Vincent, una mirada y el olor a lavanda
Las cinéfilas tenemos una forma especial de ver las películas o las series. Si hay algún actor que nos atrapa entonces es para siempre, para casi siempre si quiero ser exacta. Vincent Lindon no me ha interesado de joven, ni me ha interesado en sus aventuras ni en sus películas, salvo ahora, que ha protagonizado "Dinero y sangre" una serie que estoy viendo en Filmin y en la que exhibe una hipnótica mirada azul grisácea y una ausencia total de sonrisas. Si hay un actor que consigue que veas la película o la serie en versión original por escuchar su voz, entonces es que te has convertido a su fe. Y, en este caso, las flores secas y la visión del amanecer, y el recuerdo de los pequeños lugares de la Provenza de mi biografía, completan sin dudarlo esa especie de lazo que te deja una imagen bien construida. No solo es un tipo atractivo. Parece que también tiene alma.
Mis días en la Provenza forman parte de un fondo de armario sentimental que nunca decae. Siempre hay un motivo para recordarlos, para aspirar su olor, para sentir sus sabores. Esa quiche que preparaba Marie o ese cuscús que hacía Pedro. Sobre todo, el helado en casa de Madame Fesquet, las tardes tranquilas en aquella casa antigua que estaba rodeada de viñedos. Madame Fesquet no era rica pero su familia le había encargado que vigilara su producción de uva porque tenía clientes importantes a los que venderla. Veía llegar en camiones a los vendimiadores en septiembre, cuando volvían de la faena. Esa visión, el humo de la carretera, el sabor del helado de frambuesa con trocitos de frutos rojos, la gran sala del billar donde se echaban las partidas entre risas y bravuconerías, la escalera de acceso a la biblioteca de Monsieur Fesquet y la pequeña hornacina de la entrada, con una Virgen desconocida para mí, una Virgen muy sonriente y capaz.
Vincent Lindon tiene cierto aire con el señor Fesquet. El tono agrisado del pelo, los ojos también grises (o quizá azules, nunca se acaba de saber) y las manos morenas, como si tuvieran que realizar una faena física y no ser un actor de fama. Fesquet era profesor de español pero tenía todo el aire de un campesino lleno de letras y de músicas. Vincent es un agente de aduanas que fue magistrado y que quiere que las cosas se hagan bien. El reto es que deje de lado la persecución de los malos y se eche un baile en la plaza. Quizá ese vestido naranja con pequeñas florecitas y escote de barco serviría para llamar su atención. Ese vestido tiene una larga historia. Los vestidos con historia de la gente corriente deberían guardarse en un museo. Pero desaparecen y solo queda el aire desvaído de la foto. Junto a los otros vestidos. El blanco que tenía un bordado rosa, el celeste de rayas con el escote halter, el mono azul y blanco. Si el tiempo y el espacio no existieran hubieras encontrado a Vincent Lindon en uno de tus paseos en bicicleta, con la cesta de lilas a punto de desvanecerse en el vaho del rocío.
(Foto: CLB, mis flores y mi casa)
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