La cuestión Sanditon



/La costa de Sussex, donde se ambienta el libro/

Aunque son dos las novelas inacabadas que dejó Jane Austen se trata de casos completamente distintos. Los Watson se comenzó a escribir en su estancia en Bath en 1803 y en 1804 la abandonó sin más. Lo más seguro es que no le interesó lo que llevaba escrito ni estaba contenta con la trama. No la terminó a propósito. En la trama de la historia podemos volver a ver unas hermanas casaderas, con fobia a la condición de institutriz o maestra de escuela, y unos jóvenes de distinta calaña. No era nada nuevo, pero sí parece algo peor. 

Sin embargo, el caso de Sanditon es muy diferente. Sobre el proceso de escritura tenemos más datos y también sobre las peripecias que sufrió el manuscrito original. La novela se conservó organizada en tres cuadernillos de hojas plegadas que la misma autora había preparado. El cuadernillo primero consta de dieciséis hojas y treinta y dos páginas y contiene los capítulos del uno al tres. El segundo cuadernillo tiene veinticuatro hojas, con cuarenta y ocho páginas y los capítulos cuatro al ocho, más el inicio del capítulo nueve. El cuadernillo tres son cuarenta hojas, es decir, ochenta páginas, de las cuales hay escritas la mitad y ahí están los capítulos nueve (lo que quedaba), diez, once y el inicio del doce. Se calcula que forman una quinta parte de lo que sería la novela. Los cuadernillos uno y dos los cosió la propia autora al acabar de escribirlos y el tercero quedó sin coser por razones obvias. No están paginados. Ella misma anotó las fechas importantes: el 27 de enero de 1817 es la fecha de finalización del primero, el 1 de marco el del segundo, el 18 de marzo es la fecha última. Después de eso no pudo volver a escribir, pues la enfermedad que padecía ya estaba avanzando y no lograba seguir. 

El manuscrito de la obra fue copiado por Cassandra, quedando entonces manuscrito y copia en manos de parientes. El original se le entregó a Anna Austen, la hija del hermano mayor, James, que tuvo mucha relación con la escritora y vivió con ella en su casa incluso durante algún tiempo. La nieta de Anna Austen, Mary Isabella Lefroy lo cedió en su momento al King's College de la universidad de Cambridge, donde continúa. La copia de la novela se entregó por Cassandra Austen, la hermana de la escritora, heredera universal y albacea, a la Francis, otro de los hermanos. Los descendientes de Francis lo conservaron y entregaron más tarde a la casa museo de Chawton donde se conserva. Fue Jane Austen Saunders, una de esas descendientes, tenía la copia que hemos mencionado y ella fue la que la puso a disposición del estudioso de Austen Chapman, quien la publicó en 1825. Parece que su título original fue The Brothers y fue el propio Chapman quien le puso el título de Sanditon. 

Hasta la década de los noventa del siglo XX no se tradujo la novela al español. 

A la hora de hablar de Sanditon solo podemos referirnos con certeza a lo que Jane Austen escribió. Cualquier otro añadido es superfluo y nada fiable. Pero en esos casi doce capítulos hay un material muy interesante a la hora de establecer algunas cuestiones acerca de la obra. Lo primero de todos, el entusiasmo con que una persona tan enferma como ella estaba se apresta a escribir sobre un tema nueva que exigía una dedicación importante. No sabemos cuál fue el proceso de documentación pero podemos adivinarlo: durante toda su vida ella recorrió diversos enclaves veraniegos y conoció la eclosión de ese nuevo entretenimiento. Estos viajes se acentuaron durante los años de Bath, porque al señor Austen le dio por recorrer la costa y esa vena viajera le duró durante casi todo el tiempo que permanecieron allí. De modo que Jane Austen conocía muy bien el nuevo fenómeno del veraneo turístico en las playas. Ella misma lo había practicado, aunque no llegó a aprender a nadar. 

Sanditon es un enclave veraniego en el que se está llevando a cabo una amplia actividad urbanística, aprovechando su situación geográfica y con el fin de dar un pelotazo que traiga prosperidad a la zona y a los bolsillos de los organizadores de la cosa. Ahí tenemos el uso pionero de la palabra "especulación" y del concepto de "especuladores", aunque parece estar más en consonancia con la definición de "negocio" y "negociantes" respectivamente. 

