De repente, todos los veranos

 


Llega un momento en que el verano se convierte en nostalgia. Una suma de ausencias y un enorme revoltijo de recuerdos. La vida se escribe de verano a verano y, en ciertos momentos, el verano es el gran invento de la memoria. Así lo viste cuando las azoteas ocupaban todo tu tiempo, mensajes indescifrables a pie de agua, a pie de viento, aires que llevaban ecos de gente a la que amabas, futuro, posibilidades, quejas, sueños. Las mañanas de playa tienen ese inenarrable sabor atlántico de la baja y la alta marea, nimbada de canciones de moda, de chicos a los que amas y que suelen tener los ojos verdes. En la caseta de rayas blancas y azules hay tiempo para buscar en un rincón la botella de cerveza para lavarse el pelo entre las olas. El agua del mar lanza un sortilegio de esperanza siempre. Es la bonanza del pensamiento y de la vida, tiene sentido simplemente porque soltamos nuestras risas imparables. La risa es el alimento que todos queremos conservar siempre. Hay noches de discoteca y abrazos. La música no para y ese cosquilleo incesante del amor que irrumpe tiene los días contados aunque tú no lo sepas. Los abrazos son ese reducto de la emoción joven que nunca envejecerá y él tendrá siempre veinte años y tú también y los dos tendréis las mismas ganas de subir al coche, de cruzar el istmo, de llegar al sitio y abrazamos. Hay motivos y excusas para eso siempre. El coche enfilará el camino de las ciudades nuevas, de las ciudades viejas, de los reclamos turísticos, de las visitas a la luz del día, a la sombra de la noche. Los amantes viajeros tienen siempre algo que decir, tienen siempre espirales de luz alrededor. Y los países se abren sin recato y las noches son plenas y la luna decida. Oh, amor, qué lejano fuiste a dar con tu final aquellos días...Los niños son pequeños y las madre viven el verano mostrando siempre su mano abierta, los hijos, los que te hacen pensar en ellos sobre todo y los que te hacen olvidarte de ti. El verano de los hijos, la piscina, los primeros pasos, la charla, las películas de dibujos, las papillas. El sol se ha abierto para ti y nunca cambiará de color. 

Hay veces en que el verano es ya solo una estación. Y el cambio de tiempo un dolor de garganta pasajero. 

(Foto: Nina Leen)

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