Triana en el otoño es un paraíso azul. Cielos fríos, cielos turquesas, cielos inconmovibles, cielos estampados de luz, cielos que arropan la caída de las hojas, cielos que avisan de las tormentas, cielos que renuevan antiguas promesas que hoy apenas se recuerdan. Los cielos de Triana se tiñen de un azul trianero, un azul respetuoso y calmo, un azul exigente, un azul convertido en razones. Otoño de Triana, azul insuperable.
/Desde el Altozano se divisa esta Sevilla. Foto Archivo personal/ Cada cual tiene su propia Triana. Y no es transferible a otros. La Triana de cada uno se compone de vivencias, momentos y gentes. Hay tantas Trianas como personas viven o han vivido en ellas. Es una especie de caleidoscopio que cambia de color según se recuerde, según se evoque. El poder de evocación de los edificios, las calles, los olores, los ambientes, es enorme, y así lo sentimos los seres humanos. Recorrer Triana es una ocupación que me ha llevado muchos años y hay otras muchas personas que también juegan en esta ruleta. Mi amigo, el poeta de Arcos, Antonio Luis Baena, era una presencia constante en sus calles hasta que murió. Me lo encontraba en cualquier sitio. Nosotros paseando al niño y él andando, andando, porque su corazón estaba cansado y necesita ejercitarse. Él eligió Triana para vivir y su recorrido permanente por las calles es una de las cosas que siempre recuerdo. Quizá la gente de Triana no lo recuer
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