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Altas mansiones

 


(Foto: Cecil Beaton)

Elizabeth Bennet, la heroína de "Orgullo y prejuicio", contra lo que en algunas ocasiones se ha escrito, no se sentía cohibida en absoluto al visitar mansiones aristocráticas o suntuosas. Ella, que vive en una casa rural de pueblo propia de la pseudo gentry, queda encantada con Pemberley, la mansión del señor Darcy, sobre todo por su bello emplazamiento natural, pero no se impresiona lo más mínimo en Rosings Park, donde vive Lady Catherine de Bourgh. Esta le parece tan ostentosa y falsa como su casa "en modo alguno carente de ventanas". Los elogios serviles y continuos del señor Collins hacia Lady Catherine y sus propiedades, cansan a la joven y, desde luego, siente vergüenza ajena por esa conducta que ve extendida en su amiga Charlotte. Ni la aristocracia ni el dinero intimidan a Elizabeth, como puede observarse en sus charlas con la misma Lady Catherine o en su actitud con el señor Darcy. Ella es, y así lo expresa, "la hija de un caballero". 

A la luz de este personaje, que en muchos sentidos recoge algunos aspectos del supuesto carácter de la escritora, podemos preguntarnos cómo se sentía Jane Austen en estas circunstancias. También ella tuvo ocasión de estar en contacto con gente superior, que poseía imponentes casas y buena fortuna. Ella era hija de un clérigo rural, no de un terrateniente, aunque su familia materna, los Leigh, estaba bien posicionada y tenía un árbol genealógico muy presentable. Seguramente fue Edward Austen-Knight su hermano, quien, al ser adoptado por los ricos Knight, puso a Jane y a su familia en la órbita de una clase social poseedora de tierras y capital. Cuando se casó estuvo viviendo en Kent, en una elegante mansión llamada Rowling, pero más tarde recibe Godmersham Park, la casa solariega de los Knight, que llega a su poder cuando muere su tío adoptivo y su tía, la viuda, le cede a cambio de una renta de dos mil libras al año. Estaba a doce kilómetros de Canterbury y era una hermosa casa, hecha según los cánones de la arquitectura palladiana, blanca y diáfana, rodeada de una considerable extensión de césped y, más allá, de una zona boscosa llena de carreteras y veredas. Tenía campos de juego, una colina, un arroyo y una excelente biblioteca, con un nutrido catálogo que aún se conserva. 

Además de todo esto, en Godmersham Park, donde vive Edward con su esposa e hijos desde 1798, había siempre mucha gente. La familia de Elizabeth, la esposa, de soltera Bridges, eran diez hermanos y ella misma tuvo un montón de hijos, El trasiego de personas era constante y los juegos llenaban las habitaciones y los exteriores cercanos. A Jane le gustaban la casa y le caían bien sus habitantes, salvando que consideraba a los niños bastante maleducados, pero sobre todo era feliz con poder usar casi para ella sola la enorme y bien dotada biblioteca, y por tener una habitación que no compartía con nadie a la hora de dormir. Esto lo relató muchas veces en sus cartas, así como su adoración por Fanny, la sobrina mayor, con la que compartía inquietudes literarias. 

La duda surge al reflexionar sobre cuáles serían los verdaderos sentimientos de Jane en estas visitas, realidad que no nos ha llegado porque, aunque tenemos la seguridad de que lo comentaba con su hermana Cassandra, esas cartas no han llegado a nosotros, pues contendrían seguramente opiniones personales que, incluso, podían molestar a determinados miembros de la familia. Lo más lógico es que formen parte de la ingente cantidad (casi tres mil) cartas destruidas por Cassandra a la muerte de su hermana. Sin embargo, no debía ser agradable estar considerada casi como una "pariente pobre", que tenía que poner buena cara ante todo lo que allí sucedía. Y, por otro lado, su condición de escritora la situaba por encima, en cierto modo, de aquella gente. Lo que sí se sabe es que trabó amistad con algunas de las institutrices que conoció en aquel tiempo y que atendían a las niñas de la familia. 

Las institutrices eran una figura novedosa, pues no existían antes de 1770, al contrario que los instructores o tutores de los chicos de clase acomodada que aparecen siglos antes. Las buenas relaciones de Jane con ellas quizá tenía que ver con que ambas se sentían desclasadas y un poco fuera de sitio. A Jane Austen el trabajo de institutriz le parecía un horror pero esto no quiere decir que no lo apreciara en lo que valía, como puede comprobarse en el perfil que pinta de la institutriz de Emma Woodhouse ("Emma"), la señorita Taylor, o en la conmiseración que muestra por el destino de la pobre Jane Fairfax, condenada a ese trabajo por no tener medios económicos y poseer, únicamente, una formación adecuada. 

Estoy por decir que, aunque las comodidades materiales eran muchas y el uso de la biblioteca compensaba en cierto modo, Jane Austen prefería la tranquila sencillez de su rectoría en Steventon y no amaba demasiado eso de ir y venir de una casa a otra, siempre como huésped, nunca como ama o señora. En Godmersham Park permaneció unos diez meses, sumando las visitas que hizo desde la fecha indicada a 1813. Lo que no quita para que esas estancias no le proporcionaran un buen número de retratos de personajes y de escenas que pudo reproducir o adaptar para sus propias novelas. Cosas de escritores.

(Godmersham Park en la actualidad) 

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