Esta lluvia que ciega los cristales

 


(Scarlett Johansson y Jonathan Rhrys-Meyers, "Match Point", 2005, Woody Allen)

La lluvia en el sur es una rareza, un artículo de lujo, un motivo de inspiración. Las gotas que caen, y que dejan su marca en los cristales, te sugieren un extraño dibujo, una especie de mapa oculto, una muestra de que la naturaleza está presente. La ciudad se transforma bajo el chaparrón y aún más bajo la lluvia tenue, la más suave, persistente y continua. Si sale el sol, cosa frecuente, el arcoiris dará la imagen más cercana a la infancia y a los libros de texto. 

Mi plaza es una hermosura bajo la lluvia. Los árboles rezuman el agua como si fueran gotas de una estalactita mítica. El suelo rojizo brilla y las zonas de albero parecen perseguir las hojas caídas que se esconden. Las pérgolas se elevan sin contención alguna y las flores, buganvillas, rosas, cítricos azahares, no tienen tregua. Cuando la lluvia se detiene, cuando el manto húmedo deja de caer sobre ella, la plaza es un paraíso de colores, sensaciones y búsquedas. 

Cada vez que llueve me acuerdo de Machado y de los niños en la clase, en ese poema infantil que todos recitamos sin casi darnos cuenta; me acuerdo de Borges y de mi padre en el patio, inclinado sobre las flores, dándoles el cariño que las plantas necesitan; me acuerdo de las botas de agua de color rojo que un día mi madre me compró y yo salpiqué de calle en calle; de la salida del colegio y los coches aparcados esperando a los niños; de un paraguas de rayas que presté, de uno rojo que perdí, de otro verde que se quedó en Renfe...En realidad, la lluvia es más que un libro abierto. 

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