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"Cuarteto de otoño" de Barbara Pym

 


Gatopardo Ediciones publica, en este septiembre de 2021, otro libro de Barbara Pym, la gran escritora que no tiene todo el reconocimiento que su calidad merece. Sin embargo, a sus lectores fieles, esto no debe importarnos. Antes bien, es un tesoro que compartimos entre nosotros y que gracias al boca a boca se va extendiendo. Los otros libros de Barbara Pym conforman una obra que tiene argumentos diversos, personajes distintos pero una misma estela de profundidad y de amable cercanía. El punto de vista, la mirada, de Pym, ofrece una visión que nos llega, que nos afecta. Aquí he reseñado ya varios de ellos: Mujeres excelentes, Amor no correspondido, Extranjeros bienvenidos y Un poco menos que ángeles. De entre estos libros, los dos primeros son infinitamente más interesantes que los otros, aunque todos están bien escritos y tienen el sello ineludible de Pym. 

"Un poco menos que ángeles" cuenta la historia de Catherine Oliphant, escritora, cuyo noviazgo con un atractivo antropólogo llamado Tom Mallow entra en fase pantanosa cuando él conoce a una joven estudiante, Deirdre Swan. Para que haya cuarteto se añade al grupo otro antropólogo, un tipo de carácter bastante raro, Alaric Lydgate. No solo hablamos de enredos amorosos sino de esas argucias, artimañas y envidias que se mueven en el mundo de la investigación y la universidad a la hora de conseguir algún premio o alguna beca. Nada nuevo bajo el sol y eso que el libro fue publicado por primera vez en 1955. Hay un retrato del mundo académico que no tiene desperdicio y que está de plena actualidad. Podíamos resumirlo con la frase "no es oro todo lo que reluce". Debajo de las imponentes fachadas de catedráticos y eminencias se esconde la mediocridad y la petulancia. Tantas veces nos encontramos con sabios humildes y con prepotentes ignorantes. Lo que se dice "listos incompetentes" en versión Vivian Ward. 

En "Amor no correspondido" Dulcie acaba de ser abandonada por su novio, Maurice, quien, bajo el pretexto sobado y falso de que no está a la altura de ella, la convierte en una mujer sola. Lo que resulta muy difícil. El paso siguiente, cuando sea más mayor, es convertirse en una mujer invisible. Y de ahí, una mujer cascarrabias, una mujer detestable, una mujer absurda. Esta novela está llena de mujeres abandonadas o rechazadas. Viola, Dulcie, Marjorie, la feligresa que pone en peligro su reputación al confesarle su amor a Neville Forbes, la señora Forbes, la señora Beltane... Pero esas mujeres no dejan de pisar la calle, aun con su poco favorecer atuendo de traje de tweed, zapatos bajos y sombreros de fieltro oscuros. Solo si eres una mujer amada y rodeada de hombres que te admiran te puedes permitir un "frívolo sombrerito de terciopelo rosa". 

"Extranjeros, bienvenidos" es anterior en su escritura a todas las citadas. Se trata de una novela de su primera época, que se recupera como suele ocurrir, cuando ya la escritora forma parte del conocimiento de un importante número de lectores. Esa recuperación a la que hemos aludido nos presenta el caso de un matrimonio, el formado por Cassandra Marsh-Gibbon y su presuntuoso marido, un escritor llamado Adam, entre los que existe el precario equilibrio que refleja la autora en otros libros y que contrapone a una mujer inteligente y sensata con un egocéntrico marido que solo ve en ella a alguien que está obligado a proporcionarle una vida hogareña que sustente, con la mejor de las intenciones y la mayor sabiduría, su propia vida social y profesional. El aburrimiento de Cassandra va en paralelo al de otras mujeres posteriores en la narrativa de Pym y debió ser un hecho que ella conoció de primera mano en la clase social en la que se movía, de otro modo no se explica la reiteración del tema, aunque siempre con situaciones distintas y con ingeniosos giros argumentales. Un extranjero, alguien que aparece de improviso y que no forma parte del cuadro supuestamente idílico en el que la pareja se mueve, cambiará las piezas, el punto de vista y será el acicate o quizá el estímulo, para que Cassandra emprenda ese camino de autoconocimiento y de reivindicación que tanto le gustaba a Barbara Pym y que califica a todas sus excelentes mujeres.