En la novela hay tres grandes núcleos de personajes. Están los Heywood, una familia rural, acomodada, que está formada por los padres, tradicionales y honrados, y sus catorce hijos, de los que interesa la segunda, Charlotte, de veintidós años, una muchacha bonita, seria, agradable y, sobre todo, muy buena observadora, lista, ingeniosa y con una gran capacidad para calar a la gente. Luego tenemos a los Parker, los emprendedores del asunto, y ahí vemos a Tom Parker, el hermano mayor, su esposa, poco espabilada, y sus cuatro hijos, además del resto de los hermanos Parker: Arthur, Diana y Susan, hipocondríacos de libro, y Sidney, todo un galán. Por último, está lady Denham, viuda de dos maridos, tía de dos sobrinos bastante aprovechados y que tiene en acogida a una pariente pobre, la señorita Clara Brereton. Los sobrinos de lady Denham son muy aprovechables literariamente: lord Edward, es un joven con título y sin dinero, que necesita hacer una buena boda y que anda siempre metiendo baza a ver lo que consigue con las jovencitas. Su posible inclinación por Clara solo puede tener la explicación de que piense que ella heredará a su tía. La hermana, la señorita Denham, queda todavía un poco difuminada en la narración pero promete. 

Charlotte Heywood se da cuenta de los manejos de lord Edward Denham, que, por cierto, se muestra con ella también muy dispuesto al cortejo. Lord Edward es de esos jóvenes que quieren gustar a todos y en todo momento. Le da mucha importancia a su actitud, a sus modales y a sus actos, pero hay una carencia interior que lo incapacita para llegar al corazón de la gente y Charlotte lo sabe. La señorita Clara es una muchacha muy atractiva, con aire inocente y muy dispuesta a agradar a lady Denham, no sabemos si por verdadero afecto, por agradecimiento o por interés. Porque el interés es el concepto que gira sobre toda la obra y el motivo principal que siempre nos hace sentir dudas sobre la conducta de los personajes. La razón económica es el telón de fondo de todo lo que sucede. Tom Parker y lady Denham son socios en el negocio. Ella pone el dinero, él pone el entusiasmo, las ideas, la gestión, el trabajo. Ella es exigente y nada amable, pero parece que se entienden. Todo va a depender del éxito que la urbanización tenga. Y para ello la familia Parker aportará su ayuda, buscando clientes para las casas y procurando darlo a conocer. 

El tema de la pariente pobre aparece aquí de nuevo, como surgió también en Mansfield Park. Clara Brereton estaba acogida por unos primos de lady Denham, de la rama familiar de su primer marido, el señor Hollis. Y lady Denham, al enviudar de su segundo marido, el que le dio el título aunque no dinero (el dinero viene de Hollis y en esa boda debió haber un quid pro quo), decide llevársela con ella a su casa. Los hermanos Denham recelan de la situación pero no conocemos el pensamiento de Clara. ¿Cómo ve las cosas? 

En la novela se habla mucho de salud, de médicos, de productos, lenitivos, masajes, remedios y demás vocabulario similar. Lady Denham fija su opinión al respecto: en más de setenta años no ha acudido al médico nada más que un par de veces y en eso ve la clave de su buena salud. No se fía de ellos. Los hermanos Parker son hipocondríacos, un retrato de la hipocondría en clave de humor, sin la connotación problemática que tiene en la realidad. Más bien se trata del enfermo imaginario de Molière. 

Se podría pensar que hay similitudes entre lady Catherine de Bourgh y lady Denham. Pero son solo apariencias. Lady Catherine es una aristócrata pata negra, de pura cepa, y ahí están su educación y su empaque para demostrarlo. Lady Denham es una aristócrata sobrevenida, una recién llegada debido a un matrimonio conveniente, que no tiene ni el estilo ni, de nuevo, la educación, ni los modales, ni nada que la pudiera similar a lady Catherine. Solo es un trampantojo, de esos que Austen a veces nos lanza a la cara para hacernos pensar. 

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