"Los perezosos" de Charles Dickens y Wilkie Collins
De modo que estos dos, Charles y Wilkie, se ponen de acuerdo (es un decir) para escribir un libro "a cuatro manos". ¿Qué saldrá del empeño? Una novela descacharrante, divertida, llena de gags, de ironía y de escenas rocambolescas. Empiezas a leerlo y caes en su trampa. Intentas adivinar qué parte escribió cada uno de los dos amigos, con doce años de diferencia y una gran complicidad entre ellos. Pero, al final, te rindes y haces lo que se espera de ti: reírte a carcajadas.
La amistad de Dickens (1812-1870) y Collins (1824-1889) comenzó en 1851 y duró hasta la muerte del primero. Ambos autores, que se conocieron por mediación del pintor Augustus Egg, llegaron a compartir escena actuando en una obra titulada Not So Bad As We Seem y escrita por Edward Bulwer-Lytton. Dickens era un escritor consagrado y Collins comenzaba su carrera, pero esto no fue obstáculo para que se entendieran de inmediato. Collins le prestaba grandes servicios a la hora de proporcionarle una coartada para estar con sus amantes, así que esto debió agradecerlo el autor de Grandes esperanzas. En la génesis de Los perezosos hay un poco de esto. Dickens le contaba a su esposa que salía de casa para reunirse con Collins a trabajar en el libro cuando, en realidad, lo hacía para estar con su joven amante, la actriz Ellen Ternan.
La relación amistosa, casi fraternal, entre ambos escritores fue muy fructífera desde todos los puntos de vista, no solo personales sino profesionales. Se recomendaban ideas para sus respectivas novelas y llegaron a escribir algunos relatos juntos, como Los peligros de ciertos prisioneros ingleses, publicado en la revista Palabras Domésticas en la navidad de 1857. Dickens ayudó a Collins con su obra de teatro El Faro, y ambos escribieron La Helada Profundidad, en la que Dickens actuaría. En 1859, Dickens fundó una revista similar a Palabras Domésticas, llamada Durante todo el año, y en ella apareció, en el número del 26 de diciembre, la primera entrega de La Dama de Blanco de Collins y la última entrega de Historia de dos ciudades. Ya sabemos que las novelas por entregas era la forma más usual de presentación de este género y a veces suponía la antesala de la publicación en forma de libro. La novela de Collins, que lo acabó de consagrar como escritor de éxito, hizo aumentar de forma notable las ventas de la revista.
Thomas Idle y Francis Goodchild, los protagonistas de Los perezosos, son dos amigos que deciden darse una vuelta por Inglaterra (estamos en plena era victoriana, 1857, veinte años después de la subida al trono de la reina Victoria), sin que ello les suponga mucha molestia, sin demasiado interés ni por ver ni por hacer ni por estar. He aquí a dos curiosos personajes salidos de la imaginación de los escritores. Dos tipos que pueden caer simpáticos o antipáticos, dependiendo del punto de vista del lector que se acerque a ellos. Simplemente, merodear, deambular sin objetivos, ni de acción ni de aprendizaje, esa es su meta, si esta palabra puede usarse en relación a ellos. Son perezosos militantes, aunque no demasiado, que eso cansa. Son holgazanes que hacen de la vagancia un acto de fe, una opción en un mundo donde se realza y valora la diligencia y la productividad, dos palabras que para ellos no significa nada. Todas sus aventuras se describen en 152 páginas, que son las que tiene el libro, es decir, en un espacio muy corto, habida cuenta la costumbre de los libros largos de ambos, sobre todo de Dickens, y también de la moda de la época.
Pero, por mucha intención de no hacer nada que tengan, lo cierto es que, en su vagabundeo, les salen al paso aventuras de toda clase, noches lúgubres, pernoctaciones fantasmales, incluso peligros que tienen que sortear con el menor gasto posible de energía. La lucha entre lo que sucede y lo que ellos quieren hacer es el eje vertebrador de la narración, lo que produce la risa y la carcajada. Porque no es este un libro de sonrisas, ni de muecas, sino de verdaderas carcajadas estimulantes y liberadoras. Solo la forma en que está escrito, esa ironía finísima, esa manera de presentar los hechos desde lejos, como si no les afectara, y la mala idea con que ellos mismos se muestran, solo eso vale la pena de conocer. Y, desde luego, el tête a tête de ambos, la manera en que se ensamblan los estilos, es una verdadera delicia.
Los perezosos. Charles Dickens, Wilkie Collins. Traducción de Jordi Gubern. Ediciones Gatopardo. 2019. 152 páginas.
Comentarios