En "Mujeres excelentes" parece que no ocurre nada importante. Da la impresión de que ese ir y venir de la casa a la iglesia o al campo o a tomar un té en cualquier salón son incidentes que no merecería la pena reseñar. Pero es precisamente ese acercamiento a la vida de los que nunca figurarían en los ecos de sociedad lo que hace a estos libros especiales. Como si se tratara de un experimento sociológico, Pym pone la lupa encima de las vidas comunes, esas que son como las nuestras, de las que nadie hablará si no es porque nos vemos inmerso en un suceso desagradable. Pero son nuestras vidas, es lo más valioso que tenemos y reparar en ellas es una forma de entenderlas y entendernos. 

Luego está la ironía, el dulce humor, la sátira divertida, el punto de vista eficaz que consiste en no parecer que se está del lado de alguien sino frente a todos. Los pequeños detalles que hacen verosímil la historia y, sobre todo, esas frases sueltas, esos pensamientos entrelazados que merecían formar parte de un libro por la verdad que encierran. No hay nada fantasioso ni fuera de lugar, simple existencia cotidiana, nada menos. 

Mildred Lathbury es una mujer de treinta y tantos, sensata, agradable y sin pájaros en la cabeza. La llegada del matrimonio Napier a su vida, en forma de inquilinos de la casa de al lado, con los que tiene que compartir el baño, pone en jaque muchas de sus actitudes y convicciones y, sobre todo, le da mucho que pensar y que hacer. La forma en la que ella, que trabaja en un servicio del gobierno para ayudar a personas necesitadas, se define, es toda una declaración de intenciones: "Me apresuraré a añadir que no me parezco en absoluto a Jane Eyre, quien debe de haber hecho concebir esperanzas a tantas mujeres feas que cuentan su historia en primera persona" 

Los Napier, Helena y Rockingham, traen consigo a un amigo, para quien Mildred es, en un principio, "una mujer que prepara tazas de té". Se trata del antropólogo Everard Bone, un tipo que vive con su estirada madre y que necesita una dosis de realidad para dejar de ser tan estricto. Además de ellos, sale el párroco de la Iglesia de Saint Mary, el señor Julian Malory, algo casquivano a juzgar por su intención de casarse con la viudad (casi alegre) Allegra Gray, y su hermana, Winifred, a quien le gustaría mucho que la boda fuera con la propia Mildred. 

 Los enredos (ese concepto delicioso de la alta comedia que aquí tiene una razón de ser esencial) sirven para desgranar la trama y para hacernos pensar al hilo de las fabulosas frases de la escritora: "...yo había observado que los hombres no solían hacer cosas a menos que les gustara hacerlas". O esta otra al hilo de la necesidad que tenemos las mujeres de darle vueltas a la cabeza "...preguntándome por qué nunca cesamos de analizar los motivos de personas que no tienen un interés especial por nosotros, en la vana esperanza de descubrir que en el fondo quitan tengan un poco". Y la confesión: "tal vez disfrutaba más la vida de otras personas que la mía propia". Dicho todo sin acritud, sin amargura, con humor, perdonándose a sí misma sus errores, viendo la existencia como un cúmulo de sorpresas que merece la pena descubrir, investigando los detalles cotidianos, todo eso es lo que aparece aquí y, me figuro, que también en la propia vida de la escritora. 

Yendo a "Cuarteto de otoño", Letty, Marcia, Edwin y Norman son los personajes que protagonizan esta novela. Son compañeros de ella misma oficina y han llegado al otoño de su vida, ese momento en el que hay que afrontar la desaparición de las personas, la pérdida de los afectos y la soledad, como gran núcleo que lo rebasa todo. Ellos tienen muy presentes sus recuerdos del pasado, entre los que destacan los de la guerra. El mundo que viven les empieza a parecer extraño y no tienen demasiadas esperanzas en el futuro. Esta es la gran palabra, esperanza, su gran deseo aunque no siempre es posible porque la piedad y la comprensión de la sociedad no siempre aparece. 

Este es un libro que trata de un tema que nunca pasará de moda porque, al fin y al cabo, nos alcanzará a todo: la soledad en la vejez, el momento en que los balances del pasado superan a las expectativas del futuro. Barbara Pym es sensible y tierna, comprensiva y llena de empatía con estas personas, sobre todo porque se acerca a un tema invisible para la literatura y lo hace con su maestría habitual. 

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