¿Cómo sería ahora el señor Darcy?
Esta imagen de Colin Firth que pertenece a la película de 2020 "Supernova", nos sirve para ilustrar esta entrada sobre ese hombre icónico que sobrevuela por los libros de Jane Austen con su presencia, siempre entrevista y anhelada, el señor Darcy. Resulta tan curioso que una autora de mujeres, que no para mujeres, haya creado quizá el prototipo del hombre que a todas las mujeres les parece el culmen del atractivo y no solo físico...Pero Austen es así, ella puede con todo y tiene estas pequeñas contradicciones que, en realidad, ni siquiera lo son.
En "Supernova" Firth forma pareja, una pareja de veinte años, con Stanley Tucci y la película va de la tristeza de envejecer cuando la enfermedad aparece sin dejarte opciones. El Alzheimer de Tucci es el muro de contención de las lágrimas de todos. Y la interpretación de ambos actores tiene la pátina de la verosimilitud. Pero es el físico de Colin Firth el que resulta apropiado para ubicar a nuestro Darcy de algún modo. Salvando pantalones vaqueros, chaqueta de lana y camiseta, todo lo demás es el Darcy que ha vivido lo suficiente como para tener el sueño disperso, los ojos tristes y las manos temblorosas. Es la tristeza el reflejo de la vejez cuando la enfermedad acecha, ya lo he dicho.
Colin Firth es, en esta película, un cuidador. De esa manera asume el rol de muchas personas en la edad madura, que llega a ser ambivalente. Hoy eres un cuidador y mañana alguien ha de cuidarte a ti. Los hermosos paisajes de la película, ese agua transparente, esos cielos azules y el hecho de que ambos circulen en una autocaravana, como si fueran jóvenes hippies que buscan aventuras, le da todavía un punto más nostálgico a la historia. Y es esa nostalgia la que refleja la cara del antaño hermoso Darcy, el hombre que nos enamora a todas.
Darcy, en aquellos tiempos en los que lo retrató Austen en "Orgullo y prejuicio" era un amanecer. Un amanecer con las aguas heladas del lago que rodea la mansión de Pemberley. Pasado el tiempo, el agua sigue siendo helada pero anochece. Es la noche la que incendia la memoria y la que convierte a Darcy en un hombre mayor, ese eufemismo que todos usamos porque tampoco nos gustaría que nos llamaran de otra forma a nosotros mismos. Darcy se mira en ese espejo del agua anochecida, prendida de pájaros y montañas, mientras Pemberley sigue existiendo en alguna parte.
Lo bueno de los héroes es que no envejecen, no, al menos, delante de nosotros. Lo decía mi tía Libertad: mientras yo me hago vieja, ahí siguen en la pantalla ellos, Glenn Ford, Dana Andrews, Humphrey Bogart. Están siempre igual, por mucho tiempo que las películas tengan. Son ellos mismos, jóvenes, astutos y elegantes". Mi tía Libertad tiene muchas sentencias parecidas y, como es una cinéfila sin academia, puede decir lo que le plazca sin interrupciones.
¿Dónde estará su Elizabeth? El libro se detiene en la boda pero sabemos que la boda no es el final, sino el principio. Todos los Darcy y todas las Elizabeth han de encontrarse frente a frente un día, pasados los años, y plantearse qué ha sido de ellos y por qué han llegado hasta aquí solos o en compañía. Pueden bromear sobre el tiempo pasado y pueden sentirse llenos o perdidos, pero, en todo caso, saben que solo hay dos formas de llegar al tiempo de la vejez: satisfechos de haber sido y juntos o añorando lo que no pudo ser y solos. Si Darcy está solo en el momento más duro, cuando las cosas se escriben ya con la dificultad de los adioses, entonces Jane Austen no debió engañarnos. No debió convertirlo en el hombre de nuestros sueños.
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