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Libros para leer este otoño

 



Asómate a cualquier cultural y verás que, de nuevo, aparecen listas. Son las recomendaciones de lectura para el otoño. Como si fuera un atelier de moda, los suplementos culturales o las revistas de crítica literaria se empeñan cada estación en conducirnos por el terreno de los libros que sí o sí has de leer. Listas de diez, de cincuenta o de cien, da igual. Luego están las listas contrarias, las que vienen al final del curso escolar o del año, las de los más vendidos o los más leídos que, por otra parte, no tienen nada que ver las unas con las otras. De ese modo hay lectores que se sienten concernidos por este intento de dirigir su itinerario, se aseguran de no equivocarse y se ponen a la misma altura y nivel que otros lectores encantados de leer lo que hay que leer. Eso es un problema de toda la vida. Desde que estamos en el colegio se empeñan en decirnos qué hemos de leer. Si no lees lo establecido es como si no leyeras, como si fueras una especie de bandolero de extrarradio, alguien sin marca conocida, sin pedigrí. Un outsider de la literatura. 


No obstante, la lectura debería ser otra cosa. Recomendar tiene el sentido, así lo veo yo, de compartir. Lees algo que te ha gustado mucho, algo que te ha hecho pensar en alguna persona, algo que piensas que a alguien le gustaría y entonces vas y se lo cuentas. Con naturalidad y sin convertirte en un pedante insoportable. Nada de señalar que, si no lees ese libro, te estás perdiendo algo grandioso. Porque, confiésalo, no es así. Nada grandioso nos vamos a perder por no leer un libro, aunque, si le damos la vuelta a la tortilla, algo grandioso podemos encontrar si lo leemos. Cuestión de miradas. La lectura debería ser siempre algo positivo. Incluso cuando un libro no nos gusta. Te regalan o te compras un libro y lees las reseñas que hay sobre él o te vienen encima las recomendaciones de los que supuestamente saben y tú te sientas obligada, te sientes impelida a leerlo con aprovechamiento. Si le ha gustado a tanta gente, tiene que gustarme a mí. Si todos ven el traje nuevo del emperador ¿cómo no lo veo yo, si no soy nada tonta? Y así siempre. 


La lectura ha de ser otra cosa. Una especie de sorpresa permanente, un encuentro inesperado, un inaudito desorden que adquiere su sentido cuando lees ese libro que te estaba esperando. Para eso hay que elegir con cuidado y no dejarse llevar demasiado por los demás, salvo por esos "demás" que tú sabes que han demostrado un criterio parecido al tuyo. Dejarse llevar por el corazón, por el tacto, por el oído, por el título, por el autor, por el argumento, por tus deseos, por la portada, por el traductor, por la editorial, por miles de cosas. Guardarlo todo en una bolsa y agitarla como si fueran regalos de navidad. Para eso hay que elegir con cuidado. Contaré mi caso, por si os sirve. 


Cuando era pequeña, hasta que comencé a trabajar, no tenía mucho dinero. Mejor dicho, tenía poco dinero, así que había que ser muy cuidadosa con los libros que compraba. Y lo fui. Porque encontré mil formas de leer, entre ellas el trueque, tan antiguo; entre ellas las pagas de cumpleaños o de reyes; entre ellas, la visita a la casa de mi tía la de la gran biblioteca; entre ellas conseguir de mi madre que me abriera una cuenta en la papelería. Fui cuidadosa y acerté la mayoría de las veces. Leí en esos años lo mejor de todo. El equipaje lector se llenó de maravillas. Acerté casi siempre. La prueba es que los sigo releyendo. Luego tuve dinero y gasté mucho en libros, muchísimo dinero en libros, todos los meses, todos los años, compré todas las novedades, llené las estanterías de libros que iban saliendo, que se publicitaban, que estaban de moda. La pulsión de comprar fue tan importante que empecé a tener libros "pendientes de leer", algo que no había sucedido nunca. Pero eso acabó. Desde que tengo menos dinero para gastar en libros he vuelto a mi sistema anterior. He vuelto a elegir con sumo cuidado, me he evitado decepciones, me he evitado dejar tantos libros a medias y suelo acertar. Sé lo que me gusta y lo que no. Así que dejadme de listas. No voy a hacer caso a ninguna. De modo que no hay aquí ninguna lista de libros por leer: lee lo que te parezca, sin preocupaciones, lo que te dé la gana. Haz de tu capa un sayo con los libros. Recuerda que la lectura o es libre o no es lectura. 

Las fotografías son de William Eggleston, ese maravilloso fotógrafo al que adoro. 

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