Ese fulgor efímero del verano que calla...



El frescor de tus labios
seguro oasis en una isla desierta...

Por ejemplo, algo así escribiría si la cosa fuera de un poema amoroso. Amoroso significa aquí dramático, porque el amor es un drama que a veces se escribe en comedia, otras en tragedia y algunas en chanza. Una aventura medieval sin yelmo ni coraza, un estupendo recorrido en barco sobre las aguas bravas del Mississippi. Lo contaría Mark Twain con su deje sureño y su fastidio ante las novelas de mujeres que hablan de hombres interesantes. Amoroso significa también que el corazón anda apabullado, en busca de un secreto que descifrar. Muchas veces el amor es solo una cortina de humo, una manera de olvidar los problemas. Se esconden detrás del sentimiento porque son ellos los que nos abruman. Incluso el desamor, que es el amor en negativo, es un espléndido sistema para que la vida diaria no nos sacuda. Si estoy desvencijada por el miedo puedo pensar en él y sentir su desprecio y entonces ese miedo se conjura y se convierte en rabia, quizá en despecho, siempre en amargura. Es extraordinario el poder del amor y cómo sirve para casi todo, hasta cuando no existe y se le echa de menos. Si has tenido al menos un gran amor en tu vida, entonces ese resabio te queda para siempre y no es preciso buscar sino que el recuerdo ocupa el sitio de la nueva aventura, de la pasada, de los tiempos futuros, todo el futuro anclado en un espacio que perdiste. Esa es la manera en que te amo, le dirías a ese hombre ya inexistente, esta es la manera en que todavía estás conmigo...


Tendría, sin embargo, que reparar en algo que el verano oculta porque para eso es el tiempo efímero de los sueños que parecen cumplirse y son mentira. Tendría que reparar en que los amores fallidos siempre tienen el aspecto del miedo, el mismo miedo del que quieres huir sin que lo reconozcas a ti misma. Cuando el hombre que amas se vuelve tu enemigo, cuando observas su paso por la calle sin que haya ojos que se vuelvan a mirarte, entonces es cuando estalla el miedo dentro y te conviertes en alguien que no quieres. Alguien que fisga, alguien que interroga, alguien que miente. La mentira será tu aliada si tienes que ocultarte de los versos de otros. La mentira será un ropaje que te cubrirá aunque no lo desees. El engaño de la víspera es la mentira de los amaneceres. Y el amanecer es un peligroso compañero de viaje: te trae a la luz todo lo que quisiste olvidar anoche entre las sábanas. 


Por ejemplo, está la naturaleza. La descubres en verano, cuando los días son cálidos y las flores te piden, por favor, que no las olvides ni un instante, pero pareces olvidarla con las tardes oscuras. La naturaleza es la forma en que la vida se manifiesta y exige tu atención más inmediata. Allí las plantas, allí los árboles, allí los frutos, allí el sol perecedero, allí una estrella que te observa desde lo alto, detrás justo de las casas de al lado, detrás justo de un inmenso ejemplar cuyo nombre desconoces. Todo se convierte en eso, en nombres desconocidos, en imágenes que otros dibujaron antes que tú y en un inmenso páramo, en el que el silencio tiene su sitio y la soledad su ventura. Allí están los amigos que te muestran su imparable felicidad a bordo de un velero, a la orilla de la playa o asomados a una terraza en la que refulgen las copas de Martini. Todas repletas de aceitunas, redondas, tersas, nuevas, como la vida misma. 

(Imágenes: Uta Barth)

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