La épica de las matemáticas
Cuando se conoció el currículum académico del nuevo papa, muchísima gente cayó fascinada ante el hecho de que sea matemático. Da igual que tenga un doctorado en derecho canónico, o que haya estudiado filosofía y teología. Las matemáticas le otorgan una especie de distinción única, como si formara parte de un club de inteligentes en el que muy pocos tienen cabida. ¿A qué se debe esa fascinación? En las salas de profesores de los institutos los profesores de matemáticas tienen el estatus de la gente superior. Un suspenso en matemáticas es algo muy gordo y casi irrecuperable y si uno de esos profesores dice que los niños no abstraen y no saben pensar, una catástrofe se abate sobre el alumno y su familia, porque estamos hablando de poderosos saberes que no están al alcance de cualquiera. Dada la tradicional costumbre de los profemáticos de explicar de espaldas al auditorio, rellenando pizarras continuamente, todavía adquiere un sabor más esotérico ese conocimiento. Confieso que en mis años de instituto tuve que lidiar con las matemáticas de mil y una maneras. Dado que no entendía absolutamente nada de lo que allí se fraguaba y que era peor preguntar, decidí pasar desapercibida y que nadie, mucho menos el profesor, supiera que yo oía aquello como el que oye llover. Convenié con una compañera intercambiar redacciones por problemas y salí voluntaria todas las veces del mundo, previo aprendizaje de las operaciones de pura memoria. La memoria y no el razonamiento me salvó del suspenso en matemáticas y el hecho de que nunca tenía que llegar examen, me libraban las notas de clase. Todo aquello generaba un estrés absurdo y la sensación temprana de que yo era una impostora. Y lo era. A veces me pregunto qué hubiera pasado con un profesor que se explicara convenientemente y que hubiera resuelto mis dudas pero lo que hice fue abandonarlas en cuanto tuve ocasión, salir corriendo y no mirar atrás. Creo que esto mismo le pasa a miles de personas, con lo que la leyenda de inexpugnabilidad de las matemáticas sigue adelante. De modo que nos decimos: si este papa ha sido capaz de licenciarse en matemáticas tiene que tener buena cabeza, mejor que la nuestra y eso parece producirnos un estado de confianza que, para qué engañarnos, es lo que más necesitamos estos días.
/Foto tomada del primer rezo del Regina Coeli del papa León XIV/
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