Absoluto fulgor

 


"Y todo lo que existe en esta hora

de absoluto fulgor

se abrasa, arde

contigo, cuerpo,

en la incendiada boca de la noche"

(José Ángel Valente, 1929-2000)



Habrá un amanecer de sábanas revueltas, de olor a café fuerte en la cocina. Un aire clandestino cruzará nuestro cuarto y sabremos que el fuego se enciende sin permiso. 


Te asomarás desnudo a la ventana y en tu espalda escribiré la historia de un tiempo inesperado que se ha clavado lento entre mis ojos. El arco de tus brazos será sombra y aliviará una lágrima que no supo perderse. 


Y no habrá más miradas oscuras, sino ese batallón de claridades que precede a la lucha de los cuerpos. Y no habrá hielo, paréntesis de nieve o frío silencio cósmico, sino el anuncio de ese ardor en la sangre que despierta sin tregua. 


Así tendremos, en el hoy sumergidos, un motivo constante para no odiar los sueños y abriremos por fin el recipiente en que guardamos intacta la esperanza. 


Pronunciaré tu nombre sin olvidar sus letras, sin olvidar su eco, el nombre del amor que ahora me callo. Pronunciaré sus sílabas como si recitara una oración tan vieja como viejo es el hombre.


Pronunciaré esa frase que significa todo, que significa “vente”, que significa “estoy” . No negaré esa evidencia que flota entre nosotros ni buscaré ropajes que cubran mi deseo.


Pronunciaré tu nombre y será igual que si brotas, si naces otra vez después de la tormenta. Y ya no habrá dolor ni el vuelo de la rosa en las espinas. 


Cubriré tu tristeza con las olas de un mar que abraza resplandores sin motivo y, aunque no quiera hacerlo, la haré mía. La notaré en los ojos y en las manos. En mí estará tu vida. Tú mismo. Tú. Tan triste.


Estaremos seguros de las cosas, tanto como en el mundo esto es posible. Y aunque el miedo a la muerte rondará a nuestro lado, parecerá más tenue, más ligero, más perdido en el tiempo, menos vivo…


(fotografías: Genevieve Naylor para Harper's Bazaar)

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