Edna O'Brien: la chica irlandesa
La riquísima literatura de Irlanda tiene en ella uno de sus hitos. Pero las cosas no fueron fáciles. De modo que le costó encontrar tiempo para escribir y para publicar. Ella era una chica nacida en Tuamgraney, en el condado de Clare, en 1930, con una familia puritana y poco dada a la efusividad. Pensaba que su madre no la quería. En los años sesenta ya estaba casada y tenía dos hijos a los que cuidar, además de un trabajo poco gratificante. Y no sabe cómo se lanzó a escribir una novela. Lo hizo del tirón y en muy poco tiempo, seguramente porque llevaba esas palabras grabadas a fuego en su interior. La historia de las chicas de campo, que se convertiría en una trilogía, era su misma historia. Pero no la escribió con lástima, ni con ira, ni con rencor. Lo hizo con rabia, que es otra cosa; lo hizo con sinceridad; lo hizo con pulcritud y elegancia. A su marido no le gustó aquello. También era escritor y se ve que quería ser el único escritor de la familia. Publicar el libro y empezar a tener problemas fue inmediato. Las chicas de campo es la historia de Caitleen y Baba, dos amigas muy distintas pero unidas por una misma época opresiva y falta de libertad. El libro fue quemado en el pueblo de Edna. Su marido se marchó de casa y se llevó a sus hijos. El divorcio fue traumático. Todo lo cuenta ella, con su estilo sobrio pero brillante, en sus memorias, que tituló Chica de campo, porque era así como se sentía a pesar de que su éxito la llevó a conocer a gente famosa, actores de Hollywood, escritores importantes. Siempre parecía encontrarse fuera de todos esos ambientes, siempre tenía la sensación de que todo el mundo la reconocía como una muchacha venida de lo más profundo de la tierra irlandesa, que había nacido en una granja, y que llevaba pegado aún el olor de ese campo y de ese aire.
Después de aquello, la carrera literaria de Edna O'Brien continuó y cerró su trilogía con dos novelas más en las que las protagonistas siguen mostrando esa difícil convivencia entre el sentimiento y los lazos que te atan a las creencias y las convenciones. La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas lanzan un haz de claridad sobre la situación de las mujeres en la Irlanda de mediados del siglo pasado, donde las frivolidades estaban mal vistas, los matrimonios eran insatisfactorios, los hijos una pesada carga, y la iglesia una mirada vigilante que abarcaba todos los aspectos de la vida. La valentía de Edna O'Brien no se redujo a vivir tal y como quiso vivir, sino también a trasladar a su obra todo aquello que a ella le había producido la molesta sensación de que para ser libre tendría que luchar.
Cuando se trasladó a Londres comenzó una etapa diferente de su vida, aunque siempre conservó la querencia por su tierra e incluso estuvo a punto de comprarse una granja en el condado de Clare donde hacía nacido. Pero entendió que las cosas han de dejarse como están y que a veces volver atrás es un absoluto imposible. Será su literatura la que conserve tan fresco ese olor de la tierra, esa naturaleza casi salvaje, los nombres de las plantas y de las flores, los sonidos del campo, los animales de briega, la oscuridad de las casas, los ritos familiares.
Las sillitas rojas y Un lugar pagano, que publicó a continuación, ahondan en el papel de la tierra como elemento sustancial en el carácter y La chica, que publicó después de un viaje a Nigeria cuando tenía más de ochenta años para conocer en persona a las víctimas de Boko Haram, vuelve a incidir en la lucha de las mujeres por conseguir y mantener su libertad personal y sexual, su elección de destino, su vida en paz y sin imposiciones.
No solo escribió novelas. Edna O'Brien es una consumada cuentista. Ella misma reunió sus cuentos en una colección que se publicó en España con el título Objeto de amor y que demuestra su dominio del tempo a la hora de encarar los relatos. En todos ellos hay un punto de exquisita tristeza, algo de cinismo, mucho de valentía y un estilo limpio, imaginativo y que habla, sin embargo, de una consistente relación con la verdad. Entre sus obras destaca también la biografía de Lord Byron que precisamente acaba de publicarse en español este año de 2024, a cargo de la editorial Cabaret Voltaire y con el título Byron in Love.
Su obra constituye un conjunto de libros que suponen no solo una fuente de placer para los lectores sino una forma de comprender la evolución de las mujeres en entornos claustrofóbicos de costumbres y relaciones, así como una mirada única e irrepetible acera del universo femenino, sin fronteras de tiempos, edades y clases. Ella es la prueba palpable de que la literatura puede salvar al individuo. Una salvación que abarca múltiples aspectos. Desde conocerse a sí misma y saber qué se desea y cómo lograrlo, hasta saltar por encima de convenciones ampliamente asumidas, superar el rechazo familiar o luchar por defender el talento, que, en este caso, era el de la escritura. Nada de eso resultaba fácil en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Tampoco ahora, aunque no lo creamos. El peso de las tradiciones, las creencias, las costumbres, es enorme. Edna O'Brien lo sabía y no solo sorteó todos esos escollos, sino que hizo que sus protagonistas dieran el mismo salto mortal para caer en un espacio elegido libremente. Por eso la contraposición entre libertad y falsa seguridad está presente en toda su obra. Libertad o sumisión, ese es el dilema.
En España la editorial Lumen y, sobre todo, la editorial Errata Naturae, han acercado, desde hace solamente diez años, los libros de Edna al lector español, con unas traducciones impecables siempre a cargo de Regina López Muñoz, una auténtica especialista en esta escritora. Su fallecimiento, el 27 de julio de 2024, ha dejado una huella de dolor en sus lectores. Sabíamos que era una persona mayor, pero también que ella estaba ahí. Estuvo escribiendo hasta los noventa años y, junto con Clint Eastwood, que le ha ganado la partida, representaban la lucha cierta de quien lleva su vocación al límite. Sin la literatura, Edna habría sido una más de las mujeres frustradas por una vida inconveniente. Fue escribir y leer lo que le abrió horizontes insospechados. Ella no fue a la universidad y bien que lo echaba en falta. Pero la lectura supuso una forma de responder a sus muchas preguntas de siempre. Lo dejó escrito, fue feliz y desgraciada, amada y odiada, tuvo suerte y tuvo desgracias, pero siempre, en todo momento, leer y escribir constituyeron los dos pilares de su vida entera.
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