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"Chica de campo. Memorias" de Edna O´Brien

   Mi itinerario O´Brien comenzó con Las chicas de campo y continuó con La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas. Después de un paréntesis siguió con Las sillitas rojas y luego con En un lugar pagano. Por fin, llegué a sus cuentos, recopilados en Objeto de amor. Y ahora he navegado hasta sus Memorias, Chica de campo, este libro. Ha sido una larga travesía pero hecha en tiempo récord.
En ese camino hay dos editoriales implicadas, errata naturae, que ha publicado todas sus obras en castellano, excepto Objeto de amor, que es cosa de la editorial Lumen. Sin ellas y sin las traductoras, sobre todo Regina López Muñoz, no hubiera podido acceder a Edna O´Brien. Mi inglés no da para tanto y bien que lo siento. De este modo, me habría perdido una autora fundamental y un espejo en el que mirar algunas preocupaciones, algunas historias que están aún sin escribir para mí. 
   Creo que si hubiera leído estas Memorias sin conocer sus otros libros no hubiera podido entender muchas cosas. E identificar otras. Lo que no quiere decir que no pueda recorrerse otro camino para llegar a ella, o dar saltos, o empezar por el final. Las claves son intercambiables y hay en su vida trozos que son literatura y en lo que escribe espejos de su vida.
   Por ejemplo, la historia de la muñeca y de la maestra malvada. Aparece recogida en un cuento de los que forman el volumen Objeto de amor y luego se refiere a ella en sus memorias, porque, seguramente, y la comprendo, ese fue un acontecimiento que dejó huella. La muñeca, tan querida, que pasa a manos de una maestra que odia a una niña. Es un relato terrible y una vivencia más terrible aún. Perder la muñeca, por un lado y tener una maestra que no te tiene ninguna simpatía, por otro. Dos motivos de pesar para una niña.
   Los argumentos de sus libros nacen de su vida, como suele ocurrir con casi todos los escritores. Si no son vividos, sí pueden ser intuidos o conocidos o imaginados en ese trasfondo fiel que es su momento histórico y su paisaje. Pero en ella son más reconocibles, más verdaderos. Aunque lo que más me llama la atención de la vida de Edna O´Brien es la recurrencia del desamor. Padres escasamente amorosos, para empezar, y de ahí en adelante. Además de eso, también está la desesperanza con la que aborda toda clase de sentimientos y emociones. Algunas frases suyas merecerían ser anotadas en las carpetas de las adolescentes. Da la impresión de que no ha crecido nunca en ciertos aspectos y de que, por el contrario, siempre fue una mujer madura en otros.
   Irlanda de telón de fondo. Un paraíso infantil lleno de contradicciones, de aristas, de duro pedernal, de sentimientos encontrados, de prohibiciones y de deseos insatisfechos. Un dique que había que superar. Pero también, olores y sabores inigualables, vida, en suma. Sin ese cúmulo de tensiones quizá su obra sería otra, quizá no hubiera precisado la escritura como ritual de purificación, como liberador de tensiones y de culpas. 
   La niñez marcada por el alcoholismo brutal del padre y la exagerada presencia de la religión en la madre. Una niña que se siente poco querida. Un matrimonio en el que el paso del tiempo la alejará cada vez más del cónyuge, sin que pueda percibirse perdón o entendimiento. "La vida doméstica era un castigo. No había peleas, solo silencio y rutina". Así se refleja en Chicas felizmente casadas. Los hijos, en un difícil equilibrio entre el querer y la huida. Los amantes, que aparecen salpicados, tan poco proclives a cuidar del sentimiento o de las pasiones. Las aventuras de una noche, tan limitadas. "Entonces se produjo un leve destello en mi vida casi desolada. Yo sabía que duraría sólo una noche. Tenía todos los ingredientes de un romance: el hombre salvaje a lomos de su corcel..."Los amigos, tan etéreos a veces. Las casas, que cambian y se suceden, de una manera confusa en ocasiones. Las fiestas, los ambientes, los famosos, las luchas con el exterior. Las luchas con ella misma. Una educación sentimental construida a golpe de negación, de fracaso, de confrontación, como relata en Las chicas de campo
   Lo más extraordinario de Edna O´Brien, de su obra y, ahora lo sé, también de su vida, es que la palabra no solo es el vehículo de la comunicación, sino la explicación última de los hechos y los deseos. Sin la literatura, sin esa fiebre ardorosa de escribir, todo ese mundo infantil sería un paisaje sórdido, su juventud una sucesión de errores y quizá su madurez un lugar oscuro y sin remedio. Lo que ella llama "los aluviones de la memoria" se convertirían en el motivo central de su literatura. Y, aunque "las palabras salían a borbotones" no dejaba de ser algo doloroso. "Lloré mucho al escribir Las chicas de campo, pero apenas si acusaba las lágrimas".
   Pero escribir salvó la mejor parte de sí misma, la puso en contacto con lo que su interior demandaba y la acercó a personas que, ellas sí, captaron que detrás de esa fachada incierta de muchacha sin domar, algo egoísta y algo confusa, había una mujer que ansiaba, simplemente, un poco de cariño, algo más de lo que había tenido. El ascensor social de Edna O´Brien es su talento de escritora. Por eso llegan a ella Paul McCartney o Robert Mitchum. 
   Los paisajes irlandeses de su infancia y el descubrimiento de Londres, todo lo que la geografía le ha supuesto en su vida, incluida esa estancia en Mallorca que tanto la impresiona, o el gentil Nueva York lleno de ritos mágicos, tienen un peso innegable en la biografía de alguien a quien, como a todos nosotros, sus orígenes condicionan y obligan a una lucha previa por desprenderse de vestiduras y corsés antiguos.
   Hay un desear estar en otro sitio que se revela angustioso, cuando, por ejemplo, va en un taxi y se confunde de casa. Hay un miedo a ser amada en demasía cuando, por ejemplo, se marcha en un taxi para que su nuevo amante lo haga también. Una sucesión vertiginosa, como es a veces su escritura. Un pararse para reflexionar sobre cosas que nosotras también pensamos, como ocurre a veces con lo que escribe. 
 
