La historia de Paquita de Urquía

 


(Flappers. años 20. Autor anónimo)

De vez en cuando indago en Internet sobre Baeza y sus cosas. Es una costumbre que me queda de los buenos ratos que he pasado allí, de la ley que le tengo a la ciudad y a su paisaje. En algún lugar privilegiado de la memoria está ese curso de poesía en el que conocí a tanta buena gente y del que aprendí muchas cosas, no todas académicas, claro está. En el calor asfixiante de aquellos días de agosto está el incendio que nos perseguía al subir a Beas de Segura. Las monjas de clausura cantaban las letrillas que compuso San Juan de la Cruz. Los almuerzos y las cenas nos reunían en el mismo angosto local a estudiantes y profesores, en torno siempre a la poesía, que era el tema del curso. En un cuchitril al lado del instituto donde enseñó Machado y donde se desarrollaba el curso, los cafés del descanso se convertían en un gozoso momento de intercambio: Luis García Montero estaba allí hablándonos de Alberti y por ahí está esa foto en el que mi amiga Patri y yo lo flanqueamos orgullosamente. Las clases se alternaban con los momentos de ocio y entre los alumnos había tan de todo que todos escribíamos y durante muchos meses estuve recibiendo poemas de un chico de Peñíscola que se me enamoró. Mientras yo disfrutaba de los días y las noches, mi amiga Patri sufría lo indecible por un tipo indeseable del que estaba enganchada sin que él moviera un dedo para demostrarle ni lo más mínimo. Uno de esos casos de pasiones erróneas que, al fin, se resolvió en unos meses, aunque le fastidió el tiempo de Baeza totalmente. Siempre estuve rodeada de amigas enamoradas del tipo equivocado. 

Patri y yo tuvimos el romántico criterio de hospedarnos en el Hotel Comercio, que fue el mismo que acogió dos años a Machado y el mismo que hoy está destruido, convertida su fachada en la fachada de un bloque de pisos. Nuestra habitación era un entresuelo, muy grande, con unos armarios oscuros y extraños, camas también grandes y ventanales que te dejaban ver la calle. Por dentro era un sitio oscuro y tenebroso, pero también fresco en esos días de calor. De resultas de aquella estancia escribí un relato "El gabán gris" y ahora no sé exactamente cómo era nuestra habitación en realidad. 

En esos días recorrí Baeza a todas horas y visité todos sus rincones. No hay secretos para mí en esa curiosa y enigmática ciudad, que bien merecería una serie de televisión años veinte, con flappers que levantaran la voz para hacerse un hueco en el exigente casino de la ciudad. Las flappers, esas protofeministas guapas y atrevidas, no existían en Baeza pero yo he descubierto a una mujer que, se mire como se mire, estaba fuera de la norma, era distinta y por eso me llama la atención. Su nombre, Francisca de Urquía y García-Junco. Para nosotros, Paquita de Urquía. Veamos. 


Esta carta firmada por Federico García Lorca fue subastada en Alemania por quince mil euros. Se dirige a María del Reposo de Urquía y en ella el poeta le manda recuerdos "a Paquita y a su mamá". Esa Paquita es, precisamente, Paquita de Urquía. Ambas, Reposo y Paquita, eran hijas del director del Instituto de Baeza, Don Leopoldo de Urquía, doctor en Psicología, profesor del centro, una eminencia. Las dos eran muchachas preparadas, tocaban muy bien el piano y frecuentaban las tertulias que eran la moda de la época. 

Rebuscando en los artículos que han conmemorado la fundación del instituto encontré un dato curioso: Paquita Urquía fue la primera alumna del instituto en un tiempo en el que no había chicas en el alumnado y después fue también la primera profesora del mismo. Sobre lo primero hay que decir que los avatares del instituto de Baeza se parecen mucho a los de otros pueblos. El comienzo de la enseñanza media para las chicas fue desigual dependiendo de cada lugar de España y en Baeza se produjo en los primeros años del siglo XX. Los detalles son interesantes y dan cuenta de una época en la que la enseñanza en España estaba convirtiéndose en un asunto de Estado, con la preocupación que ello suponía para encontrar profesores y edificios. Don Leopoldo, que era el padre de las chicas, había nacido en Jerez de la Frontera y se había casado en la iglesia de San Vicente de Sevilla con una muchacha natural de San Fernando, como puede verse en un árbol genealógico que he encontrado por ahí. Llegó a Baeza por mor de los destinos que se daban a los que ganaban las oposiciones en la educación. Ya se sabe que había que moverse de un sitio a otro si querías tener un sueldo del Estado. Era un hombre muy culto y tenía buena fama, fue el verdadero creador del instituto de Baeza que sigue existiendo y conservando ese maravilloso edificio de entonces. 

 Paquita Urquía debió ser una joven con ideas propias, amor por el saber y mucha determinación. Por eso decidió matricularse en el instituto para cursar el bachillerato, algo totalmente infrecuente en esos tiempos. La amistad de Lorca con su familia tuvo mucho que ver con las visitas que el joven poeta hacía a Baeza, que también se señalan en algún artículo, dándose la circunstancia de que Lorca se relacionaba entonces con el poeta Machado que vivía allí debido a su papel de catedrático de francés. Aparecen referencias de veladas en las que ambos poetas recitan y las muchachas Urquía tocan el piano, que era una distracción musical muy frecuentes en las clases más formadas. Se dice también que hubo una especie de affaire amoroso entre Machado y la joven Paquita, sin que la cosa llegara a más. Aunque luego sería también profesora de francés, lo que puede dar cuenta de dónde venía su vocación. Y también se sabe que ella leía con pasión los poemas del viejo profesor que estaban ya publicándose. 

Buscando otras noticias de ella o alguna imagen, que no he logrado encontrar, di con su expediente de depuración en la postguerra. No sé por qué se marchó de Baeza, pero supongo que tuvo que ver su profesión de profesora y algún destino administrativo. Su padre había muerto en 1915, muy joven, a los cuarenta y cuatro años. El destino de ella fue bastante trágico. Fue catalogada de simpatizante de izquierdas, comunista y cosas parecidas. Todo ello tuvo lugar en Elche, adonde Paquita había ido a parar como profesora. Aunque en el expediente hay testimonios que niegan esas afirmaciones recogidas en el documento que propone la depuración, Paquita fue depurada. Esto quiere decir que tuvo que dejar de ser profesora, algo que debió ser terrible para ella, porque era su vocación. Fue procesada por la Justicia Militar en 1941, en Alicante.

No he logrado saber qué ocurrió con su vida después. Hay una profesora que se llama igual y que aparece como excedente en Lengua y Literatura del instituto de Toledo en 1963. Desconozco si es la misma persona. ¿Hay tres Paquitas Urquías?

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