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Hugh Grant: un Ferrars con encanto

 


Edward Ferrars, uno de los protagonistas masculinos de "Sentido y sensibilidad" es un hombre corriente. Una persona apocada, sencilla, sin ínfulas, tímido y que depende económicamente de su madre. Ella quiere que sea alguien de renombre, político, militar, pero a él le gustan las cosas más tranquilas y disfrutaría siendo clérigo, en una parroquia en el campo, dando sermones y hablando con sus jornaleros. 
Y en la película de 1995 de Ang Lee el personaje lo interpreta Hugh Grant, a quien, de entrada, no definiríamos como alguien así. Sin embargo, el actor borda el personaje y consigue esa clase de química necesaria con su pareja en la película, Emma Thompson, que hace de Elinor. Nunca un Ferrars tan encantador como él. 

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París

La última vez que vi París tú tenías los ojos azules. El día antes, en el aeropuerto, me pareció entrever algo de enfado, seguramente por mi culpa. Desde hace años sé que todos los momentos difíciles llevan mi firma. Me he acostumbrado tanto que, si alguien en las noticias de la radio, se da a la fuga después de cometer un crimen, yo siento que usurpo su papel y que he disparado o empujado al vacío.  Una fina neblina cubría la calle del hotel y los árboles parecían la cúpula de alguna iglesia de las que recorría cada tarde para resguardarme del calor o del frío. El otoño es un tiempo traicionero y, a veces, sin que nadie advirtiera su presencia, las gotas de lluvia nos salpicaban y dejaban un reguero de huellas en las caras, a punto de llorar o de reír, quién sabe. El suelo estaba comenzando a llenarse de hojas y el viento tenía un sabor húmedo que no podría encontrar en otro lugar del mundo.  Bastaron unos días para entenderlo todo. Para saber que podías ser la entrada al

Jane Austen hace teatro

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El relato pictórico de Mary Jane Ansell y un libro de Banville

Las pinturas de Mary Jane Ansell (Shropshire, 1972) están pidiendo a gritos un relato. Las miras y captas solamente un instante, pero sabes que, antes de eso, han pasado cosas y que seguirán pasando hasta llegar a un desenlace desconocido. En este blog aparecen en algunas entradas precisamente así, convirtiendo en un espejo hechos que, de otra manera, no surgirían quizá o serían diferentes. En un libro de  John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) la portada es una de esas pinturas. Representa a una mujer de espaldas, con el pelo recogido en un moño, bien peinada, vestida apenas con un finísimo vestido blanco del que se aprecia solo un tirante. En torno del cuello hay unas manos, que bien podrían ser de otra persona, un hombre, o de ella misma. En todo caso, las pinturas de Mary Jane Ansell representan en muchas ocasiones a las mujeres de espalda, ofreciendo su cuello, su cabello y su silencio, al espectador.  Ansell es una pintora figurativa, cuyo estilo recoge la herencia

Un baile en Uzès

  Nos gustaba acudir al mercado. Resplandecían las flores. Toda la plaza olía al unísono y nosotros contemplábamos ese estallido de color como si nunca antes hubiéramos conocido el rosa, el verde, el rojo, el anaranjado, novatos en los sentidos, desprevenidos, sin esperar que nos asaltara tanta belleza, tanto bullicio. Las frutas emergían en un costado y los dulces, y el pan, en hogazas, en círculos sobre una mesa de madera. Y los hortelanos exhibían con orgullo sus productos y nos miraban con la condescendencia de quien está seguro de saber más que tú. La plaza se cubría de todos ellos las mañanas de los jueves y de los domingos. Pero algunas noches, inopinadamente, sin saber nosotros el motivo o sin entenderlo quizá, la plaza se llenaba de farolillos de colores, como si fuera un cuadro de Vettriano, y entonces las figuras de los danzarines comenzaban a moverse sin avaricia. Las mesitas se situaban en torno al centro de la plaza, los camareros se movían con soltura llevando en las ban

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  Hay novelas mediocres, regulares y malas que incluso pueden leerse con cierta benevolencia y  te entretienen. La novela admite muchos grados y no siempre la calidad se corresponde con el número de ventas o con los premios. Pero la poesía es otra cosa. La poesía mala no es poesía. La poesía no resiste la podredumbre, no resiste los juegos malabares ni resiste el error. Un mal poema, un mal libro de poemas, no es poesía y se deshará como un azucarillo en el agua por mucho que se pretenda detener su caída arrojándole un salvavidas.  Tampoco admite modas. La buena poesía se escribe con tinta indeleble, con sentimientos elaborados y construidos desde hace mucho, prácticamente tanto tiempo que ya no se puede recordar. No confundir con la emoción, por favor, que el sentimiento requiere trabajo, asentamiento, lucha y forma, mientras que la emoción se basta sola para lanzarse al vacío. Las emociones son tuits y los sentimientos, tratados.  Si no hay error, este es el número treinta de los lib

María Sanz: a la intemperie

(En la Feria del Libro. Archivo personal de María Sanz) Una Isla de Papel  entrevista a  María Sanz poeta Poesía, oh la poesía. Mucho más que palabras, más que medida, más que música. Poesía, un caudal que sobrepasa la emoción, que desborda el cauce del papel, que provoca una tormenta de interior. Pasión, fuego, diamante, fuerza, vida. Poesía, oh la poesía... Entre libros, siempre entre libros. La poeta sevillana María Sanz   navega entre libros. Libros de poesía pero también ensayo, libros de historia o de arte, novelas, libros de filosofía, siempre libros a su alrededor, muchos de ellos colocados firmemente, ordenados, prestos, en las estanterías de su casa, que aparecen junto a ella y muy cerca de un arsenal de fotos cuajadas de momentos. Esos instantes de dicha que perduran cuando el clic del fotógrafo los inmortaliza. Libros e imágenes. A modo de testimonio de vida y de obra. Aquí estoy yo, esta soy. Y en las palabras que siguen mucho de lo suyo trasciende y llega hasta sus lector

Editores y escritores: "Genius" de Michael Grandage.

Cuando el cine y la literatura se unen para dar lugar a un producto puede pasar cualquier cosa. Y de entrada nadie diría que la figura de un editor puede hacer surgir el entusiasmo que todo protagonista debe causar en el público. Si el editor es Max Perkins y el escritor es Thomas Wolfe, la cosa puede empezar a variar. Pero, si el editor es Colin Firth y el escritor Jude Law, entonces todo se puede transformar en una verdadera alegría para el cuerpo y los sentidos.  Me confieso colinfirthiana desde que este hombre altísimo y con mirada inteligente bordó el papel de Fitzwilliam Darcy en "Orgullo y Prejuicio" versión de la BBC de 1995. Nunca ha habido ni lo habrá un actor que se convierta en un personaje austeniano más verosímil. Tanto es así que miles de admiradoras lo siguen identificando con Darcy, el hombre enamorado de Elizabeth Bennet que todas hubiéramos querido conocer. Ves a Firth y te crees que estás viendo a Darcy. Pero, aún más, lees a Austen y observas el

Triana: memoria sentimental

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