Nunca contigo


Has llenado la bañera casi hasta el borde. El agua está muy caliente. Lo necesitas. Has colgado el teléfono y le has quitado el sonido. No quieres oír su voz, total va a mentirte. Has encendido un cigarrillo que no vas a fumarte. Por enésima vez has decidido dejar de fumar. Aunque dentro de poco volverás a las andadas. Has llenado una copa de cava y te has sumergido en el agua, con el pelo suelto, sin desmaquillarte, con los labios rojos y las uñas pintadas. 

Estás pensando. Tu instinto te dice que te ha utilizado. Que toda esa parafernalia que a ti te ha llegado al corazón es pura dinamita, pensada únicamente para lograr un objetivo. Y el objetivo no eres tú, no es nada tuyo. Eres un instrumento nada más. No quiere poseerte. No quiere tu cuerpo, ni tu alma. No quiere tus ojos, ni tu boca. No quiere tus manos ni tu piel. No quiere nada tuyo. Eres un instrumento, como tantos otros. 

Has sentido un dolor indefinido clavado justo en un costado, a un lado de la espalda. Como si el corazón se hubiera desplazado. Has sentido que las manos se han quedado quietas, que no puedes moverlas, que la copa va a destrozarse contra el suelo, hacerse añicos. Así tu corazón también, está ardiendo como si alguien prendiera fuego sin avisar, escondido, en la clandestinidad de una vida que amenaza con destruir la tuya. 

No eres nadie. Lo sabes. Lo has entendido siempre. Pero esta noche la evidencia te cubre. No importa que tu belleza los atraiga a todos. No importa que seas joven, deseable y llena de misterios. Te ha utilizado y sabes el motivo. Sabes que no eres nada, que no eres nadie y que no tienes nada que ofrecer. Eres solamente un cuerpo perdido, que va a dormirse en el fondo de una soledad escrita de antemano. Te duele todo. Las manos, los ojos, las cejas y la vida. 

(Imagen de Jack Vettriano)

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