"Cuando yo nací ya no éramos ricos". Una cierta obsesión por la casa del pasado, la casa que se vende y se pierde, la casa que atesora momentos y se desvanecen, la persigue durante toda su vida. La casa como el hogar. Pierdes la casa y pierdes el significado del nido en el que tu vida adquiere todo el sentido.
 También nos relata todo lo relativo a su primer cuento. Lo escribió con ocho años y se titulaba "Bohemio". Isolde era la protagonista y estaba cautiva de su padre, alcóholico y maltratador. Su madre había sido asesinada. Un "intrépido bohemio con un pendiente de oro y un pañuelo rojo" es el "seductor", el que desencadena la historia, que termina tétricamente. "Metí el cuento en un baúl verde donde mi madre guardaba avena para las gallinas y o bien acabó en la basura o bien lo devoraron los ratones".
   Después de los cuentos, vino el teatro. Unos titiriteros que actuaban por allí recibieron noticia de ella misma que había escrito una obra, "La hija de Drácula" y que quería verla representada. Aquello tampoco llegó a nada. Pero nos deja una explicación exhaustiva de su proceso a la hora de escribir: "Para escribir me echaba al campo. Las palabras huían conmigo. Escribía historias imaginarias, historias ambientadas en nuestra ciénaga y en nuestro huerto, pero no bastaba, porque yo quería penetrar en ellas, del mismo modo que intentaba volver a la tripa de mi madre"
   Los tiempos del internado fueron "años rigurosos, en los que llegué a adorar el latín...tres veces por semana nos daban permiso para dar un paseo más allá de la verja, aunque no por el propio pueblo, pues allí podían seducirnos tentaciones terrenales o profanas". Siempre la amenaza del pecado y del infierno en el fondo de su telón diario. Allí encontró a una monja, de la que se enamoró y a la que consideraba distinta. En medio de este éxtasis asistió a su primer guateque y bailó por primera vez con un chico, Percy.

   Dividida en cuatro partes, estas memorias se escriben en forma de pequeños relatos casi independientes, aunque una línea cronológica los estructura. Parecen cuentos y podrían serlo en realidad.
  Sorprende que hable de sí misma sin intención de disculparse o defenderse, como si lo hiciera de otra persona, con una rara ecuanimidad. Tampoco manifiesta rencor o resquemores hacia los demás, sino que sus sentimientos aparecen modificados por el paso del tiempo, por una mirada casi comprensiva, como si los pecados de los otros se hubieran perdonado y los de ella misma fueran a correr esa misma suerte. La literatura parece haber aplacado todos sus demonios y cuando abre sus Memorias y las cierra está dotada de una especie de paz, de un ajuste de cuentas completado y certero. Como afirma en el prólogo: "he conocido la alegría y el dolor extremos, el amor correspondido y el no correspondido, el éxito y el fracaso, la fama y el vapuleo...y, a pesar de todo, he seguido escribiendo y leyendo, he tenido la fortuna de sumergirme de lleno en esas dos actividades intensas que han apuntalado mi vida entera"
   Píldoras de una vida, la narración discurre sin ánimo de ser exhaustiva, sino más bien esencial, más bien centrada en aquello que, al fin y al cabo, ha sobrevivido al paso del tiempo y se ha instalado en la memoria como una vivencia inevitable.



 Edna O´Brien nació en 1930 en Tuamgray, condado de Clare, Irlanda. Estas Memorias se publicaron originalmente con el título de Country Girl en 2012, cuando la autora contaba ochenta y dos años. La dedicatoria del libro reza: "Para los guerreros de mis hijos, Carlo y Sasha Gébler." La acompaña una cita: "Hasta que no llegué aquí no me di cuenta del todo: estoy aquí", que pertenece a Tyson Gay, velocista estadounidense. La frase la pronunció en vísperas de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012. El libro tiene cuatro partes y un prólogo. En el prólogo nos relata una visita al otorrino por un problema de audición. Allí le dijeron que tenía el oído "como un piano roto". Vuelta a su casa, allí la "esperaban el jardín, la segunda floración de las rosas, desteñidas y desastradas pero hermosas, y las hojas amontonadas bajo las tres higueras ondeaban con el vuelo desbocado de los pájaros que se perseguían, entre el cortejo y el combate". Ese día, con setenta y ocho años, se sentó, como ella misma explica, a empezar las memorias que se había jurado no escribir jamás. 

Chica de campo. Memorias. Edna O´Brien. Primera edición febrero de 2018. Editorial errata naturae. Traducción de Regina López Muñoz. 

Comentarios

Rocio GC ha dicho que…
Tengo muchísimas ganas de leerlo! Me encanta la autora, y aunque me falta aun por leer las sillitas rojas, espero conseguir este libro pronto.

Un beso!!
Caty León ha dicho que…
Te gustará. Y encontrarás muchas referencias a sus libros. Gracias por comentar y vuelve pronto.

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