Hay historias que no interesan a nadie
La fotógrafa de Life Nina Leen posa con su cámara Rolleiflex en 1949
Los llamo escritos y también historias. Las vengo escribiendo desde muy pequeña. Están en hojas sueltas que se guardan en carpetas, en libretas y cuadernos, en el ordenador, en mi blog. Una especie de prosa poética, cosas imaginadas que se mezclan con cosas vividas o que debieron vivirse, anécdotas, pensamientos, acontecimientos que fueron y vinieron, un poco de todo. En muchos de ellos está la familia, están amigos y amores, en otros gente anónima, en otros gente desconocida. Las ordené por temática y por época y están organizadas, tituladas, solo a la espera de que se publiquen. Tienen títulos atrayentes y son emocionantes, tienen calidez y cuentan cosas que pudieron suceder e, incluso, sucedieron. Historias. Memorialistas y poéticas. Diaristas y llenas de sal y con agua fría en ocasiones y en otras un chorro de sol para compensar. Amor, desamor, engaño, espera, duelo, amistad, tiempo, pasado, esperanzas, vida...
En alguna ocasión las envío a una editorial para probar suerte pero, indefectiblemente, o no contestan o las rechazan. La jefa de una de esas editoriales, paisana mía por más señas, me dejó entrever que, en realidad, no le interesa a nadie todo eso que yo cuento porque, eso lo añado yo, al fin y al cabo no hay crímenes, ni nazis, ni fantasía fantasmagórica, ni cuentos chinos, ni autoayuda. Son simples historias. Y las editoriales tienen que vender y ¿a quién le interesaría comprar un tomo de "estampas" que hablan de la niñez de alguien que no es nadie?.
Nunca se las doy a leer a nadie pero en una ocasión lo hice y la respuesta fue muy parecida a la de la editorial: hay historias que no interesan a nadie. Justo esas son las que yo escribo. Están bien escritas, lo sé. Y tienen su punto tierno, su punto alocado, su punto humorístico, su punto estrafalario, su punto testimonial, su punto profundo. No interesan a nadie, sin embargo. Y la razón, hay que sincerarse con una misma de vez en cuando, es porque son mías y yo, como habréis supuesto, no soy nadie, no intereso a nadie. Cualquier persona de las que salen en la tele, de las que escriben en la prensa, de las que tienen apellidos y familia importante, escribe algo de esto, abre la puerta a estas historias, y entonces tendrían interés. Pero, en mi caso, no interesan a nadie. Las escribo porque tengo que hacerlo a pesar de todo. Dejar de escribir sería hundirlas para siempre en la desmemoria. Y esas historias no son huérfanas. Son invisibles, que es diferente. Y a nadie le interesan.
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