras habida cuenta de las malas artes que se han gastado entre sí. Sin embargo, la obligación de contraer un matrimonio adecuado, es decir, un hombre de buen carácter y buena posición, las lleva a seguir frecuentando bailes y a no perder la esperanza. También los hombres sufren por mal de amores y su hermano Sam, médico, bebe los vientos por la señorita Edwards, otra de las familias importantes, sin que se vea correspondido por el momento. "La suerte de un miembro de una familia es la suerte de todos", dice Emma Watson, poniendo palabras a un pensamiento común en la época.
Esas desavenencias entre hermanas no aparecen en el resto de novelas de Austen (con una excepción), todo lo contrario, las hermanas son un paraíso de entendimiento. Ahí están las Bennet o las Dashwood para demostrarlo. Y el tierno amor por sus hermanos de Fanny Price. También Emma e Isabella Woodhouse tienen una buena relación. De modo que es algo nuevo e interesante, que podría haber dado mucho que escribir. La excepción es, ya lo sabemos, Persuasión, la última novela completa que escribió, en la que Mary y Elizabeth, las hermanas de Anne Elliot, la tratan fatal. Entre los Watson el ambiente familiar es muy poco respirable y por eso mismo Emma se verá obligada a abandonar la casa en su momento.
Una novela inacabada produce desasosiego. Los personajes han quedado ahí, suspendidos en un limbo de vacío. Nadie puede saber qué pasaría con ellos. Esos finales que se inventan algunos tienen poco sentido. No hay verdad. Nos falta la imaginación de la creadora, la visión de la escritora sobre sus personajes y su trama. Producen pena las novelas inacabadas. Las cosas inacabadas nos llaman a cubrirlas, de alguna manera, de un ejército de rosas libres de final.
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