Confórmate con filosofar
Recordarás la escena. En ese baile tan ansiado por todas que se celebra en Netherfield, Elizabeth Bennet y su hermana Mary están sentadas sin bailar. Para las muchachas de finales del XVIII y esos primeros años del siglo XIX el baile era el mayor motivo de diversión, el espacio en el que acontecían los principales prodigios, a saber: hallar un hombre con medios económicos suficientes como para librarlas del oprobio de depender de otro hombre, un padre o un hermano. Como dice Italo Calvino en el prólogo de un libro que he leído recientemente, y que ahora no voy a detenerme en buscar (aunque no soy Umbral, desde luego), las mujeres han estado toda la vida esperando, sufriendo y bajo el dominio de un hombre, que, al final, terminaba por engañarlas. Aunque rodeada de la fina ironía de Austen , la actitud de Elizabeth no deja de ser la misma que la de otras chicas casquivanas que florecen en el libro que recoge la escena, "Orgullo y Prejuicio" . Cuando Mary lanza un aleg...